LA HISTORIA NO ES EL PASADO, PORQUE TRANSCURRE HOY .
El Museo Itinerante del Barrio de la Refinería, las Jornadas de Cronistas e Historiadores Barriales y el Museo Virtual están declarados de Interés Cultural por la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Rosario y el Honorable Concejo Municipal.
Personería Jurídica Otorgada por Resolución Nº325 del año 2010.
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viernes, 13 de septiembre de 2024

NUEVA RECORRIDA: ESTACIÓN N°2, EMBARCADEROS

 


Vuelve el Museo! 
 

Buenos días!

El sábado 21 de septiembre tendrá lugar una nueva edición de los recorridos del Proyecto Historia Barrio Refinería, una iniciativa del Museo Itinerante del Barrio de la Refinería.
 

En esta oportunidad realizaremos un recorrido por la Estación Embarcaderos, Laboratorio de la Ciudad de las Niñas y los Niños (Secretaría de Cultura).


Las y los esperamos en Vélez Sarsfield al 164 a las 10 horas.


¡Podes traer tu equipo de mate!

 

En caso de lluvia se reprograma la actividad (OJALÁ NO).

Saludos

La agenda estará en: https://www.facebook.com/museo.refineria

miércoles, 8 de mayo de 2024

ESTACIÓN N°1, LA FÁBRICA

 

Vuelve el Museo!
El sábado 18 a las 10:00, el Museo Itinerante del Barrio de la Refinería vuelve a los recorridos históricos. Ese día estaremos en la antigua Refinería de Azúcar, Carballo 190. Hablaremos de la historia del lugar y la arquitectura.
Y de paso, tomaremos unos mates.
Ojalá haga lindo día.
La agenda estará en: https://www.facebook.com/museo.refineria

miércoles, 11 de abril de 2018



LA BASURITA

En el Día Nacional de los Munumentos y Sitios Arqueológicos, el Museo itinerante de la Refinería  auspicia la visita a un antiguo basural: "La Pólvora", luego llamado popularmente "La Basurita".
Ubicado en Av. Belgrano (antes llamado "El Bajo") el sitio posee una historia profunda, entre 1870 y 1900, aunque todavìa es un lugar inhóspito y marginado. 


La actividad  se desarrollará el dìa sábado 12 de mayo de 2018, y consistirá, además de narrar la historia del sitio, en explicar qué trabajos científicos realizan los arqueólogos con el material obtenido de los basurales y cómo la historia misma de Rosario puede leerse en los restos materiales de su sociedad.

Dicha actividad también se enmarca en un ciclo de Turismo Científico, el cual busca extender a la comunidad rosarina los aprendizajes de arqueólogos e historiadores.

El encuentro será el sábado 12, a las 10 hs.  en Avenida Belgrano y Pellegrini, en la explanada bajo la escalinata que lleva a la imagen de la Virgen del Rosario (debajo del Parque Urquiza).
Los esperamos.

miércoles, 26 de febrero de 2014

LOS SOLDADITOS "SCHNEIDER"

