Un anticuario amigo nos trajo el pedazo de papel.
En el texto mencionaba a la Refinerìa, por lo tanto tenía importancia para nosotros.
Cubría la parte trasera de un cuadro, y era un trozo de diario, ya amarronado por el tiempo. Su fecha aún es incierta. El texto reza:
GOLDEN SYRUP – DULCE INGLES
EL MEJOR Y MAS SANO POSTRE. EXCELENTE PARA EL DESAYUNO. ALIMENTO ECONOMICO Y DE UN ALTO VALOR NUTRITIVO.
FABRICADO POR LA REFINERIA ARGENTINA
AGENTES DEPOSITARIOS EN ROSARIO:
THOMPSON Y TISCORNIA
CORDOBA 823
La traducción sería “Jarabe Dorado”.
Fue inventado en Escocia por Abram Lyle, el cual pudo aprovechar los residuos del refinado del azúcar. Transformando la melaza, Lyle pudo convertirla en un producto consumible y no cristalizable. La melaza de azúcar (sacarosa) que era antes un residuo de la refinación, es acidificado para que la sacarosa “se invierta” químicamente, asì, se divide y produce glucosa y fructosa. Este jarabe invertido se mezcla otra vez con el jarabe original para dar un producto nuevo. El secreto del Lyle’s Golden Syrup era la mezcla final de sacarosa, glucosa y fructosa que hace que el jarabe sea tan espeso y aterciopelado, pero que no cristaliza, y no produce “carraspera” (no irrita la garganta).
La producción de la fábrica de azúcar podía así aprovechar casi toda la materia prima, obteniendo tanto el azúcar como la melaza, las fibras, denominadas bagazo, para forraje o abono, y el Golden Syrup.
Esta forma de explotación “intensiva” fue una herencia del método del fundador.
Ernesto Tornquist trababa de extender constantemente la industria argentina, fabricando productos que sólo podían importarse. Ante la carencia de materiales cerámicos y con una buena materia prima disponible, fundó la fábrica FERRUM; idéntico proceder tuvo en la metalurgia con las industrias TAMET.
En cada empresa, la fabricación debía aprovechar cada elemento, cada vatio de energía, cada hora hombre de trabajo.
En este cuadro económico debemos encuadrar el Golden Syrup: en la intensidad de la explotación.
No se trata de la artesanal fabricación de la miel de caña, mediante el burdo prensado de la caña con anticuados trapiches de tracción a sangre.
Es notable la diferencia: mientras la miel de caña producía unos cincuenta de litros por semana, con técnicas rudimentarias, la Refinería producirá miles de kilos de Golden Syrup en ese mismo tiempo, tanto como azúcar produjera. El azúcar, en la miel de caña, no podía ser producida. Era azúcar o miel, no hay producción simultánea.
Se trata de colocar en el mercado un producto barato y masivo, aprovechando al máximo la materia prima y la mano de obra ya empleada. La industria moderna, intensiva, aprovechaba cada gramo de materia prima, en cambio la producción artesanal extensiva era de simple subsistencia.
La producción del Golden Syrup comenzó en septiembre de 1919, para reducir los gastos de producción, pero también para paliar una grave escasez de materia prima. La Refinería tambien producía un "Melado Antillano" (un refineado de la melaza) y forraje hecho del bagazo. Asimismo, en base a las explotaciones madereras, se hacía un tipo de pegamento resinoso y se extraía tanino, provenientes ambos de la madera de quebracho.
A pesar de ello, las condiciones después de la gran debacle económica de 1929 hicieron tan duro el camino industrial que la Refinería Argentina de Azúcar cerrará sus puertas a los pocos años, en 1932. En esos años desaparecerían también los establecimientos con nombres tradicionales: Tiscornia, Pinasco, Castagnino, Chiesa, Recagno…
La combinación de crisis mundial, una redistribución del papel internacional de los países, las transformaciones económicas, sociales y políticas internas y el corte abrupto del flujo de dinero de las exportaciones agrarias (azúcar incluido) haría que el mercado se convirtiese en interno, pero de gustos específicos anclados en las clases populares. Ya la Refinería no era la exclusiva refinadora de azúcar, había mucha competencia y el azúcar estaba en todas las mesas a un precio barato. Encima, tenía importantes deudas por el alquiler y compra de máquinas.
Tampoco había dinero fácil. No se importarían ya masivamente dentífricos de Francia o jabones ingleses, jarrones y cuadros. La sustitución de importaciones promovería una industria completamente diferente a la de fines del siglo XIX. Y mucho menos había créditos, como antes de 1914...
La Refinería Argentina era un gran aparato ultramoderno, un "gadget" que costaba mucho mnantener, y cuya producción no era ya solicitada.
Su suerte estaba sellada.
Pero la base económica capitalista, para 1930, ya estaba echada en el país y la ciudad.
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