LA HISTORIA NO ES EL PASADO, PORQUE TRANSCURRE HOY .
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miércoles, 15 de julio de 2009

FERNANDO KESSLER, EL TRAIDOR

Uno de los personajes desconocidos de la historia del barrio es un tal Fernando Kessler.
Veamos su historia, de la que han quedado pocos rastros.
En 1900, se suponía que una mayor tecnificación haría bajar la diferencia entre el costo de la materia prima y el producto final.
Para ello, la Refinería Argentina no duda en contratar expertos e ingenieros extranjeros, como Apolo Geiger, que compró las máquinas en Europa. Debemos tener en cuenta que el capitalismo en expansión traía materias primas de los dominios de ultramar (como la caña de azúcar) y las fábricas quedaban en las metrópolis, como Alemania. De allí que los ingenieros europeos estuvieran altamente capacitados en el proyecto de obras industriales.
Entre estos especialistas estaba el alemán Fernando Kessler.
Este inventor nacido en la ciudad de Colonia, fue traído para que pusiera en marcha la compleja maquinaria y mediante sus invenciones, optimizara su rendimiento, facilitara el mantenimiento y creara nuevas formas productivas en pos de una mejor rentabilidad.
El alemán no comenzó bien.
Con la Refinería a medio construir, en un Informe a la empresa dice que para funcionar, la Refinería solamente debía tener instaladas las maquinarias. Y ya está.
Nada dijo de la cosecha recién terminada, o sea que la flamante fábrica carecía de materia prima.
Kessler tenía en 1889 una bonita fábrica montada, pero parada también.
Sin embargo Kessler seguiría trabajando para Ernesto Tornquist.
La idea de la compañía Refinería Argentina era que Kessler inventara maneras de producir más barato y en cantidad, con unos honorarios fabulosos. La condición era que no divulgara sus inventos y procesos, en lo que hoy se llama "secreto industrial".
Para que veamos los montos con que se manejaba el alemán, un préstamo de 1901 ascendió a 165 mil pesos. Mil veces lo que ganaba por mes un obrero promedio.
Kessler no se quedaba quieto y buscaba nuevos ingresos.
En 1901, Kessler trabajaba en un ingenio, en Santa Fe, La Germania, que proporcionaba caña de azúcar a la Refinería. Para atender este trabajo paralelo, solicita una licencia, lo que se le concede, ya que, en última instancia, favorece a un cliente de la Refinería.
Con sus errores, Kessler lleva el ingenio La Germania a la quiebra, y el alemán parte para Tucumán, tal vez huyendo. Obviamente, fue contratado por los competidores de Tornquist, y rápidamente divulgó y aplicó en Tucumán lo que sabía.
Nunca dejó oficialmente su puesto. Tal vez sabía que la tecnificación tenía sus límites.
La compañía finalmente le inició juicio por la devolución de los préstamos otorgados y se supone como castigo por su "traición". No se sabe el resultado.
Kessler fabricaba artefactos que se suponía mejoraba la productividad. Uno de los problemas siempre fue, en la refinación, la cantidad de producto en bruto que podía extraerse de la caña de azúcar, ya que a mayor cantidad de jugos, mayor cantidad de azúcar. Kessler pensó en ello.
Uno de esos inventos está patentado en Estados Unidos, bajo el nombre de Fernand Kessler, siendo testigos de su declaración Ricardo Konig y Hermann C. Veander.
La imagen de al lado es del registro yanqui de un aparato de Kessler para optimizar la producción. La descripción de su “Proceso de Difusión Continua” es la de un aparato en forma de U, con dos impulsores a sinfín en cada rama.
Dejemos que hable Fernando Kessler:
Mi invención se refiere a un proceso de difusión continua, y es aplicable para la extracción del jugo de la caña de azúcar, así como para otros propósitos, como la lixiviación del bagazo, la madera o la lana”.
Kessler se proponía extraer de la caña de azúcar todos los jugos disponibles, aumentando y haciendo más rápida la extracción de elementos solubles de la materia orgánica (proceso de lixiviación o leaching).
La patente Nº 706669 es del 12 de agosto de 1902, y está a nombre de Fernando Kessler, de Rosario, Argentina.
Kessler fue un “amigo” del empresario Ernesto Tornquist, y como amistad y negocios no siempre se llevan bien, el alemán eligió los negocios. Sin embargo, la amistad de los poderosos no siempre era de las mejores. Las traiciones por dinero, hoy como ayer, ocurren a cualquier altura.
Se ignora la suerte de este personaje tan... "argentino".
Para ver la patente:

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