LA HISTORIA NO ES EL PASADO, PORQUE TRANSCURRE HOY .
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jueves, 10 de marzo de 2011

EL COLIMBA

En el museo existen numerosas fotos individuales de soldados que, al realizar la conscripción obligatoria, obtenían en estudios fotográficos.
En estas fotos, podemos ver al serio militar  posar ante la cámara en una actitud de estudiada naturalidad.
Aparecen las similitudes entre todos los sujetos: el brazo apoyado en algún artefacto, para evitar la rigidez de la pose con los brazos al costado, el telón de fondo, algun detalle como flores o incluso un arma.
En varias, las fotos son similares a las de civiles.
Hay un deseo de composición, donde lo que predomina es la verticalidad del muchacho de pie, ya que aparentemente no se veía muy bien que soldado se sentara.
Por lo tanto, no hay otro remedio que disponerle un “compañero” en la foto, que suele ser un mueble también vertical.
Así, pequeños armarios, pedestales para plantas y mesitas esbeltas son útiles para que el conscripto exhiba sus botones dorados.
Es que la mayoría de los soldados fotografiados en estudio suele posar con ropa de gala.
La sobria ropa del soldado argentino, nada de entorchados o alamares, sino unos simples botones dorados, puños y cuellos de color rojo, el número de regimiento en la gorra. A lo sumo, la bayoneta, el correaje, unos guantes y las botas lustradas son lo más lujoso del uniforme.

Claro que hay excepciones. Veamos un par de fotos de un soldado en particular.


La primera foto –formato postal, muy sencilla- es con uniforme de diario, sin correajes, botones, franjas o color alguno. Posiblemente haya sido de dril caqui (difícil de planchar) sencillo y hasta minimalista, igual que la foto.
Un pedestal para florero sin mayores adornos ayuda al soldado a parecer relajado y a la vez, algo marcial. Sólo la gorra denota que es militar, en el resto de la ropa no pueden verse demasiados rasgos de la milicia. Tal vez la postal sea para enviarla a la familia.

La segunda foto es diferente. Ha pasado el tiempo.

 
La ropa (de inspiración prusiana) es de gala, con cuello y puños rojos, el pantalón con franjas de color y los botones dorados forman el borde de la pechera. La gorra es otra, carece de barbijo charolado.
Si bien el pedestal es el mismo, el soldado no lo parece: ha engordado a fuerza de rancho.
El fotógrafo evita el minimalismo anterior, añadiendo una planta decorativa, el fondo aparece más nítido. Son “galas” que deben mostrarse.
La foto es lujosa, con respaldo cartón, y aunque hoy deteriorada, se evidencian las decoraciones doradas, las volutas en relieve…
¿Qué llevó a este soldado a tomarse dos fotos?

Eligió el mismo estudio, que le suministró el mismo dispositivo. ¿engordó… o adelgazó? ¿es al empezar la conscripción y al terminarla? ¿O la secuencia es al revés?

Hay un detalle mínimo que resuelve el enigma: la casaca tiene dos pequeños galones en los hombros, las "tiras" de dragoneante, para la época un "cabo conscripto", un soldado sobresaliente que servía como ayudante del cabo, el  sargento o el teniente. Ocasionalmente guiaba a los soldados nuevos, que  generalmente.... lo odiaban.
A menos que haya pedido prestado el uniforme, esta es la segunda foto, la foto tardía.
Las botas están gastadas, sin cordones, sucias y algo descosidas, lo que muestra que no todo se puede en esta vida...
Es interesante evaluar la decisión de este soldado de evidenciar un período, de mostrar que algo ha pasado, a pesar que hoy tratamos de evitar este tipo de secuencia.
A pocas personas les gusta ve cómo van envejeciendo, pero quizás a él le ha parecido un progreso, un avance del cual está orgulloso.
Creemos que para este soldado (tal vez para todos los otros) la conscripción era un período importante de la vida del hombre. Algo memorable, y no había mucho más para evidenciar eso, que mostrar dos extremos: fajina y gala, antes y después.

La segunda foto sería entonces un resultado, un orgullo y un logro: “Miren a lo que he llegado”.

La colimba era sinónimo de "hacerse hombre" a fuerza de humillaciones, guardias, desfiles, armamento y nociones sobre la patria, sazonado con problemas y conflictos de cuartel que debían resolverse con inteligencia, cuando no con el calabozo.
Símbolo de toda una época, el conscripto era una conjunción entre patriota y ciudadano, una especie de deber y de derecho.
Muchos hombres de cierta edad cuentan sus anécdotas del servicio militar -las famosas "anécdotas de la colimba"- como una época a la vez divertida y sufrida.  
Sin fecha y sin nombre, este “soldado desconocido”, con su simple actitud puede mostrarnos que para un muchacho de 20 años, la “colimba” era un proceso importante y digno de ser vivido con orgullo.
Sobre todo digno.
Luego, todo cambió.

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