Los testimonios son importantes a la hora de definir ciertas costumbres, lugares y hechos. Su estudio general importantes avances en el concimiento del barrio, porque de cada testimonio surgen nuevos temas, nuevas referencias. De los testimonios surgen también las subjetividades, tanto o más importantes que los datos. Desde ese lugar, Sandra Guerrero nos cuenta su infancia.
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En el almacén había un gran mostrador frente a la entrada, con balanza, frascos detrás del que despachaba, detrás también una puerta abierta que daba al patio de la parra desde donde entraba o salía la señora para buscar otros artículos. El almacenero usaba papel de diario o papel gris para envolver ciertos productos.
A la hora de la siesta, nadie hacía los mandados ni se molestaba. Si había una urgencia, me acuerdo de haber golpeado la persiana que daba a calle Rawson casi susurrando:
A la hora de la siesta, nadie hacía los mandados ni se molestaba. Si había una urgencia, me acuerdo de haber golpeado la persiana que daba a calle Rawson casi susurrando:
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-¿Doña Antonia?
Como diciendo...
-¿Me escucha?
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El piso tenía maderas largas, había bolsas paradas al lado del mostrador conteniendo fideos de distintos tamaños y formas.
Sé de otro almacén en calle Monteagudo y Gorriti, el de Doña Griselda, una yugoslava que aún vive. Ella tenía depósito en el sótano y trabajaba mucho, aún se ve la casona.
Mi madre me llevaba a caminar por las vías hasta recorrer la barranca donde estaba la yerbatera, era una aventura para mí. Iba los domingos, juntaba piedritas, subía, trepaba y nos sentábamos a ver pasar los barcos, el trabajo de carga de ese sector, escondido del barrio, era hermoso. No sabíamos nada de la contaminación ni de peligrosos personajes. Sólo recuerdo pescadores en el muelle de la barranca. Algún ceibo, pasto, flores y cereales que volaban con el viento.
Después volvía a tomar la leche a casa y en la vuelta pasaba por Gorriti “al fondo” donde estaban aún los conventillos, la maestra de Corte y Confección, la maestra de Dibujo… y yo espiaba esos pasillos con muchas puertas y chicos que jugaban a la pelota en la calle.
En mi cortada se jugaba por la noche en la calle, era de tierra. Los vecinos aún siguen reuniéndose en verano, pero con la inseguridad cada vez son más cortas las estadías en la vereda. Recuerdo que la mayoría de los vecinos eran trabajadores del ferrocarril, electricistas, mecánicos, administrativos, hasta una vieja casa de ingleses (hoy ya no está) que tenía una fuente con peces, la vereda más alta que el resto, dos balcones a la calle, y tenía salida por Vélez Sársfield.
Frente a la casa de mis padres, otra casona, hoy inquilinato reciclado, mal. Con un piso alto, entrada con jardín, gallinero en el fondo, otra entrada en el costado. Desde el patio de mis padres me asomaba y veía un hermoso fondo con laurel, aún está. Tenía un baño muy lindo, la visité un día, con bañera de patitas de león, grifos grandes… se vendió todo y hoy la ocupan unos jóvenes que nada hicieron por mantenerla, se fueron robando todo, hasta los azulejos de la entrada.
Por Gorriti esquina Rawson, un conjunto de casas muy bonitas, con techos altos, jardines internos, sótano… Yo visitaba todas estas casas con mi madre que era peluquera y hacía su trabajo a domicilio. Allí me esperaban con galletitas o caramelos y me dejaban recorrer el jardín…
El piso tenía maderas largas, había bolsas paradas al lado del mostrador conteniendo fideos de distintos tamaños y formas.
Sé de otro almacén en calle Monteagudo y Gorriti, el de Doña Griselda, una yugoslava que aún vive. Ella tenía depósito en el sótano y trabajaba mucho, aún se ve la casona.
Mi madre me llevaba a caminar por las vías hasta recorrer la barranca donde estaba la yerbatera, era una aventura para mí. Iba los domingos, juntaba piedritas, subía, trepaba y nos sentábamos a ver pasar los barcos, el trabajo de carga de ese sector, escondido del barrio, era hermoso. No sabíamos nada de la contaminación ni de peligrosos personajes. Sólo recuerdo pescadores en el muelle de la barranca. Algún ceibo, pasto, flores y cereales que volaban con el viento.
