LA HISTORIA NO ES EL PASADO, PORQUE TRANSCURRE HOY .
El Museo Itinerante del Barrio de la Refinería, las Jornadas de Cronistas e Historiadores Barriales y el Museo Virtual están declarados de Interés Cultural por la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Rosario y el Honorable Concejo Municipal.
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lunes, 31 de enero de 2011

DE PULPERIAS Y BARES

Dos modelos “tradicionales” en la historia popular son la pulpería y el bar de barrio.

Unidos a dos formas diferentes de ver la historia, y de dos épocas diferentes, una se ha vinculado a lo campero, lo gauchesco y a la soledad de las pampas.
El otro, al barrio, a la inmigración, a la vecindad.
Los historiadores que se ocupan de cada modelo también son distintos.
Mientras unos buscan en la pulpería una época de oro, gauchesca, noble, otros buscan con avidez lo contrario, retratos de malevos, cuchilladas y delincuencia. Sin embargo, formalmente, ambos modelos presentan características similares: lugares de reunión donde podía beberse un vaso de vino o ginebra, jugar naipes o bochas y donde podía comprarse algún alimento o vestimenta. La gente que concurría era del pueblo llano, modesta, humilde y de pocos recursos.
Hasta ahí, pareciera una simple derivación en el tiempo, como si la puilpèría hubiese "naturalmente" derivado en el bar barrial, con sus vermouths reemplazando al aguardiente.
Pero ¿cuáles son sus diferencias, y sobre todo, porqué desapareció la primera, y se mantuvo (hasta hoy) el segundo?

La pulpería surge en la época colonial, y es una forma de comercialización que no sólo es campera, rural, sino también urbana. Su sistema es simple. Pague, y le doy. Esto no implicaba que no se convirtiera en lugar de reunión, en el cual un gran salón permitía la charla, el intercambio social. Si bien no tenía mesas y sillas, trastos, cajones y pequeños bancos podían ser usados y de hecho, se usaban con frecuencia. Con el “pulpero” protegido tras una reja, en la pulpería se vendía todo lo que podía ser consumido, desde bebidas hasta aperos, fideos, anzuelos, telas y sombreros.
La pulpería se podía ubicar en la ciudad o en el campo, aunque en el campo es donde se ve su esencialidad solitaria, de mojón. La soledad de la pampa hacía que el carácter esencialmente social de los seres humanos “necesitaran” lugares de proximidad, si bien los contactos entre las personas en el inmenso campo eras más estrechos de lo que la literatura ha hecho creer. Sarmiento la imaginó -algo despectivamente- un club de gauchos, una institución propia de la "barbarie". Una pulpería urbana posee características de "polirrubro" que la hacía ideal para la gente que venía a la ciudad a abastecerse de toda carencia. En el campo, es un punto o lugar de encuentro.
El bar, en cambio, es esencialmente urbano. Hay bares de pueblo y de ciudad, aunque sería raro hallar un bar solo, en la inmensidad el campo.
En él se encuentran los parroquianos después de la jornada laboral y si no trabajaban, también, gastando los escasos pesos que les quedaban del último sueldo.
Allí el “dueño” estaba detrás del mostrador y si el bar era modesto, era el mozo también.
En algunas ocasiones el bar era también almacén, y no era raro que algún pibe fuese a buscar a su padre para ir a comer, a la vez que cumplía con un mandado…

Pareciera que ambas instituciones, pulpería y bar, son paralelas, de alguna manera. Incluso su disposición es similar: un espacio grande (sin, o con mesas, respectivamente), un mostrador, con un estante enorme detrás donde se exhiben las bebidas y las mercaderías en general.
Poseían mecanismos similares de captación de clientes, como el fiado y la yapa.
¿Cuál es entonces, la diferencia?
Creemos que la principal diferencia es económica y social, además de temporal.

Con la introducción del capitalismo, la producción hiper-especializada urbana obligaba a la fragmentación de la oferta y luego, a la aparición de negocios por rubro específico. Ya no era posible vender muchas cosas en un solo lugar, y los últimos casos de negocios urbanos “polirrubros” no sobrepasaron los años 30. La misma legislación económica respondía esta condición, y hasta hoy, en general impide tener más de un rubro principal.
Ese fue el límite económico de la pulpería, su condición multifacética.
Y a la vez, cambiaba su rol social.

