De entre los libros que tiene el Museo, uno de ellos es muy particular, puesto que contradice la visión almibarada e idílica de la inmigración, hoy vista como una aventura gloriosa.
El libro se denomina La Argentina que yo he Visto y es de Manuel Gil de Oto.
Por ciertas referencias del texto, suponemos que es de 1915, si bien fue publicado en la década de 1930. Carece de fecha de impresión.
"Nuestros abuelos" no fueron tan santos ni tan esforzados, para Manuel Gil. Él es un español que viene a la Argentina "a ver". Viene prevenido por sus compatriotas, que le avisan que no tome contacto con españoles inmigrantes, puesto que son audaces, corrompidos por el dinero, avariciosos.
Considera a la Argentina como “una región asaltada y entrada a saco (a saqueo) por un ejército de brutales conquistadores, sin otra aspiración que recoger a toda prisa el botín que juzgan merecer”. Esta mirada feroz contrasta con el “crisol de razas” y la epopeya inmigratoria, propia de museos y libros costumbristas, y de agradable sabor.
Considera a la Argentina como “una región asaltada y entrada a saco (a saqueo) por un ejército de brutales conquistadores, sin otra aspiración que recoger a toda prisa el botín que juzgan merecer”. Esta mirada feroz contrasta con el “crisol de razas” y la epopeya inmigratoria, propia de museos y libros costumbristas, y de agradable sabor.
Este, en cambio, es un libro amargo. La portada - que reproducimos arriba- muestra una multitud de españoles, algunos vestidos a la usanza "payesa" (campesina) corriendo en tumulto detrás de un billete con alas, que se les escapa... se alcanza a ver algún herido, o muerto por el tumulto.
De la Argentina dice: "Yo no he acertado a ver en la Argentina otra cosa que un país nuevo, mejor aún, un país en formación, en el que gentes llegadas de cien naciones distintas luchan con furia desesperada para hacerse ricas en poco tiempo"
El autor se considera a igual distancia “de la aristocracia y del pueblo”, da cuenta de su cinismo, y lo propala, y dice que "del tiempo que he pasado en Argentina guardo recuerdos más desagradables que impresiones gratas”. Así, sin hipocresía, se ubica en el poco humilde trono de la naciente clase media, y es crítico, pero sin modificar la realidad, es equidistante, pero a la vez burlón con los menos pudientes o afortunados.
El autor se considera a igual distancia “de la aristocracia y del pueblo”, da cuenta de su cinismo, y lo propala, y dice que "del tiempo que he pasado en Argentina guardo recuerdos más desagradables que impresiones gratas”. Así, sin hipocresía, se ubica en el poco humilde trono de la naciente clase media, y es crítico, pero sin modificar la realidad, es equidistante, pero a la vez burlón con los menos pudientes o afortunados.
El libro alterna prosa con poemas; no está de más copiar unos fragmentos.
Después de soportar en la Aduana
Un registro molesto e injurioso,
atravieso un galpón, y piso ansioso,
tierra que de mi tierra creo hermana.
Un mundo heterogéneo, que se afana
Por servirme, me embiste codicioso;
logro escapar, y un cochero ruinoso
Me lleva a la Cartago americana.
.....................................................................
Me despierta un mucamo filipino
Un griego me da el te, un ruso el baño,
Es mi hotelero un japonés huraño
El portero alemán, y el botones, chino.
El mate también cae bajo su mirada impiadosa:
El mate no es bueno ni malo
Como el café, el te y el tabaco
El mate es un veneno
Que ni cura ni mata. Yo no ataco
Al hombre que sin juicio
Hace del mate su constante vicio
Que la vida, sin vicios, fuera sosa;
Mas combatir pretendo, por dañina,
La manera asquerosa
Como se toma mate en la Argentina.
La emprende contra el gaucho también:
-¿Tiene el gaucho algún vicio? Ser borracho
-¿Tiene alguna virtud? Ser valiente
-¿Incrédulo o piadoso? Indiferente.
-¿Tiene capacidad? La de un muchacho.
No es necio, sino astuto y vivaracho
No es flojo e incapaz, sino indolente;
pide, promete, se desdice, miente,
Provoca, riñe y mata sin empacho.
Después de soportar en la Aduana
Un registro molesto e injurioso,
atravieso un galpón, y piso ansioso,
tierra que de mi tierra creo hermana.
Un mundo heterogéneo, que se afana
Por servirme, me embiste codicioso;
logro escapar, y un cochero ruinoso
Me lleva a la Cartago americana.
.....................................................................
Me despierta un mucamo filipino
Un griego me da el te, un ruso el baño,
Es mi hotelero un japonés huraño
El portero alemán, y el botones, chino.
El mate también cae bajo su mirada impiadosa:
El mate no es bueno ni malo
Como el café, el te y el tabaco
El mate es un veneno
Que ni cura ni mata. Yo no ataco
Al hombre que sin juicio
Hace del mate su constante vicio
Que la vida, sin vicios, fuera sosa;
Mas combatir pretendo, por dañina,
La manera asquerosa
Como se toma mate en la Argentina.
La emprende contra el gaucho también:
-¿Tiene el gaucho algún vicio? Ser borracho
-¿Tiene alguna virtud? Ser valiente
-¿Incrédulo o piadoso? Indiferente.
-¿Tiene capacidad? La de un muchacho.
No es necio, sino astuto y vivaracho
No es flojo e incapaz, sino indolente;
pide, promete, se desdice, miente,
Provoca, riñe y mata sin empacho.
En algún punto don Manuel se sorprende que el mozo de bar sea una persona con derechos iguales a cualquier ciudadano - iguales a los de él mismo- cuando para el autor es simplemente... un sirviente.
O que la avaricia y especulación de sus compatriotas e Buenos Aires no descanse ni por la noche... para no dejarlo dormir con su ajetreo de ciudad cosmopolita.
En un poema cruel narra las desventuras de un inmigrante avaricioso y taimado, Pachín, sólo para decir que un tipo así en España hubiese merecido la horca:
.
No tiene para el comercio
màs instinto que el del agio
más empeño que la usura
ni más arte que el de Caso
pero con esto le basta
para ganar sin trabajo
con astucias, que hace pródigo,
dinero que esconde avaro
Y como la ley que al débil
tortura, al fuerte da amparo
morirá rico y con honra
quien debió morir ahorcado.
.
Luego le emprende con otros poetas, literatos y autores teatrales, que se ven y leen en Argentina. Entre éstos, también ahorcaría al poeta Emilio Carriere, cuando dice, comparándolo con un célebre pícaro español:
.
(...) satírico injerto en un pillo
que vivió a lo Estebanillo
para tener un final
casi honrado
pues murió en un hospital
debiendo morir ahorcado.
.
Este interesante libro –más allá de la resistencia que pueda provocarnos- es una mirada diferente sobre un tema que se ha formado de forma idealizada, como es el de la inmigración.
No es frecuente este tipo de perspectiva, pero enriquece la comprensión de un tema que creíamos ya visitado y aceptado como un folklore sin mayores reflexiones.
No es frecuente este tipo de perspectiva, pero enriquece la comprensión de un tema que creíamos ya visitado y aceptado como un folklore sin mayores reflexiones.
Al menos, es una mirada diferente, menos "romàntica".
Aunque no nos guste.
1 comentario:
muy bueno el blog!ta muy bueno
Publicar un comentario