Uno de los objetos más comunes en nuestro museo son los soldaditos.
De metal o de plástico, los soldados de plomo han sido un juguete hoy casi en desuso, pero favorito durante casi un siglo. Las historias de la fabricación y consumo de soldados de plomo abundan en internet, pero hay unos soldaditos en particular que se encuentran con mucha frecuencia en anticuarios y otros museos.
Estos son planos, con bases en forma de un hexágono alargado y son interesantes por la historia que poseen.
Aviso de Schneider, c.1938
A comienzos del siglo XX, los soldaditos de plomo eran bastante comunes, aunque casi siempre  importados, sobre todo europeos. Probablemente viajantes al exterior, sobre todo a Francia e Inglaterra, los traían en cierta cantidad. Las marcas más frecuentes eran Britain y Mignot, que representaban los ejércitos de todo el mundo, además de boy-scouts, animales y plantas para fabricar escenas de combate o aventuras.
La condición de importado, hacía que el soldadito de plomo fuera consumido por niños de clases medias, que para las décadas de 1900- a 1930 eran una minoría, ya que Argentina era un país en crecimiento, con un gran aporte migratorio. 
Esto significaba una clase proletaria demográficamente importante, pero con salarios bajos. Un soldadito de plomo era un bien no de lujo, pero sí de costoso frente a juguetes caseros o muy baratos. Los testimonios de hombres ya octogenarios nos hablan de soldaditos de chapa o de pasta,  pero debemos tener en cuenta que su niñez abarcó los años 40, con una industria nacional en marcha.
Propaganda de Schneider, c. 1938
De todas formas, tener una "tropa" más o menos numerosa era costoso también, en Argentina o en Europa. Las cajas de Mignot eran atractivas, pero tenían un número limitado a cinco o diez unidades.
Probablemente frente a ese costo, la empresa de los Hermanos Schnneider empezaron a fabricar, por los años 20, moldes de metal resistente, para poder fabricar en casa cientos de soldados.
Esta firma hizo cientos de moldes de hierro  o aluminio, desde 1903 a 1938, cuando debido a la Segunda guerra Mundial debió cesar en su producción, dedicándose a la fabricación de hebillas de cinturón y medallas para las tropas alemanas, algunas de ellas muy conocidas. Hubo firmas también alemanas, como Menna y J-Deal, en base a estos moldes fabricaron soldaditos ya terminados, en cajas por lo general con imágenes atractivas en la tapa.
Aparentemente, en Argentina estos moldes Schneider también fueron introducidos, ya que son muy comunes soldaditos planos, cañones e indios norteamericanos que son claramente resultado de fundir metal y colarlo en estos antiguos moldes. También se han visto estos soldaditos con trajes y banderas de Chile  y México en esos países americanos. El italiano Silvio Poletti fundió soldaditos con estos moldes en Valparaíso, por ejemplo, a partir de 1936.
Cañones de molde Schneider, 1941 y 1990.
Museo Itinerante del Barrio de la Refinería
Es probable que estos moldes fueron traídos a nuestro país para solventar la carencia de soldados nacionales, buscados por una clase media ya poderosa, tanto en lo social como lo económico y político. Las pautas de consumo, cambiando cada vez más aceleradamente, originó a partir de los años 40 una industria del soldadito importante, con firmas famosas, como  luego serían Mambrú, Metralla o EG Toys. Las revistas de época -como Billiken- publicitan juguetes de todo tipo, para consumo de las clases medias, sumándose el prestigio de lo militar como institución. De allí que los soldaditos figuraran cadetes, soldados de infantería, marina, caballería y hasta policías de calle. Luego se sumarían cowboys e indios y un sinnúmero de figuritas de animales. 
Molde Schneider completo
Para los años 60 a 70, una nueva tanda de importaciones hizo que la industria nacional de estos juguetes cayera en una lenta decadencia. Resultaba dificultoso competir con la alta calidad de los soldados Britains o Timpo, a pesar del alto precio de estos juguetes. 
Los empresarios argentinos no fueron muy innovadores, limitándose a copiar una y otra vez los soldaditos -los ingleses sobre todo- para abaratarlos, pero con una calidad cada vez menor y con moldes cada vez mas gastados. 
Los padres, de este modo, podían comprar o grandes cantidades de soldaditos de pésima factura en un kiosco. O dos o tres, más caros y atractivos, en la Juguetería Pinocho de calle Córdoba. 
Agotado el producto como "vendible" en kioscos y librerías, los soldaditos argentinos pasaron a ser piezas de coleccionistas eruditos y los moldes Schneider aún disponibles entraron en la condición de antigüedad más o menos atractiva y sobre todo utilizable, dado el metal de gran calidad.
Indio cherokee, molde Schneider.
Colección Museo Itinerante
del Barrio de la Refinería
Los moldes, de metal duro -duraluminio o antimonio- poseían un mango y una prensa de acero de manera de sujetar las dos mitades del molde entre sí. Fundiendo la aleación de estaño y plomo en la hornalla de una cocina o en un mechero Bunsen, el metal líquido se colaba por un agujero en la parte superior. Para facilitar el desmolde, se le solía echar talco, antes de colar el metal. Una vez frío se desmoldaba.
Las bases de los soldaditos (rectangulares en el molde) solían ser hexagonales, dado que, para aprovechar al máximo la aleación, se le recortaban las esquinas al sacar la pieza del molde. 
Esta técnica, como se verá, es para un consumidor de clase media urbana: se necesita un suministro "parejo" de calor, como el gas, de modo que al menos para Buenos Aires, este tipo de fabricación casera debió comenzar, más o menos, a fines de los años 30, ay que el gas estuvo disponible en forma masiva para esa época. 
Los moldes, una vez establecida firmemente la industria nacional, con una oferta importante productos terminados, debieron caer en desuso, para ser rescatados por anticuarios y coleccionistas, que les dieron un nuevo uso.
Tropas "argentinas" Schneider.
Colección Museo Itinerante 
del Barrio de la Refinería
De este modo, no es raro hallar soldaditos para pintar fundidos en reluciente estaño, fabricados recientemente aunque con una moldería añosa. 
Los que hemos detectado son tropas francesas o prusianas en combate, árboles, soldados alemanes con banderas o radio, jinetes del tipo húsar, un cañón plano con ruedas de rayos y un indio cherokee a caballo, revólver en mano. El Museo posee varios ejemplares de factura moderna, o sea copias actuales, y una colección incompleta de tropas pintadas con banderas argentinas, con cascos dorados y color verde claro para el uniforme, todo de fantasía, ya que no coincide con los uniformes históricamente auténticos. 
Los soldados hechos en casa constituyeron, aparentemente, una forma práctica de eludir el costo de las unidades importadas. 
De acuerdo a precios de 1930, una caja de 10 soldaditos importados costaba unos 3 pesos, y un traje costaba 120 pesos. Rápidamente, podemos calcular que cada soldadito individual, en proporción con un traje para la oficina, hoy costaría unos 3 pesos actuales. Se justifica así disponer de varios moldes para poder fabricar grandes cantidades de soldados. 
Esta diferencia entre la industrialización argentina y su contraparte europea, implica que los objetos de museo (en realidad, todos los objetos) por detrás de su apariencia inocua o o sobreentendida, a veces ocultan historias que abarcan cuestiones que han marcado y aún definen nuestro presente.
Curiosamente, Schneider nunca fabricó soldaditos. 