Mientras que el gaucho (el criollo de trabajo rural) viene por la búsqueda de la compañía, el parroquiano del bar (con alta probabilidad extranjero) viene por su soledad en la multitud; en ambos casos es una necesidad humana la que atrae hacia el negocio. Mientras que la pulpería de campo depende muchas veces de la soledad del parroquiano, en el bar depende de la masificación de la sociedad de consumo. El "dueño" del bar depende del cansancio del obrero, de la costumbre del español, de la añoranza del griego, de la incomprensión hacia el turco, todos solitarios en una ciudad que los devora... es la ciudad capitalista, industrial, cosmopolita, como se decía entonces. Están fragmentados, y el sistema económico así lo plantea. La bebida, o los naipes, en una mesa con dos o tres amigos, tienen como objetivo en la pulpería, huir de la soledad; en el bar, huir de la masa, del rigor del trabajo o de la opresión de la miseria. Si abastecimiento, la mercadería y la actividad igualan a ambos establecimientos, los parroquianos los en cambio, los diferencian.


La pulpería desapareció al urbanizarse el país, y especializarse el negocio en bares y almacenes, como vimos. Así, las pulperías urbanas se fragmentaron en innumerables rubros, y ya fue raro que un negocio vendiese anzuelos y fideos a la vez. Ese rol lo cumplieron los almacenes de ramos generales en los pueblos, que desaparecieron a su vez, al fragmentarse nuevamente en especialidades. Uno de esos fragmentos es el bar, el café, el despacho de bebidas, donde no se venden anzuelos, precisamente... Por ende, se fragmentó la clientela. Un italiano va al bar a beber y a la ferretería acompar clavos, su mujer compra bacalao en el almacén. Se ha configurado, en sus mentes, que "cada casa es un mundo" y cada negocio un producto.
El sencillo mecanismo económico de la pulpería no podía sobrevivir en la "nueva" y compleja ciudad capitalista.  Con el simple método de sobrevivir reemplazando lo vendido por nueva mercadería, y de ese saldo vivir incluso biológicamente, la pulpería se convertía en riesgosa. Sobre todo cuando los parroquianos y el mismo pulpero ya tenían necesidades especializadas, muy diferentes a las del gaucho que una vez fueron…
En la ciudad moderna, un "dueño" debía planificar inversiones, estudiar las marcas de la mercadería, lo deseado por sus clientes, vigilar la competencia y los precios. También debía pensar que hacer frente a una crisis, recurrir a préstamos, cómo pagar y cómo cobrar.
Debía comprar esta marca y esta no, ver la forma de pagar una mercadería y serle fiel, evaluar cantidades y calidades. 
Lentamente, de esclavo de la pampa, el dueño del bar se convierte en esclavo del producto, igual que sus parroquianos.
Si pulpero y dueño eran productos de su sociedad y de su clase social, siguieron siéndolo, sólo que clases y sociedades habían cambiado.
El bar soportó en el barrio bastante tiempo en su rol de "escape urbano", hasta que esa huida social que lo caracterizaba se cumplió de otras formas, mediante el cine, la radio y la TV más tarde. La familia había cambiado también, y en los años 70 ya la mujer no toleraba bien las "escapadas” del marido al café. El barrio, ámbito de la vecindad y de la soledad también, generó el bar (su bar) hasta que ya no fue necesario. Luego, el bar fue (aún es) de la avenida, y finalmente del centro.
Por eso la insistencia de los historiadores barriales en las cuchilladas y el malevaje, en la inmigración y la maffia como exotismos, en las anécdotas risueñas e intencionadas, todas marginalidades que eran generadas, justamente, por la imparable dinámica urbana. La mirada del historiador barrial es  una mirada de parroquiano: no es la del despectivo Sarmiento, porque el bar no le es extraño.

Hoy, las pulperías y los bares de barrio son rarezas cuasi publicitarias, y con frecuencia, falsas, escenográficas. Los arquitectos decoradores colocan en estantes viejos sifones, botellas de anticuario y fotos en sepia, para recrear un ámbito de una época donde paradójicamente toda esa parafernalia estaba nueva y en uso: ningún parroquiano hubiese bebido un Fernet con la etiqueta rota y gastada.
Así, los bares "antiguos" son bares nuevos ambientados, y la clase humilde que atendía y bebía en el bar, se "corrió" a una clase media profesional o empleada, que va a "caretear" a la vidriera.
Un ejemplo clásico, El Cairo, era un bar muy degradado, con mesas de fórmica arruinada, que un providencial incendio salvó para transformarlo en un bar nuevo, donde las manchas de humedad se han imitado con pintura...
En San Antonio de Areco, viejas pulperías se han reciclado en lugares turísiticos, aptos para que comamos un asado y nos saquemos fotos, tal vez rodeados de "gauchos" de apellidos a veces italianos. Los objetos expuestos coinciden, más o menos, con los del bar, y la diferencia es meramente formal: una cabeza de vaca yace al lado de la botella vieja de Cinzano, las latas de dulce de batata son las que el bar habría vendido en los años 50. Sólo los lazos, hierros de marcar y boleadoras colgando dan la pauta de su ruralidad, elementos de dudosa aparición en las pulperías originales.

