LA HISTORIA NO ES EL PASADO, PORQUE TRANSCURRE HOY .
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lunes, 18 de mayo de 2009

CHIMENEAS

La industrialización, como se la conoció en el siglo XX, en 1889 no existía.
Fue en ese año cuando comenzó a funcionar la Refinería Argentina de Azúcar, propiedad de Ernesto Tornquist.
La “industria” era sinónimo aún de habilidad manual o incluso artesanal. La exposición “industrial” de 1888 que se hizo a la vera del arroyo Ludueña (el “arroyito”) era una muestra de esas condiciones artesanales. La “industria” santafesina de esa exposición estaba formada por pequeñas manufacturas, en general toscas, poco refinadas.
En esa muestra de 1888, propiciada por el gobernador Gálvez, lo exhibido era una serie de artefactos vinculados en general con el campo: arados, rejas, fornituras y aperos, aparatos de fumigar o “para matar vizcachas”.


Esa vinculación con lo agropecuario es la marca de la industria tradicional del siglo XIX. Más allá de industrias tradicionales e ineludibles, como la ladrillera, la industria era sobre todo dependiente del campo. En la exposición del Centenario de 1910 en Buenos Aires, la presencia industrial fue tan importante que el stand de la Unión Industrial fue el único que salvó las inversiones. Industria pequeña, floreciente, que empezaba a diversificarse, pero que estaba muy relacionada con el modelo agroexportador.
Las chimeneas, en Rosario, se vinculaban con la metalurgia, con el procesamiento del hierro, del acero, en talleres especializados, o bien a la producción de alimentos, como el pan. La chimenea de la panadería la Europea, de 1906, es tal vez la última en el centro de Rosario.
Pero en el barrio de la Refinería, la fábrica de azúcar poseía chimeneas visibles, muy visibles.
Estas chimeneas, varias, eran la expulsión de los vapores de cocción de las cañas para extraer, a vapor, sus jugos. Curiosa industria: no producía implementos para el agro, producía derivados del agro. Procesaba los “frutos del país” para exportar un producto final, elaborado.

Eso lo hacía la primera fábrica del país, fábrica moderna, independiente del sistema cereal - carne.
Esto no impedía que su producción se diversificara.
La esencia del nuevo capitalismo era que la producción derivaba en más capital, y en más producción y más capital… la fábrica, en realidad, más que azúcar debe producir dinero.
Aparecen algunos problemas del rubro elegido. Ya que la caña de azúcar es estacional, era un problema en momentos de escasez de materias primas conseguir el capital de circulación y re inversión.
A don Ernesto Tornquist se le ocurrió entonces trabajar la madera como producto secundario. Fue famoso en el barrio un incendio del depósito de maderas, las que se apilaban en grandes estibas detrás del muro por calle Iriondo. El círculo cerraba perfecto: durante los meses de abundancia, la producción propia se procesaba y vendía sin intermediarios. El cultivador era el fabricante y el vendedor. Cuando la materia prima escaseaba, o bajaba el precio del azúcar, la madera la reemplazaba.
Las chimeneas no podían dejar de humear. Pero todo tiene un límite.
En 1932 las chimeneas dejaron de emanar el vapor dulce de la refinación del azúcar, y después de modernizarse varias veces, la fábrica detuvo sus prensas y sus calderas se enfriaron. .
La Refinería Argentina de Azúcar se pasaría a llamar “Maltería Rosario”, de la empresa Safac. ¿qué había pasado?
Comenzaba otra etapa, completamente distinta. La guerra del 14-18 y la depresión del 30 dejaban su huella.
A partir de los años 30, el modelo agroexportador ve cerrados muchos puertos del mundo. ¿a quién vender azúcar, si hay superproducción de caña, y Cuba vende más barato? ¿a quién vender carne y cereal, con un nuevo reparto colonial iniciado por Inglaterra, nuestro principal cliente?
Don Ernesto había muerto en 1906, y con él los contactos políticos y comerciales, y también los motivos e intereses que motorizaban la empresa. Los seguidores de don Ernesto creyeron que, ampliando las instalaciones y comprado maquinaria más moderna, se ampliarían las ganancias. No se daban cuenta que había muerto todo un sistema.
Safac, flamante propietaria de la Refinería, es vendedora de yerba, malta (un sustituto del caro café), y es fabricante sobre todo de la cerveza Quilmes. Era muy conocido un avión publicitario, que escribía ese nombre “SAFAC” con humo, en el cielo.

Las fábricas producían ahora, sobre todo, para el país. En los años 20, en el barrio surge La Manufactura Algodonera Argentina (“la Algodonera“), una fábrica de paños, telas, trapos e hilos, para el consumo de las amas de casa de Rosario.
Las cosas que se fabrican son domésticas, menudas, aún toscas o al menos simples, pero suplantan los productos importados. Con la llegada del Peronismo en 1945, la “industria liviana”, favorecida por el estado, y que había empezado en los años 30, fabricaba heladeras, autos, aspiradoras, textiles, zapatos, radios.
Cumplirá la doble función de formarse como una especie de institución social y, a la vez, formar una clase media muy articulada al consumo del confort. También se formará otra clase obrera fuerte, combativa, orgullosa del empleo fabril. En los años 50, los obreros fueron la “clase rectora” del país, para los cuales el gobierno generaba trabajo, beneficios sociales y un prestigio sociopolítico que los obreros ya no olvidarían.
La industrialización según el viejo modelo terminaría en los años 80, con el cambio a un modelo financiero, y las viejas chimeneas serían el símbolo de las fábricas abandonadas. El nuevo modelo era importador, no productor. Había cambiado el eje económico.
La Algodonera fue una de las últimas víctimas. La Maltería Rosario cerraría en 1988 y desde entonces la vieja Refinería de Azúcar se mantuvo, ya desguazada, como un depósito de cereales, en una última humillación a su origen fabril, independiente del trigo y de la carne.
Aún permanece, olvidada, mojón urbano venerable y hasta tenebroso.
Su destino es el de formar parte de un barrio privado, un uso habitual del patrimonio arquitectónico. Gran parte se demolerá.
Pero a fines del siglo XIX, esto aún no ocurría aún, y los pancitos de azúcar rosarinos estaban en muchos bares del mundo: en el Barrio de la Refinería estuvo el germen de la industria argentina moderna, y si bien no en su modelo acabado, sí en sus métodos y su independencia.
El capitalismo industrial del siglo XX estaba en marcha. En el barrio.

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