En el Museo poseemos una carta de recomendación, un Testimonio, extendido por la Refinería Argentina de Azúcar, a favor de Juan Stumvoll en la cual se certifica que esta persona “entró en ns. Establecimiento como encargado de ns. almacén de materiales el 9 de marzo de 189…(falta el dígito por rotura del papel)”.
Esta recomendación con probabilidad estaba destinada a realizar algún tipo de tramitación legal.
Para la época era sumamente importante contar con un trabajo en el cual se garantizara “el buen comportamiento”. Actualmente, esta condición se ha suavizado, ya que en general el comportamiento privado hasta cierto punto se ha separado del comrcial o laboral. Debemos tener en cuenta también que las aguas laborales no estaban precisamente tranquilas en ese momento. Grandes contingentes de inmigrantes estaban desembarcando en el país, y muchos de ellos, italianos y españoles, eran fuertemente críticos del sistema capitalista, en general socialistas o anarquistas.
La tensión en las fábricas no era extraña, pero la ley estaba en contra de cualquier rebelión. El mismo Dalmacio Vélez Sársfield (que da nombre a una calle del barrio)en 1878 decía en El Nacional: "El socialismo usa las huelgas como instrumento de perturbación, pero el socialismo no es una necesidad en América. No se pueden admitir las huelgas porque eso significaría subvertir las reglas del trabajo”.
La otra implicancia era no poseer antecedentes penales. Éstos iban desde un arresto por borrachera hasta un crimen de sangre. En los barrios obreros no eran raros los delincuentes y la criminalización de los pobres, la falsa cara opuesta a la ley. La misma policía provenía de los estratos más bajos de la población, y su “elevación” a autoridad le daba una ascendencia sobre los más humildes, y también un cierto olvido de su origen.
Los certificados de buena conducta o papeletas debían presentarse antes de trabajar, donde la policía dejaba constancia que el susodicho no tenía un prontuario.
Una vez dentro del trabajo, uno debía comportarse adecuadamente.
Las rebeliones estaban prohibidas, por supuesto. Pero los patrones no toleraban el contacto entre hombres y mujeres, ni las simples conversaciones. Juan Bialet Massé dedica una frase al respecto del trabajo en la fábrica: silencio absoluto.Pero Juan Stumvoll – tal vez un inmigrante sueco o alemán- evidentemente necesitaba de esta recomendación.
Y la hizo firmar por un alto personaje de la fábrica.
Juan entró trabajar en la Refinería Argentina casi en la época fundacional, y dado que la fecha de la carta es de 1899 y la inauguración es de 1889, nos quedan 10 años para saber qué día entró a trabajar Juan. Por un mínimo vestigio del trazo, podemos adivinar un 7 o un 1. Este último caso (1891) tal vez sea el más probable, porque 9 de marzo de 1891 cae lunes, día excelente para empezar a trabajar... y no un miércoles, por ejemplo.
Pero son conjeturas cronológicas, curiosidades.
Pero son conjeturas cronológicas, curiosidades.
La carta o “testimonio” es seca y concisa, adecuada para un personaje de alto nivel en la empresa. En ella, la autoridad declara: “hasta la fecha se ha portado á nuestra entera satisfacción observando una conducta intachable”.
Juan podía darse también por satisfecho.
La firma es la del Director Técnico de la empresa, después de él estaba el directorio general, o sea, Ernesto Tornquist.
Este personaje, en 1901 traicionó a Tornquist, que lo había contratado en 1889, llevándose no solamente los inventos técnicos que la Refinería había pagado, sino que se pasó a la competencia.
Kessler comenzó a trabajar en los inicios mismos de la fábrica, y era él quien personalmente la había diseñado y montado. Con el cargo de Director Técnico, estudiaba y desarrollaba procedimientos para aumentar la producción y por lo tanto, la ganancia.
Más tarde, Fernando trabaja -con permiso especial- en el ingenio Germania, en Santa Fe.
A pesar de los contratos firmados y los préstamos entregados a él personalmente por Tornquist (que ascendían en 1901 a $165.000) se irá a Tucumán, donde parece que aplicó los procedimientos productivos de la Refinería Argentina, cuyo secreto estaba impedido de divulgar por su contrato laboral.
Fue llevado a juicio por los préstamos, pero no sabemos el resultado.
Sin embargo, en 1899 poseía la audacia (íbamos a decir el caradurismo) de constatar la buena conducta del obrero que cuidaba el almacén de materiales.
Imaginamos la soberbia de Fernando Kessler al firmar: su letra es ampulosa, dibujada, impecable, importante. El trazo que subraya la palabra "Testimonio" fue hecho con la regla y el gesto deliberado del delineante: arranca con prudencia y se detiene con calma.
La firma, hecha con algún desdén, abrevia el nombre de pila, “Fndo. Kessler”.
La firma, hecha con algún desdén, abrevia el nombre de pila, “Fndo. Kessler”.
Por esas cosas del trabajo, la carta fue fechada el 23 de abril, que cae… domingo. Fernando no se daba tregua… o mejor dicho: la fábrica trabajaba los 365 días del año...
Tal vez a Juan Stumvoll, obrero europeo, la constancia de buena conducta le sirvió. Era un empleado en un puesto envidiable, en un lugar clave para la producción: el depósito. Tenía entonces muy buenos antecedentes, nunca había robado, y los poderosos lo aseveraban.
Tal vez por eso la carta (y a pesar del desdén de Fernando Kessler) Juan Stumvoll, para la firma era un tipo recomendable, una persona confiable, tal vez por ser compatriota de Kessler, que había nacido en Colonia.
Apenas dos años después, el desdén del poco recomendable Director Técnico daba sus resultados, pero negativos para la Empresa.
También comenzaba la huelga, los disparos, los muertos.
También comenzaba la huelga, los disparos, los muertos.
Comenzaba otra época.
.Para más detalles sobre Fernando Kessler, ver:
http://museorefineria.blogspot.com/2009/07/fernando-kessler-el-traidor.html
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