Como fotos viejas en portarretratos nuevos, los originales de bares y pulperías se han fundido en un tiempo pasado, donde la convivencia era a la vez un problema, un placer y un anhelo.
Tal vez por eso Rosario (que nunca tuvo pulperías importantes) tiene tantos bares todavía hoy, y vamos a ellos, sobre todo si llueve. Aún nos hacen falta.

viernes, 21 de enero de 2011

SCHLAU

La historia de una ciudad puede ser también la de alguna de sus industrias.
Traspasando los límites del barrio, hacia el sur, una alta chimenea nos muestra lo que fue, alguna vez, la Cervecería Schlau. Si bien no estaba en el barrio, su presencia es constante, ya que su chimenea (bastante más baja que las de la Refinería Argentina) es una de las últimas que quedan incólumes en Rosario.
Durante mucho tiempo fue el símbolo de Schlau, cuyas cervezas fueron muy comunes y apreciadas. La simple verificación de las muchas fotos que posee el museo, nos dará por resultado ver que en las mesas de fiestas, cumpleaños y agasajos, la ovalada (o redonda) etiqueta de la cerveza Schlau estaba siempre presente. De 15 fotos observadas, vemos que esta cerveza está visible en 12 fotos. Probablemente haya sido más barata que otras cervezas populares (1).
La historia de “La Schlau” comienza en 1858, cuando Federico Pommerenke instala en Entre Ríos y Catamarca, (esquina sudoeste) una cervecería "a la alemana".
No duraría mucho en el negocio. Este empresario vende la empresa, en 1860, a Gustavo Bley, el que, a su vez, la vende en 1866 a Federico Angel.
En 1870 pasa a denominarse Cervecería Alemana, cuando un empresario industrial, Fernando Magdelín adquiere la firma, ganando un premio nacional y otro internacional por su producto. Sin embargo, los avatares económicos hacen que su dueño se encuentre en una posición socialmente comprometida, y las deudas finalmente lo llevan al suicidio. Para la época, las deudas eran una carga moral importante y más en familias alemanas de religión protestante.
En 1886, adquieren la fábrica Carlos Schlau y Federico Strasser, alemán y suizo, respectivamente. Alemanes y suizos eran los que poseían, junto a los ingleses, el “monopolio del conocimiento” de la fabricación de la cerveza, lo que hoy llamaríamos el “know-how” (saber cómo se hace). El agua del Paraná era fundamental por su ausencia de sales.
En 1893, se separan por cuestiones de dirección de la firma, y Carlos Schlau. se convierte en el solitario dueño de la vieja Cervecería Alemana.

Strasser no deja el negocio: compra la cervecería Santa Rosa, de Costa y Falcone, frente a la actual Plaza Santa Rosa, de la que tomaba el nombre.
El nuevo dueño, un piadoso luterano, cambia por el de Cervecería Strasser, y previsor, diseña e instala una fábrica de hielo, ya que la cerveza comienza a beberse fría, a diferencia de la vieja costumbre de beberla a temperatura ambiente, o sea, “caliente” como decimos hoy.
La cervecería no funcionaba bien económicamente, siendo necesarios muchos cambios de tipo técnico, y ya con el “know how” alemán no bastaba, para un público consumidor bastante más amplio que la colectividad germánica.