sábado, 15 de febrero de 2014

CARNAVAL EN ALGUNAS CUADRAS DE MI BARRIO ( REFINERÍA)

Luego de algún tiempo de no acceder al blog, por cuestiones técnicas de la página, reanudamos el trabajo de investigación y recopilación del patrimonio oral. 
Para recomenzar, hemos elegido un texto enviado por Edgardo Landaluce donde cuenta  sus memorias del carnaval. 
Agradecemos a "Poroto" por sus bienvenidas historias, y aprovechamos para pedirle disculpas por la demora.

Volviendo a las historias ,  recuerdos de mi barrio, vino a mi  aquellos días de carnavales allá por finales de los 50 principio de los 60 y un poquito más.
Eran los días del carnaval una diversión, donde todo el barrio de alguna u otra manera recordaba, a dichos de ciertas personas, esas fiestas paganas, para otros, solo era un momento de diversión , donde se juntaban principalmente los chicos con sus tachitos de leche “Nido”, o latas de aceite “Patito” , algún balde o simplemente una vasija plástica donde juntar agua para mojar al principio al genero opuesto, después de transcurrido un tiempo, a cualquiera que se le cruzara en el camino.
Para que los chicos no se pelearan en una canilla para cargar primero su tacho, en algunas casas se ponía un fuentón grande de zinc; marca “Jaguar”, se iba llenando con una manguera , de allí se sacaba el agua para su tachito. Pero no eran solamente los chicos , también las madres, los abuelos, o sea casi todos los vecinos de la cuadra y la cuadra siguiente.
Recuerdo que la casa de mi abuelo , la primera de un largo terreno, tenia una terraza  que daba a la calle y al pasillo de entrada de las otras casas de atrás, en ella se juntaban varios vecino, en esa terraza, juntaban tachos y fuentones con agua, luego otros abajo trataban de meter  a las vecinas al pasillo, pues la corrían para mojarlas por la calle,  ellas se metían al pasillo para resguardarse y cargar agua en sus tachos, en ese momento al entrar las acorralaban , desde arriba era un vendaval de agua que les caía encima, no podían salir porque en la entrada se paraba un hombre con una manguera en mano y también las mojaba.


