LA HISTORIA NO ES EL PASADO, PORQUE TRANSCURRE HOY .
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sábado, 14 de agosto de 2010

UN VIETNAM EN CASA

La década del 70 significó, en materia de soldaditos, el abandono definitivo del plomo para confeccionarlos, y la adopción, también definitiva, del plástico para la manufactura de estas figuras tan populares.
Se abandonó también - y desde hacía años- el cartón, la madera, la pasta y el metal para fabricarlos, a veces por el material mismo, otras porque no admitían un proceso industrial y hacelos a manos costaba demasiado.
Considerando aparte algunos ejemplares raros de cartón para publicidad, el material pasó a ser, casi sin excepciones, el plástico, de diferentes tipos colores y composición química, con preferencia, para la época,  por el PVC y el polietileno (plástico "duro" y "blando" respectivamente). Su baja toxicidad, su maleabilidad a cualquier molde, su flexiblidad, resistencia y blandura (reducía los accidentes que eran frecuentes con la lata, por ejemplo) lo hacían ideal para fabricar pequeños objetos destinado al uso infantil. Soldaditos importados como los Timpo combinaban plásticos de distintos colores, en soldados móviles y atractivos. La mayor parte de los adultos de menos de 40 años conoce solamente soldaditos plásticos, incluso algún cuarentón jamás vio uno de plomo, juguetes que hoy constituyen buscadas rarezas para coleccionistas.

El Museo posee una colección de estos soldaditos de plástico, de confección bastante tosca, típica de los años 70.
Está hecha de un plástico blando verde oscuro, con vetas más claras,  y que parece reciclado. No es el famoso Plastisol, material suave y tan común en los juguetes de los años 60, usado inicialmente en las muñecas Linda Miranda.
Estas figuras están hechas en un material que presenta rebabas, cortes desprolijos e incluso faltantes de partes, al no haber colado bien el material en el molde.
La elección del color verde militar parece haber sido hecha para ahorrar el color de pintura en los uniformes, "estrategia" muy habitual en los fabricantes.
El material es medianamente frágil, como suele ocurrir con los plásticos compuestos de rezagos de botellas, tapas, bolsas, etcétera. Varios soldaditos han perdido la base, que es la parte más propensa a romperse por el uso intensivo.
Hay varios ejemplares de algunos modelos, de otros sólo hay un ejemplar.
Los soldaditos están en varias actitudes, propias de una infantería diversificada y funcional. 
Si bien hay soldados disparando en diferentes posiciones, hay uno con una radio de campaña, otros lanzan una granada y hay uno armado con pistola que comanda el “grupo” o pelotón, evidentemente un teniente (y así se le llamaba popularmente).
Impresiona un poco la aparición de un herido en el instante de recibir la bala (recuerda un poco la famosa foto de Robert Capa del miliciano, en la Guerra Civil Española).  
Esta colección está casi completa, pero se le ha añadido una pieza que representa a un ametralladorista, que utiliza una vieja arma de pie tipo Maxim, ya anticuada en la Segunda Guerra Mundial. Por lo tanto es casi seguro que no pertenece a la colección, si bien forma parte de otro conjunto no menos clásico, pero correspondiente a la década del 60, con soldaditos más pequeños en la escala.
Los soldaditos de esta colección llevan, además, armas mucho más modernas.
Esto hizo que nos fijemos mejor en las armas de los soldaditos, y podemos ver que se trata de fusiles automáticos del tipo M16, usados por el ejército de Estados Unidos.
Los cascos se han pintado toscamente de color rojo, en un intento de diferenciar una función y a la vez, unir la colección como de soldados “especiales” algo que seguramente se pensó motivaría a los chicos a comprar el juguete.
La época, los fusiles automáticos, más los cascos de red y la especialización, nos lleva a a pensar una inspiración directa en la guerra de Viet-Nam.
No fue una guerra "popular" en el sentido del nacionalismo o la justicia de los fines: en Estados Unidos, y no había día que los diarios no publicaran alguna noticia sobre esta guerra tremenda e inhumana (en realidad no hay guerras que no lo sea), ni día en el que no hubiese manifestaciones y publicaciones en contra de esta tragedia.
Como corresponde a un objeto de consumo de este tipo, la actualidad debió impulsar a los fabricantes de juguetes a fabricar un soldadito actual, moderno, y no los habituales granaderos nacionales, menos dinámicos y desfilando en una paz perpetua.
Esta tendencia, que había comenzado en los 60, reflejar la “actualidad”, se vio más tarde en otros soldaditos del tipo Guerra del Golfo, pero a partir de los años 80, se comenzaron a fabricar casi en forma hegemónica soldados fantásticos, de ciencia ficción: robots, tropas imperiales, superhéroes, o bien personajes de películas y series de TV de moda.
Estos humildes soldaditos (sin marca, aunque que los suponemos de factura nacional) se vendían en librerías y kioscos de barrio.
Las jugueterías prestigiosas como Pinocho o Gulliver no vendían este juguete, demasiado humilde para sus céntricas vidrieras. Pinocho, sobre todo, disponía de una vitrina vertical, armada en torno a una de las columnas interiores del negocio, donde se exponían soldaditos caros, como los Britania de los 60 o los Timpo, ya en la década del 70, estos últimos contemporáneos a estos que posee el Museo.
Los juguetes muestran las pautas de consumo de una sociedad, y estos no son la excepción.
Fabricados para diseñar guerras domésticas, estos soldaditos reflejaron un conflicto terrible y sangriento, del cual los usuarios de los soldaditos tal vez no tuvieron demasiada comprensión. Tal vez es el destino de toda guerra: que no entendamos demasiado su existencia.

1 comentario:

fernando crivelli dijo...

Yo tenía de esos soldaditos, mi papá me traía de esos cuando venía de trabajar... me parece ver al viejo con la bolsita.
Yo lo esperaba en la puerta.
Algún día voy a buscarlos, para decirle a mi papá adonde esté, que no los perdí, y que todavía los tengo, porque él me los regaló.
Gracias por la memoria, chadigo que me hicieron llorar!