Los hermanos Wiedenbürg, adquieren a Strasser la cervecería, cambiándole el nombre por el de Cervecería Germania. Al comenzar la primera guerra mundial, sufrió -por motivos aparentemente políticos, aunque desconocidos- una gran reducción de sus ventas.
Por ello, más tarde la adquirió el consorcio de los Bemberg, dejando de producir cerveza y funcionando solo como fábrica de hielo durante 30 años más. Strasser, solo y arruinado, pero sin deudas (pagó religiosamente sus obligaciones) moriría en un banal accidente con su bicicleta, de la cual se cayó, en calle Rioja y Balcarce.
La cervecería de Schlau, en cambio, había adquirido un importante desarrollo, al verse restringido la oferta cervecera. Ofrecía varias marcas: Salvador, Porter, León y Rosario Especial.
Como se ve, y acompañando las profundas transformaciones económicas de la época (la aparición de un capitalismo hiperactivo, abisorbente y con tendencia al monopolio o trust) la industria cervecera cambiaba de manos con cierta rapidez.
En 1907 muere el ya anciano Carlos Schlau.
Convertida la fábrica en Sucesión de Carlos Schlau, el grupo Bemberg – ya un importante monopolio- compra a su viuda la vieja Cervecería Alemana y le pone el nombre de Cervecería Schlau. La marca estaba instalada definitivamente, y la "guerra de precios" de las cervezas quedaría resuelta por la concentraciòn monopólica, solución favorita del grupo Bemberg.
La Cervecería Germania también habbía sido adquirida e integrada a la Cervecería Quilmes.
Para evitar una marca más, se la cierra, quedando reducida a fábrica de hielo, un elemento que ya es inseparable de la cerveza.
El holding Bemberg ya es imparable en el rubro, con Quilmes, Palermo, Bieckert y Schlau como marcas de gran consumo en la ciudad, y comienzan a ser llamados “los Barones de la Cerveza”, aludiendo tanto a su carácter monopólico como a su origen alemán. Sólo la Cervecería San Carlos se resiste a ser absorbida, y desde San Carlos Sur, norte de Santa Fe, donde aún continúa sus actividades.
La técnica Bemberg es comprar, absorber, reformar, diversificar y/o vaciar las empresas de la competencia. Todo dentro de la estrategia cervecera del holding.
En 1914, la firma Cervecería Schlau construye la fábrica de calle Brown, de la que hoy sólo pueden verse algunas construcciones y la chimenea. Su arquitectura remite a construcciones germánicas del principios del siglo XIX, con almenas, y detalles aproximativos a las casas burguesas alemanas.
La denominada Barraca Germania de Francia y Brown es el “residuo fabril”, con el mismo estilo de la Schlau,  de la vieja Cervecería Germania. Ésta fue reducida a fábrica de hielo por los Bemberg, y que fue clausurada en 1928, cuando ya el hielo era relativamente barato y accesible. De todo el complejo arquitectónico "alemán" es lo único que queda.
Las construcciones se suceden, con silos para guardar el cereal, que aún pueden verse. Un ramal de vía férrea se destinó a la salida de productos.
Estatizada en los años 40, la fábrica formó parte de las empresas estatales que el peronismo controló de manera no muy eficiente, ya que en todas las cerevecerías donde se intervino, el sindicalismo tendió a suplantar a los técnicos con experiencia, suplantándolos por personas importantes del gremio, pero sin demasiados conocimentos de planificación o producción.
La empresa es devuelta a la familia Bemberg en 1959, tras el derrocamiento del presidente Juan Domingo Perón. En los años 60, lanza marcas nuevas y mantiene las otras tradicionales: Pilsen Especial, Bock Especial, y barriles (chopp) de cerveza Porter y León.
Tras una decisión empresarial (2),  la cervecería Schlau cierra su producción en 1978, demoliéndose en los años 80 gran parte de su planta fabril. Ya el inmenso galpón que daba sobre las vías.
Si observamos esta breve historia, la cervecería Schlau es una especie de “muestra evolutiva” de la industria nacional.