Hablando con un viejo vecino del barrio; un poquito más grande que yo; no mucho, me hizo acordar que una vez en un carnaval de esos que jugaban todos en el barrio, abuelas, madres, hermanas, hijos;  dos o tres vecinos  hicieron subir  a las mujeres en el carro del reparto de soda de  “Franco” con la excusa de sacarles una foto de recuerdo, cuando eran varias las que subieron entusiasmadas para que ese momento quede para la posteridad , un vecino al  que le decían “Pepo” tomo las varas del carro y  comenzó a pasearlas por la calle, dando vuelta a la manzana,  mientras otros vecinos al paso del carro les tiraban agua a más no poder, ellas no podían bajarse por estar  en movimiento, al final, si les sacaron la foto, pero quedaron tan mojadas que tuvieron que irse a cambiar de ropa para continuar la fiesta.
Una vez terminado el juego con agua , que casi siempre era a la hora de la siesta, las chicas y los muchachos se encaminaban hacia el club Alba Roja, el que estaba casi al fondo del terreno de mi abuelo, esas chicas y chicos venían a preparar el club para el baile nocturno,  acomodar las sillas, limpiar el piso, poner el toldo, pues la pista era al aire libre, no era un salón, era un patio interno, solo había un baño con puerta de vidrio repartido y una claraboya ovalada dividida en  cuatro vidrios, también había un viejo pileton de material que se usaba para poner la bebida,  que luego se vendía para recaudar fondos para el club.
Les cuento también que la música era con disco de pasta y la bendita púa de metal que siempre se rompía o se gastaba en medio del baile, había que parar para cambiarla , el tocadiscos, así se llamaba el aparato para reproducir la música, cuya cubierta  era de madera, algo rustico, hecho por un carpintero vecino expresamente para el club, al igual que los parlantes.

Bien avanzada la tarde, antes del baile se jugaba con un pomo de goma, recuerdo uno de dos colores, el cuerpo rosa y la tapa amarilla, se podía llenar apretándolo completamente e introducirlo en un balde con agua  dejándolo que se infle entrando el agua a través del agujerito de donde después salía el agua a chorros, cuando lo apretabas,  o sacarle  la tapa tipo tetina, puesta a presión y llenarlo en la canilla directamente.
Luego empezaron a aparecer los pomos plásticos con figuras de los superhéroes de esos tiempos, también figuras de animales, todo servia para divertirse en ese momento.
En algunos bailes solo dejaban utilizar pomos de plomo, como los envases de plásticos de los dentífricos actuales, pero un poco más grande, esos pomos tenían cargada agua perfumada, era imposible rellenarlos, solo servían luego de usarlos, para venderlos como plomo.
A fines del 60 y principio de los 70 en los bailes, el pomo fue reemplazado por un  sachet de plástico, de dimensiones más chicas que los de plomo, llenos también con agua perfumada, eran más fácil de fabricar, no tenían tapa,  solo había que perforarlo y a jugar.
En mi recuerdo no me puedo olvidar de los desfiles de murgas, comparsas, mascaritas sueltas, en la avenida Alberdi, que en tiempo de carnavales se engalanaba con sus luces y música .
Otro momento que me viene a la memoria , pero que salía de nuestro  barrio, era que por ese tiempo, para los carnavales, cuando uno pasaba por la estación  de trenes Rosario Norte en la vereda de enfrente se veía paseando al poeta Aragón, pero vestido con un traje largo, con capa, color rojo con flecos, guardas, color amarillo  como si fuera un rey, portaba un bastón de mando; en su cabeza, una corona: le decían el Rey Momo.
Los tiempos fueron cambiando, o nosotros fuimos cambiando, ya el barrio dejo de jugar al carnaval, solo los chicos se divertían por esos días con el agua , por la tarde eran ellos mismos los que se disfrazaban y salían a la calle a recorrer el barrio.
Espero que esta historia los lleve a esos años, donde había tiempo para todo, reunirse, trabajar ,  divertirse, perder tiempo con tu vecino hablando, los chicos jugando a la bolita, las chicas a la muñeca , las figuritas o simplemente a la arrimadita con una piedra, tan simple como eso, vivir el tiempo, la vida ;  no se si fueron tiempos mejores o peores, eran otros tiempos, esto es una forma de poder volver a vivir nuestras vida en  ese barrio.           
                                                                                         Edgardo “Poroto “ Landaluce  08/2012