Después volvía a tomar la leche a casa y en la vuelta pasaba por Gorriti “al fondo” donde estaban aún los conventillos, la maestra de Corte y Confección, la maestra de Dibujo… y yo espiaba esos pasillos con muchas puertas y chicos que jugaban a la pelota en la calle.
En mi cortada se jugaba por la noche en la calle, era de tierra. Los vecinos aún siguen reuniéndose en verano, pero con la inseguridad cada vez son más cortas las estadías en la vereda. Recuerdo que la mayoría de los vecinos eran trabajadores del ferrocarril, electricistas, mecánicos, administrativos, hasta una vieja casa de ingleses (hoy ya no está) que tenía una fuente con peces, la vereda más alta que el resto, dos balcones a la calle, y tenía salida por Vélez Sársfield.
Frente a la casa de mis padres, otra casona, hoy inquilinato reciclado, mal. Con un piso alto, entrada con jardín, gallinero en el fondo, otra entrada en el costado. Desde el patio de mis padres me asomaba y veía un hermoso fondo con laurel, aún está. Tenía un baño muy lindo, la visité un día, con bañera de patitas de león, grifos grandes… se vendió todo y hoy la ocupan unos jóvenes que nada hicieron por mantenerla, se fueron robando todo, hasta los azulejos de la entrada.
Por Gorriti esquina Rawson, un conjunto de casas muy bonitas, con techos altos, jardines internos, sótano… Yo visitaba todas estas casas con mi madre que era peluquera y hacía su trabajo a domicilio. Allí me esperaban con galletitas o caramelos y me dejaban recorrer el jardín…
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Aca debajo dejamos un videoclip con vistas del barrio, con una rancherita: La Niña del Almacén, tema de presentación del programa radial Almacén la Candelaria, que se escuchaba los domingos a las 10, por LT2.
Abajo, la letra.
La Niña del Almacén (1973)
A. Rossi - A. Gallardo.
Canta: Tarragó Ros y su conjunto.
Se ha puesto linda la cosa,
está surtido el almacén,
en un truquito de a cien
se ha trenzado el Negro Osuna,
abren el zurdo Luna
y el verdulero Nicola.
Corte y metalé nomás,
que es como dijo Mazzola:
Sacándole las de abajo…
¡Las de arriba, vienen solas!
Al otro lado del paso a nivel,
haciendo cruz con el camino real
desdibujándose en letras de cal,
está el cartel del almacén.
Rastro de un tiempo que borró el ayer,
y que en recuerdos quiere florecer,
como la niña, la niña moza:
la niña del almacén.
La niña del almacén,
Almacén La Candelaria,
volviendo en cada mañana
igual que el perfume aquél.
Según dicen por ahí,
la niña no tiene amores...
Pero tiene sus razones:
¡Hoy no se fía, mañana sí!
Según dicen por ahí,
la niña no tiene amores...
Pero tiene sus razones:
¡Hoy no se fía, mañana sí!
6 comentarios:
Este tema lo escuchava los domingos, era un lujo esa audiciòn.
Felicidades por el hallasgo.
HOLA QUISIERA PREGUNTAR SI ALGUNO PUDO O PODRIA CONSEGUIR ALGUN TAPE DE AQUEL EXTRAORDINARIO PROGRAMA CON EL CUAL MI VIEJO ME DESPERTABA TODOS LOS DOMINGOS. QUE PLACER SERIA
GRACIAS POR EL TEMA
LO ESCUCHÁBAMOS TODOS LOS DOMINGOS,ERA LA COMPAÑÍA DE MI FAMILIA,MIENTRAS MATEABAMOS Y PREPARÁBAMOS EL ASADO. GRAN PROGRAMA Y EXCELENTES RECUERDOS.
A mí pasaba lo mismo como quisiera despertar con esa radio nuevamente
No hay una sola vez que al escuchar este tema no me acuerde de mi viejo. Creo que ahora estoy empezando a entender cuando éramos chicos los grandes decían "TIEMPO PASADO FUÉ MEJOR"
Que hermoso recuerdo, se me pianta un lagrimón. Alguien que por favor suba un pedacito de ese programa tan especial.
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