LA HISTORIA NO ES EL PASADO, PORQUE TRANSCURRE HOY .
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domingo, 26 de diciembre de 2010

UN EFICIENTE FOSIL INDUSTRIAL


La industria argentina no es, como suele pensarse, un resultado simple, sólo la fabricación de cosas necesarias.
Tuvieron que pasar varias décadas para que existiera una industria verdaderamente nacional, de características propias. La raíz de esta industria local, y en particular al del barrio, proviene de la desarticulación del modelo agroexportador, y la crisis de la década del 30.

Como se decía en la época, los productos eran baratísimos, pero “dónde hay un mango, Viejo Gómez”. El dinero no aparecía, existía una fuerte desocupación y las clases altas, dependientes del comercio internacional, mediante el Pacto Roca-Runciman ya habían resuelto su problema financiero.
Lentamente, ya desde los años 20, las industrias grandes, medianas y pequeñas comenzaron a aparecer, llenando los huecos que dejaba la importación de las “buenas épocas” de la década del 10.
El Ministro de guerra de Alvear, y luego presidente de facto Agustín P. Justo promueve un sistema de “Industria Argentina”, inaugurando una fábrica de aviones en Córdoba. Luego, ya presidente, favorece la producción de bienes intermedios (de consumo) adjudicando créditos blandos a los industriales. Se crean infinidad de Juntas y Comisiones, para regular los precios. En general, se seguían las indicaciones de John M. Keynes – economista “top” de la década, que consistían, brevemente en la aplicación de las siguientes medidas drásticas:

1- La regulación de la tasa de interés, con el fin de incentivar cuando fuere necesario la toma de créditos blandos para inversiones.

2- Aumento de la demanda total para superar la etapa de atascamiento. Este aspecto incluía, si fuera necesario, la noción de presupuesto deficitario (subsidios, por ejemplo).

3- Que el Estado mismo llevara a cabo funciones directas de empresario; surgió así la parte de las obras públicas del específico keynesiano. De allí la fábrica de aviones.

El ministro de Economía, Federico Pinedo argumenta: “Para que la industria salga más vigorosa y diversificada de esta situación anormal (se refiere a la Segunda Guerra Mundial, 1940) es necesario ante todo mantener y desarrollar la demanda de sus artículos y asegurar facilidades de financiación para sus inversiones fijas y la adquisición o sustitución de sus equipos. La demanda de productos industriales será el resultado inmediato de las medidas anteriormente examinadas, tendientes a desarrollar el poder de compra de la población”.
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Es un intervencionismo “defensivo” del Estado, que se continuará en otro “ofensivo” en la década del 40.
Lanzada fuertemente la industria nacional, hubo personas que verdaderamente formaron una mentalidad técnica en esa época, distinta de la agraria o comercial.
El peronismo fortaleció esto, al dar amplias posibilidades laborales a los obreros, que comenzaron a ver como un orgullo “ser un trabajador”. El trabajador era esforzado, muscular, transpiraba la camiseta.
La industria era a veces tan incipiente –y muy especializada, a veces- que los problemas se solucionaban “al pie del cañón”. Un buen obrero no era sólo el que más producía, sino que podía resolver problemas de la producción, obviamente con control patronal. No era raro que los mismos patrones se calzaran el overall y con la Stillson en la mano, arreglaran el problema que detenía el flujo de productos. Poca diferencia había entre los obreros y su personal, al menos en lo primariamente visible.
La caída de la Refinería en 1930 había dejado un gran hueco industrial en el barrio, que se ocupó con muchas empresas pequeñas (y no tanto) aprovechando la gran disponibilidad de terrenos, de mano de obra y las nuevas condiciones económicas del peronismo, basadas en el consumo interno.
La foto que mostramos pertenece a una fábrica del barrio, que ya cumplió más de 60 años. Según su dueño, Oscar “En sus comienzos la firma se dedicó a la reparación, puesta en marcha y mantenimiento de equipos que llegaban del exterior, para las diferentes industrias de la zona. Paulatinamente, y a partir de esa rica experiencia, se comienza a bosquejar y materializar, los primeros proyectos de máquinas envasadoras, siendo equipos de confiabilidad desde aquellos remotos años…”
La experiencia de Oscar en la Fábrica de Aviones de Córdoba fue fundamental. Según sus dichos, era fundamental encontrar la máquina adecuada para cada tarea. Lo había enojado mucho – cuenta Oscar- el que piezas importantes de aeronáutica se fabricaran con métodos artesanales, bastante burdos.
Allí comenzó su interés en mejorar constantemente máquinas existentes, reformarlas y luego, con la experiencia obtenida, proyectar y fabricar otras originales. Por supuesto, el control patronal era férreo, estricto, aunque humanizado, personal. Nada debía quedar librado al azar, se debían prever cientos de problemas, hacer prototipos, verlos fallar, resolver los problemas que se presentaban, nuevos y a aparecer.
Esta forma de concebir la industria (con el ojo del amo engordando el ganado) fue toda una época. Aún hoy, los hijos de Oscar –ya jubilado- se dividen las tareas: no trabaja en taller “con las manos sucias de grasa”; el otro, en la administración. Esta división es tradicional: “hay gente capacitada para la técnica, otra para los números...” según cuenta el anciano dueño.
Sin embargo, este tipo de industria familiar no siempre ha prosperado.
Las aperturas económicas de las décadas del 60, 80 y 90 dejaron en la ruina a muchas, que no pudieron adaptarse.
Esta fábrica, sobreviviente de esas tiempos económicamente negros, pudieron resistir gracias a dedicarse a un “nicho productivo”, a mantener el personal capacitado incluso ocioso, y a pensar nuevos proyectos.
Otras industrias, como la Cristalería Pappini, Centenera, Algodonera Argentina, y muchas pequeñas empresas, cayeron en diferentes épocas, sea por la importación (Algodonera) o los nuevos materiales como el plástico (Pappini).
En la foto, es muy difícil saber cuál es el dueño. Como un fósil industrial, la fábrica de Oscar pervive, más allá de los tiempos económicos siempre variables. Tal vez la mentalidad de estos empresarios modestos, laboriosos, que nunca dejaron el barrio, se defina por una frase de Oscar: “Y, a la empresa hay que estarle encima”.
Literalmente.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Cómo se llama la fábrica de Oscar?
Qué produce?

LA COMISION DEL MUSEO dijo...

la fábrica se llama Carlini S.R.L. y fabrica envasadoras de material a granel, polvos o líquidos; está por calle Gorriti. Oiginalmente fabricaba máquinas por encargo, diseñadas por el mismo Oscar Carlini, recientemente fallecido.
Gracias por tu inquietud.
Su página es:
http://www.carlini.com.ar/