LA HISTORIA NO ES EL PASADO, PORQUE TRANSCURRE HOY .
El Museo Itinerante del Barrio de la Refinería, las Jornadas de Cronistas e Historiadores Barriales y el Museo Virtual están declarados de Interés Cultural por la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Rosario y el Honorable Concejo Municipal.
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lunes, 5 de abril de 2010

GRAFFITIS

Como en toda la ciudad, en el barrio también hay graffitis.
No espere el lector inscripciones graciosas,filosóficas  o memorables.
En general, los graffitis en Refinería son simples, bastante adocenados, y hay que ver más estas inscripciones como vestigios o restos de otras épocas antes que alardes de ingenio ciudadano.
Los graffitis que hemos registrados son de tres tipos básicos: el graffiti político, el deportivo (o de hincha) y el amoroso. No tomaremos en cuenta el “tag” o firma estilizada (ejemplo, "Matías estuvo acá"), muy abundante, pero individualista y en el fondo… menos ingenioso aún.
Ya en los años 40, en el barrio pueden verse algunos graffitis, sobre todo políticos.
El “tablón” por excelencia fue el paredón del Túnel o Pasaje Celedonio Escalada.
Sus paredes tenían un espesor 2 cms. de cal, producto del acto de cubrir los graffitis del candidato contrario, o seguir graffitando en nuevas elecciones. El Túnel casi estaba “revocado” con graffitis. Lamentablemente, no se consignó dato alguno de las inscripciones al momento de la limpieza, allá por 1995.
Fotos de los años 40 muestran grandes inscripciones, que  luego se cubrían con cal.
Algunos graffitis del barrio quedaron registrados antes de ese trabajo de restauración, en una foto del museo, otros, de viejas fotos barriales. En general, hay graffitis en todo muro que no tenga dueño, o éste sea inaccesible.
Así, una vieja inscripción de los años 60 - ya cubierta- tacha al gobierno de Onganía de “antipopular”, en un tapial de Santa María de Oro y Cilvetti.
Otro de 1999 proclama las virtudes de Ramón Palito Ortega como Vicepresidente. Sobre la pared de la saqueada Algodonera Argentina, un viejo esténcil propone desde un lejano 1997 a Evaristo (Monti) como intendente y a Roxana Latorre como diputada nacional, en el marco de la Ley de Lemas de 1991. Un ya olvidado Cacho de María se promociona desde el mismo muro.
Los graffitis (en realidad, inscripciones) políticas son como los demás, poco ingeniosos. Proponen las virtudes de los candidatos sin otro argumento que su individualidad.
Por supuesto, no falta la esvástica, "graciosa" manera de graffitar, sin saber nada de su significado. Los graffitis deportivos ponen un poco más de sal a la cosa.
Un 98% son canallas, exceptuando alguno de Newell´s y uno –una rareza- proclama el amor por Lanús, todo esto confirma la raigambre centralista del barrio.
Los graffitis también rescatan al Club Refinería, rescatado del olvido hace pocos años.

Estos graffitis a la vez que glorifican al club, recuerdan hechos “históricos" de la rivalidad local. Uno, también en la Algodonera, recuerda el célebre Pirulazo de Rivarola, que la parcialidad centralista festeja cada 29 de agosto, rememorando cuando en el año 2005 eliminó de la Copa Sudamericana a la Lepra.
Otros graffitis son francamente surrealistas.
Uno, en alemán, proclama Ich liebe dich (Te amo) y está firmado por un tal Von Herzen, seguramente un adolescente que aprendió algo de ese idioma. Algunos vinculan instituciones queridas con el cuadro de los amores: Los hogarcitos Don Orione son de Central reza un paredón.
No faltan los graffitis amorosos: Diego x Jesi, reza un clásico graffiti, en el cual se mantiene la tradición juvenil de escribir “x” como deformación de la “y”. Ahora bien, dado el orden de los enamorados… ¿Machismo de Diego, o gentileza de Jesi?

Los graffitis barriales poseen una cualidad: usan espacios abandonados por el control.
Los muros y paredones son los que escapan a la mirada de dueños concretos. Por eso se usan el Túnel, el baldío o la Algodonera ya abandonada. La única excepción es el del tapial de Santa María de Oro, pero es de una época efervescente de la política, como se sabe.  Una vecina se quejaba, cuando realizábamos el relevamiento:

 
- Son vándalos, si los llego a agarrar escribiendo en el frente los mato, yo ya se adónde viven.


En una casa privada –con dueño- el graffiti es riesgoso y tal vez de corta duración, y hasta el fan de Evaristo Monti tuvo que escribir bien arriba, porque corría el riesgo de que su esténcil fuera borrado rápidamente. En 1997, la Algodonera trabajaba a duras penas, pero tenía un ocupante concreto.
Tal vez los graffitis lleven la marca de barrio. No son importantes ya, sus actores han desaparecido, y probablemente hoy repudien – ya adultos y con hijos y nietos- sus aventuras juveniles con el aerosol.
Pero los graffitis describen, lentamente, una historia común que se va cubriendo y descubriendo, tapando y destapando constantemente, como capas geológicas de una ciudad que se va transformando urbana, social y políticamente.
Tal vez esa sea la tarea final de todo museo: descubrirla.

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