De fábrica eminentemente artesanal, para relativamente pocos consumidores (alemanes, suizos, connoisseurs), la cerveza se volvió un producto de gran consumo. Recordemos que en 1858, inicio de la industria cervecera, la población era de 9785 habitantes.
En 1880, la población de Rosario era de unos 50.000 y en 1910, ya pasaba de 100.000. Ya no era suficiente una fábrica artesanal, y las inversiones no eran recuperadas rápidamente con las ventas, ya que era una población en crecimiento, pero muy cambiante en sus gustos. La mano de obra disponible era poca, y la cerveza obtenida, finalmente, era cara y escasa, por lo que creemos que el público optaba por el vino o la ginebra. También se producían fluctuaciones en las tecnologías. Por ejemplo, las primeras botellas eran de gres cerámico, de engorrosa fabricación, con un cierre de corcho o “a manija”, y precintos de papel plomo.
Estos envases fueron reemplazados a fines del siglo XIX por las más baratas y sencillas botellas de vidrio oscuro, de diversas formas y tamaños.
Originalmente, el “porrón” era de ¾ litro, y era una medida española de vino, a partir de los años 30, para pedir una botella de 3/4 se pedía "una cerveza" y para pedir una botella de litro, "un porrón". Las costumbres van variando, y disminuye el consumo de la cerveza en invierno, que inversamente, se dispara en verano.
La inclusión de nuevas técnicas ya no bastaba, debía acelerarse la producción manteniendo al calidad, y eso, con pocos capitales disponibles, ya no fue posible. Sólo el monstruo económico del holding Bemberg podía diversificar la producción, ofertar varias calidades y a la vez, monopolizar el ramo.
El método Bembreg, comprar, concentrar y desmantelar fábricas, para eliminar las competencias, dio resultados inimaginables para los viejos cerveceros: el monopolio cervecero, que abarataba el producto, pero fijaba los precios.
También las nuevas épocas significaron un nuevo uso del producto, que ya no se consumía en la soledad de la casa de un alemán. Se comenzó a beber en bares y en fiestas, y la breve botella cerámica se reemplazó por botellas más baratas, limpias y retornables, para beber socialmente. La botella se comenzó a compartir.
En este nuevo marco, los sencillos cerveceros alemanes no pudieron competir contra el capitalismo industrial, ambicioso y voraz.
La producción debía acompañar y aún generar las preferencias sociales, cosa que incluso moralmente, Strasser o Schlau no podían permitirse.
Su final -como empresarios y como personas- fue oscuro como esa cerveza que supieron fabricar y que, para nuestra sorpresa, se bebía… demasiado caliente para nuestro gusto.
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(1) El párrafo ha sido corregido: ver comentarios.
Fue un error poner la cerveza Quilmes entre las cervezas, puesto que  las 15 fotos pertenecen a épocas distintas, abarcando desde 1930  1966. En ninguna las 15 fotos aparece una cerveza Quilmes, y si en 2 botellas de San Carlos.
Debieron usarse fotos contemporáneas a todas las cervezas.
(2) El párrafo ha sido corregido: ver comentarios.

El original hablaba de "arduas dificultades financieras", de acuerdo a una revista comercial (Revista Tendencias, N°3, Buenos Aires, 1991: 14).
Si bien no es un dato demasiado importante, hemos preferido el testimonio directo, puesto que la revista es una fuente poco confiable, ya que habla en forma muy genérica de la industria cervecera.
El lector Daniel y un obrero de la cervecería consultado, Jorge, coinciden que la fábrica cerró luego del pago de indemnizaciones y por una cuestión comercial, aunque "se pensaba cerrarla desde hacía mucho" según Jorge, ya que el mercado preferido por la Schlau era el porteño y bonaerense. Al parecer, la alta calidad de la cerveza y el procedimiento empleado no justificaba una fábrica individual, para un mercado relativamente pequeño como el rosarino.
Hemos preferido entonces alterar el párrafo, sin más indagación, que quedará para otro artículo sobre el cierre de las industrias del barrio.
Gracias a Daniel y Jorge, por supuesto.
Las fotos de esta página y la  historia completa pueden verse en: http://www.cerveceriaschlau.com.ar/otras_fotos.htm
Para ver la hsitoria del grupo Bemberg:

REINICIAMOS ACTIVIDADES

El Blog inicia nuevamente sus actividades luego de un breve receso por las fiestas de fin de año. Comentamos brevemente las actividades y proyectos en desarrollo.
  • Se está estudiando la posiblidad de un tener un depósito visitable, a fin de exhibir algunas piezas notables del Museo, hasta tanto se consiga una sala expositiva estable.
  • Se ha planificado tener un sitio para poder realizar reuniones o pequeñas charlas explicativas para grupos muy reducidos (no más de 6 personas), a partir de marzo.
  • Se proyectaron varias exposiciones, y se está diseñando la temática para el VI Encuentro Nacional de Historiadores y Cronistas Barriales, a llevarse a cabo a fin de año.
  • Se ha implementado un libro de visitas al efecto.
  • Se han enviado cartas a la Secretaría de Cultura municipal y al Concejo Deliberante con distintos proyectos y solicitudes.
  • Se programarán, de ser posible, actividades conjuntas con otros museos.
  • Se comenzará a trabajar el tema de los viejos oficios del barrio, apostando a una "didáctica del trabajo", para poder armar, con los chicos de la escuela, una historia laboral de Refinería.
  • Se continúa con la recopilación de entrevistas a vecinos, y el registro de fotos y documentos.