El museo a veces recibe objetos cuyo estado es malo o muy malo. Faltante
de partes, piezas rotas, o fallas de funcionamiento es muy común en las piezas
recibidas.
A veces el objeto está sucio, o presenta un aspecto desfigurado, por la
presencia de óxidos, o la falta de su capa de pintura.
Ante estos problemas, muchas veces hay que restaurar.
Y se nos presenta
un dilema importante.
Si el museo restaura ese objeto, lo deja en buenas condiciones, pierde
parte de su carácter de antigüedad, y la restauración borra aspectos
importantes que define a los objetos que tienen mucho tiempo: las marcas del
uso, las pátinas producidas por el tiempo. Si se restaura, el riesgo es que la
pieza sencillamente parezca nueva, recién comprada o fabricada, y su antigüedad
se reduzca nada más que a una forma que hoy nos resulta rara.
Si no se restaura –y he ahí el dilema- el objeto donado puede ser
irreconocible o parecer roto, fragmentado o incompleto. También el estado del
objeto puede ser patológico, y en pocos meses sin ser restaurado un objeto
puede simplemente destruirse.
Frente a esta problemática, el Museo trata de congeniar ambas posturas
–restauro a nuevo o no restaurar- en lo que se llama restauración crítica.
Esta modalidad consiste básicamente en cuatro pasos sucesivos:
- Estudiar el objeto para observar su carácter original y compararlo con el estado restaurado a futuro.
- Determinar concretamente que partes reponer, cambiar o eliminar; que aspectos no deben quedar y cuales si.
- Elegir las técnicas y materiales adecuados, que no agredan el objeto pero que cumplan con el objetivo de restaurarlo.
- Prever la futura conservación
A modo de ejemplo, presentamos una cámara de tipo cajón metálico Kodak Hawkeye N°2,
cuya fabricación se fechó en la década del 20 del siglo pasado.
Este tipo de cámara era muy barata y efectiva, y no era raro que
aparecieran en las casas.
La cámara estaba sucia y oxidada, y sus partes estaban flojas. Faltaban
piezas fundamentales, como la lente frontal y algunos resortes.
Se decidió realizar una limpieza, para retirar los óxidos que corroían
la carcaza, y se la desarmó por completo. Se pudo ver que el interior tenía
mucho polvo, y los resortes habían salido de sus retenes.
Comparándolo con el aspecto del objeto original, la cámara estaba
oxidada, pero también muy usada, con desgastes evidentes.
Se decidió retirar la suciedad, reponer parcialmente el color negro de
la carcaza pero preservando los desgastes, y recuperar parcialmente el
funcionamiento, a la espera de poder obtener una nueva lente, hoy irrecuperable.
De esta forma, el objeto quedaría “antiguo” y a la vez, saneado. Por lo
tanto podrìa exhibirse en una muestra, o enseñar cómo funcionaba, sin necesidad
de tomar fotos con la cámara.
Finalizada la restauración, pudimos ver que ésta es una operación delicada,
que requiere cierta habilidad manual, y también un criterio.
Un objeto “ripristinato”, o sea “renovado completamente” pierde su
carácter de cosa antigua, usada, con una biografía.
No se trata de "dejar a nuevo" sino que se rpeserve una "dignidad" del objeto antiguo, que es lo atrayente de estos vestigios materiales y lo que le da su carácter de legitimiddad y autenticidad.
El museo trata de recuperar esas biografías y que el objeto siga su
curso vital, y mientras más tiempo, mejor. Pero sin perder de vista que es un
valioso portador de información, la cual no viene solamente de su origen, sino
también del tiempo que ha vivido entre nosotros.
1 comentario:
la verdad que estoy admirado de los trabajos que uds. realisan, que me llena de orgullo haber vivido en mi querodo barrio. Gracias por su trabajo.
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