Con la demolición, muchos materiales originales de la construcción fueron rápidamente desechados y, lo màs rápidamente posible, recolectados por el museo.
Uno de los más interesantes fue una baldosa que formaba parte de un piso fabril ubicado en el edificio que da hacia el norte, el cual será remodelado y ampliado en las modernas obras actuales, que transformaràn la fàbrica en departamentos de lujo.
La baldosa en cuestión es de color amarillo, es de alta dureza y, analizando su material de una cerámica compacta. Mostramos la parte màs elocuente de ella, su dorso, que presenta varias inscripciones, algunas de dificil lectura.
Actualmente la llamaríamos “porcelanato” y consiste en una masa cerámica homogénea, de fina granulometría, horneada a altísima temperatura, hasta alcanzar un semivitrificado. La presencia de una baja granulometría (los “granos” de feldespato de la cerámica) implica que la masa será compacta, sin huecos. La pieza resultante es sumamente dura, con bajo desgaste al trànsito, y de una baja rugosidad, aùn a pesar del tiempo transcurrido y el uso de 120 años.
La más legible e históricamente accesible de las inscripciones del dorso, es la que reza “DEIDESHEIMER”. ¿Qué significa ese nombre?
Tal vez se refiera al método CZERNY – DEIDESHEIMER, que implicó incorporar el gas como parte de la cocción de la cerámica, a la vez que, para reforzar a cocción, se hacían pasar nuevamente los gases de la combustión por la cámara donde se cocinaban las piezas.
El resultado de esta “retrocombustión” eran piezas muy compactas y duras, sin deformaciones y con menor consumo de energía (calórica, o sea, gas) para la calidad obtenida.
Si bien el resto de las inscripciones son menos legibles, con estos datos ya podemos saber que el resto de la inscripciòn en la baldosa dice: "NEUSTADT a d . HDT".
Mientras que las baldosas comunes de cerámica "artesanales" se realizaban en moldes de madera, y ya secas se enviaban al horno de leña, las baldosas amarillas de alta dureza se fabricaban con métodos más eficaces, sin desperdiciar los recursos y sobre todo en gran cantidad. Los hornos europeos, en serie, funcionaban con fuel-oil o gas, de mayor poder calòrico que la madera, usada por los rùsticos hornos nacionales.
Es por ello que las baldosas amarillas, por el estado de la industria argentina, debían ser importadas desde Europa, como las tejas, e incluso cerámicas de uso hogareño para patios y terrazas de la àpoca. Varias de este tipo se hallaron en las obras, hechas en Francia.
Era entonces necesario importar las baldosas en gran nùmero, a pesar que existía una excelente arcilla roja en la región, y en la ciudad había varias industrias cerámicas bastante antiguas. Debemos recordar que la cerámica en la ciudad era artesanal. La fábrica Wrinkler, por ejemplo, de 1870, era esencialmente una industria de alfarería (cacharros y macetas).
Eran necesarias maquinas específicas para producir grandes cantidades de piezas (baldosas o tejas) con gran calidad y resistencia. Las baldosas, por supuesto debían estar disponibles en cantidad ràpidamente, poseer alta resistencia al desgaste y la rotura, soportar el peso de carros y carretillas, y los frecuentes golpes de cajones y herramientas además del tránsito de los obreros.
Es interesante que, en 1888, un año antes de fundarse la Refinería, la Exposición Industrial organizada por el Gobernador Josè Gàlvez, reuniera bajo el nombre de “industria”, productos discretamente elaborados, en general destinados a labores agrarias: tranqueras, arados, rejas, fumigadoras, barriles, aperos, coches y carros, verjas para estancias, herraduras y “una máquina para destruir vizcachas”. Esta exposición estaba ubicada casi al lado de la Refinería, en la desembocadura del “Arroyito” (el arroyo Ludueña).
La Refinería ya en producciòn, utilizó, por primera vez en Argentina, los métodos modernos de fabricación: explotación intensiva, optimización de recursos, producción masiva, reinversiòn planificada, diversificación en la oportunidad, salarios estratificados por funciòn, màxima plusvalìa.
¿Puede una simple baldosa mostrar el estado de la economía nacional a fines del siglo XIX?. Tal vez sì, tal vez no: pero siempre es posible leer más allá de la simple apariencia del objeto muerto y silencioso, hacerlo hablar, describir su contexto, que es el de nuestra historia.
Esa es la misión del museo.
Nota: la patente norteamericana del pavimento de Augusto Deidesheimer, de 1913, puede verse haciendo clic en la siguiente direcciòn :
Allì se exhibe el registro original en formato pdf.
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