LA HISTORIA NO ES EL PASADO, PORQUE TRANSCURRE HOY .
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martes, 7 de julio de 2009

UN ABANICO DE PROPAGANDA

Hoy el comercio es, al menos en apariencia, políticamente neutral. No se nos ocurre un "shopping democrata progresista", por ejemplo. Un comerciante, supongamos, que se proclame como peronista dudará en publicitarlo, por miedo a espantar la clientela radical, o socialista, o comunista… En otras épocas esto no era así.
Las cuestiones políticas y cívicas – debieran ser lo mismo- se dirimían en todos lados. La proclama acerca de la elección del candidato era publicitada de forma estentórea, el “merchante” (el cliente) debía saber que el dueño del negocio era de este o aquél partido.
El museo posee un abanico de cartón muy particular, donado hace algunos años. Este tipo de publicidad fue muy frecuente caso hasta la década del 60. Era una forma de "réclame", como se decía, o sea, de propaganda. Su utilidad frente al calor como abanico de mano es dudosa, pues es frágil y poco consistente como objeto, porque consiste en dos hojas de cartón abrochadas a un mango del mismo material con un remache de lata.
El negocio que mandó a imprimir el abanico de cartón es la Farmacia Italo Argentina del Doctor Antonio Rezzoagli, ubicada en calle Iriondo 340 Bis, entre Vélez Sàrsfield y Gorriti. Su teléfono es el n° 8237.
El frente de la antigua farmacia “Rezzoagli”, como se le llamaba, fue reformado en los años 40 y aún se conserva, al igual que la agrietada madera que alguna vez sostuvo la placa de bronce anunciando al profesional “bioquímico farmacéutico”.
El ejemplar muestra a dos eminentes políticos de las primeras décadas del siglo XX: Yrigoyen y Alvear. El primero está alegre, el segundo tiene cara de disgusto. Veremos porqué.
En 1916 se inaugura la actual ley Sáenz Peña de Sufragio Universal, con su voto secreto y obligatorio.
Amplias capas de población acceden de manera limpia a una libre elección, resultando triunfante el jefe de la Unión Cívica radical, Hipólito Yrigoyen, luego de varias revoluciones intentando poner fin al gobierno oligárquico.
Proveniente de una clase media rica, con antecedentes en el empleo publico (fue comisario y profesor universitario) Yrigoyen es la imagen del “caudillo” moderno, autoritario, a la vieja escuela, con una tendencia marcada al paternalismo pero también hábil componedor y negociador, capaz de intransigencia calculada y de generosidad a veces hasta inconveniente.
Una vez en el gobierno, Yrigoyen ejecuta acciones tendientes a favorecer sobre todo a las clases medias y obreras, como la Ley de Trabajo, pero sin por ello desarticular los privilegios de la clase alta. Se produce un masivo vuelco de la población hacia este nuevo presidente de estilo sombrío y enigmático.
Aparece manifiesta nuevamente una polaridad: la oposición entre el un candidato "de pueblo" y otro de los los “ricos”, o en una figura muy popular por entonces: entre “Juan Pueblo” y la oligarquía. Sobre todo la clase media pudo obtener un acceso casi ilimitado al puesto público, apareciendo los denominados “funcionarios sin apellido”, motivo de burlas y enojos por parte de la oposición y la prensa, furiosas de ver a la “chusma” ejerciendo cargos en la administración.
Esta actitud maniquea, polar, será un clásico de la política argentina hasta hoy.
La política seguía ese curso dentro del partido radical. La figura de Yrigoyen era prácticamente autónoma en el partido, y nada se hacía sin su consulta. Aparece una forma personalista de gobierno.
La otra figura está en ascenso, mirada con simpatía por los antiguos “oligarcas”. Marcelo Torcuato de Alvear, de procedencia claramente oligárquica, disputa el control de las Unión Cívica Radical. Es otro de los “presidenciables”, como se diría hoy en día.
Terminado el gobierno de Yrigoyen, y dada la imposibilidad de ser reelecto por el texto de la ley, es elegido candidato Alvear, que gana ampliamente las elecciones. Se pone en marcha entonces una especie de “operación retorno” que tiene un origen nefasto antes incluso de esa ápoca: la división proviene desde la revolución de 1903, entre “galeritas” o “azules”, proclives a los grandes apellidos, y los “grises”, de fuerte base popular. Los “antipersonalistas”, ex - azules, opuestos a Yrigoyen, acceden entonces al gobierno.
Quizás por cálculo político, Alvear nunca apoyó explícitamente el antipersonalismo. Incluso les dijo a sus seguidores, que le reclamaban un apoyo más eficaz:

“¡A mí no me vengan a joder! ¡Arréglense solos y ganen si son más!


Yrigoyen seguirá callado. En las revistas y publicaciones humorísticas se lo suele representar achinado, en mangas de camisa o con boina blanca, a diferencia de Alvear, siempre dibujado de frac o con elegante galera.
El abanico comercial, que estimamos cronológicamente de los años 20, se enmarca en esa puja, entre dos personalidades opuestas. Por un lado un Yrigoyen taciturno, callado: “El Peludo” que no sale de su madriguera, representante de un estilo provinciano, popular, pero autoritario y verticalista.
Por el otro, un Alvear extrovertido y sensible, cosmopolita y hasta extravagante, pero fuertemente vinculado a los sectores más antipopulares de la oligarquía porteña, amigo de militares y estancieros. Su gobierno se volcó hacia las grandes obras públicas, en un estilo más vinculado a la vieja conducción conservadora.
La revista Caras y Caretas que vemos aquí debajo los representa en los años 20. Uno, atascado en su personalismo, mientras que el otro, el ya presidente Alvear, sonríe desde la Casa Rosada.
Finalizado el mandato de Alvear, Yrigoyen resultará elegido nuevamente, pero ya anciano y frente a otras realidades. Habían pasado quince años y era otra Argentina la de los años finales de la década del 20. Sería derrocado en 1930 por un golpe militar, el primero de la argentina democrática.
Por ende, podemos decir que el mensaje que envía el abanico es una elección no político-partidista, sino de facción. Representa lo que hoy llamaríamos una “interna”.
La elección es acerca de lo popular frente a lo elitista u oligárquico, ya que la UCR estaba vista como un partido de masas, popular, por la facción yrigoyenista. Alguien del barrio dijo una vez que “Yrigoyen era lo más popular antes que viniera Perón”.
El paciente (recordemos que es una farmacia), seguiría comprando en ese “negocio radical yrigoyenista”, o sea, en su farmacia popular, barrial.
El doctor Antonio Rezzoagli estaba seguro que su cliente era, como él, uno más del pueblo, y no un radical “de galerita”.
Sin embargo, no deja de asombrar que una farmacia apostara a utilizar para aumentar las ventas una consigna política, una puja interna a un partido, para poder captar una clientela de condición popular y a la vez, comprometida cívicamente.
Hoy eso es impensable.

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