LA HISTORIA NO ES EL PASADO, PORQUE TRANSCURRE HOY .
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jueves, 24 de junio de 2010

LUISA Y EL PAN

Los planos de las casas guardan a veces algunas sorpresas.
Este plano representa una panadería que estuvo en la calle Gorriti 193. Decimos que es una panadería, puesto que aparece un horno de tipo circular, con un salón al frente, que suponemos para despacho. No hemos hallado un prototipo de negocio de este formato, que pudiera poseer un horno, con venta al público, así que suponemos que es un expendio de pan.
Su propietaria es Luisa L. de Bariera, que llamaremos “la panadera”, aunque no sabemos si lo era, a ciencia cierta.
El constructor era B. Petri y el plano – de fecha incierta- es el único vestigio de ese modesto emprendimiento. 
El documento desmiente esa imagen "poco regular" del barrio, ya que es un plano cuyo original está en la Municipalidad, y es evidente que existió la necesidad de un registro o permiso de construcción, donde se registre el dueño y el profesional.
La planta del proyecto no depara demasiadas inquietudes, en tanto la panadería consta de un salón grande, un patio y un pequeño departamento detrás.
Veamos un poco el funcionamiento de esa panadería y su vivienda posterior. Ambas funciones (negocio y casa) están vinculadas en el proyecto por el gran horno.
El dibujo aclara: “horno a construirse – 2 m.”
Se supone que este horno es para cocer el pan, obviamente, y su gran diámetro implicaría una cierta cantidad de leña. Este pasillo, al que se accede por una especie de hall, permite el acceso a la vivienda, de dos cuartos. Los dos cuartos de la vivienda son relativamente chicos, de 4 x 4 metros, suficientes para que viva muy ajustadamente una familia. La cocina familiar no existe, y suponemos se usaba el área de fabricación como cocina. Los otros dos cuartos son dependencias del negocio, tal vez el lugar de amasado y un depósito, y están separados de la vivienda por un grueso muro.
Esta disposición es interesante, porque permite deducir, con alto grado de probabilidad, que la panadera vivía “al pie de cañón” como se suele decir. Vivía prácticamente en la fábrica, aunque dormía y comía fuera de ella.
Se sabe que el oficio de panadero implica grandes sacrificios. Trabajo de madrugada, imposibilidad de interrumpir la secuencia de fabricación, el manejo racional de los materiales, el riesgo de no vender lo producido… esto hace que ubicar la vivienda en la fábrica misma sea una solución, que aún hoy se mantiene para varios panaderos.
Así, se entiende que la fábrica en sí tenga más preponderancia en el proyecto que la casa misma, puesto que vivir en la fábrica implica fabricar pan, ni más ni menos.
Esta forma de ver un proyecto de fábrica-vivienda está inmersa en la misma cultura que explotaba a los obreros, haciéndolos trabajar doce horas de lunes a lunes, donde el barrio era una verdadera ciudad-dormitorio. La forma de trabajar era no sólo sacrificada, sino también formaba parte de una forma específica de vivir.
Para Luisa, levantarse para hacer el pan significaba que, con frío o calor, debía trabajar a las dos o tres de la mañana, amasar, hornear y llenar las canastas, para que a las siete –suponemos- los obreros tuvieran el pan o la galleta del día.
Y decimos los obreros porque… la panadería estaba al lado, inmediatamente, de la Refinería, en una cuadra que hoy no está.
Esa manzana desapareció como bloque de viviendas, ya que fue comprada en la década de 1910 por la gran fábrica y entonces la pequeña panadería demolida para poder construir enormes depósitos de madera y carbón. Nunca hemos visto, en las fotos concidas, alguna chimenea o algo que revele adónde estaba su horno de 2 metros de diámetro. 
Arriba vemos una foto muy conocida, donde brevemente y a la izquierda de la imagen se ven edificios en esa manzana, con la Refinería aún en construcciones. Las vías, en los comienzos de la Refinería, generaron frentes de casas sobre la traza.
Al comprar Tornquist el lote, las vías quedaron internas a la Refinería. Aquí a la izquierda, vemos borrosamente que las casas ya no existen,  y que "Gorriti" hacia el río es un gran terreno cercado, con galpones.
En esa manzana misteriosa –ignoramos su forma o construcciones- tuvo su segunda sede la escuela de Misia Nina, en Gorriti 170, quizás al lado de Luisa. 
Suponemos, por la dirección, que la panadería de Luisa estaba casi en la esquina de Gorriti con Iriondo, pero entre paredes medianeras, según se ve en el plano.
Hoy, Gorriti 193 ya no existe como lote, ya que la calle comienza a la altura del 200. ¿Quién habrá sido Luisa, quiénes sus clientes, que gusto habrá tenido su pan? ¿Habrá sido, verdaderamente, una panadería?
Tal vez ya no lo sabremos nunca.
Cuántas ínfimas historias se han perdido, cuantos nombres, cuantas vivencias. 
En esto, las más remotas y fantásticas arqueologías egipcias o medievales, hoy irrecuperables, guardan el mismo carácter impenetrable que esta simple historia de pan, leña y trabajo.

2 comentarios:

raul dijo...

Excelente artículo, una sorperesa la verdad es que es para felicitarlos por la difusion que hacen de mi querido barrio. ¿no se podra rastrear el nombre de esa señora? los nietos deben vivir todavia me parece.
Saludos

Monica dijo...

yo fui a un museo que queda cerca de uno de mis departamentos en Recoleta, espero poder visitar casi todos los Europa, me llaman mucho la atención