LA HISTORIA NO ES EL PASADO, PORQUE TRANSCURRE HOY .
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viernes, 21 de agosto de 2009

LAS CASAS DE LATA

Una de las más recurrentes burlas de la clase media de principios del siglo XX era para la vivienda de las clases humildes y trabajadoras.
Abundan las citas jocosas para el Barrio de las Latas, o sencillamente, Las Latas. No estaba en Refinería exactamente, sino en Salta y Avenida Alberdi, lugar denominado hasta hoy “El cruce Alberdi”.
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"¿Necesita un paseo para estirar las piernas? Voy a enseñarles un rumbo, aunque los higienistas pongan el grito en el cielo... Vayan al Barrio de las Latas ¿adonde queda? vayan por la avenida Salta hasta avenida Castellanos...":
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Así se burla un cronista de la revista Monos y Monadas, en junio de 1910, definiendo al barrio como "atracción turística" (sic).
Castellanos es hoy Avenida Alberdi. La zona era aledaña de un sector fabril y ferroviario, la lógica laboral determinaba su emplazamento. Así, Las Latas era el resultado de la producción industrial, que generaba una demanda de mano de obra, ésta se resolvía en los inmigrantes, de todo tipo, que le daban al barrio Refinería un indudable aspecto cosmopolita.
Esta cualidad es siempre remarcada por los cronistas: el cosmopolitismo, la mezcla de "razas", credos, idiomas, culturas. Eran frecuentes los bares denominados "El Cosmopolita".
Sin embargo, el barrio era un pool de mano de obra disponible y variopinta.
De esta manera, si la producción necesitaba un caudal estable de obreros, y a la vez un ejército de reserva; esto en la práctica se resolvía seleccionando en la puerta a los obreros. "La lata" era -además del métodp de construccion - el método de inetrcambio para la prostituta y para el obrero. En una, era la moneda interna del queco, en el otro la entrada al yugo. La lata era un denominador común de la pobreza.
Así, el acceso al trabajo fabril estaba regulado desde el deseo de trabajar, desde la supervivencia, y no solamente desde la capacidad manual o técnica. Era la espera de la lata (el pase libre) para franquear el portón y trabajar.
Por lo tanto, había una espera del trabajo que debía resolverse desde la estabilidad territorial, había que tener una vivienda para vivir y para esperar.
En Refinería, las “casas de lata” eran también una respuesta a las condiciones económicas.
La imposibilidad de trabajo fijo, dependiendo de la estacionalidad de la caña de azúcar, hizo que muchos trabajadores, solos o con familia, resolvieran provisoriamente su hábitat. Las Latas, como edificación, es el resultado material de aprovechar los recursos sobrantes del sistema: los desperdicios. La mayor cantidad de “latas” son de formato pequeño, no son tambores sino latas de aceite, o combustible; indican un consumo de pequeñas cantidades, pero en gran cantidad, en gran número. Una vez abiertas, se aplanaban a martillo.
Los aceites Bau, Odone o La Bengasina, eran de ese formato de contenedor, el kerosene también se proveía en latas medianas. Posiblemente esas “latas” que formaban paredes y techos sean del consumo minorista, y no de la gran producción, aunque no lo sabemos.
Los sarcásticos apodos, como “Tacho – palace”, que utiliza el ácido cronista de un Caras y Caretas de 1913 (ver
http://museorefineria.blogspot.com/2009/07/la-prensa-burlona.html) parecen abonar esta suposición. Los recursos no se obtenían en la Refinería exclusivamente, probablemente sean de “la quema”, de residuos urbanos generales, resultado del consumo de la ciudad.
Los métodos constructivos no están ya a nuestro alcance, pero suponemos una construcción con los mismos métodos del ferrocarril: tirantes y alfajías de madera con las chapas de cinc clavadas en forma solapada, para impedir el ingreso de la lluvia y el viento.
El resultado es una construcción precaria, por supuesto, pero también provisoria, puesto que es conocido que el barrio en unos años se despojó casi completamente de estas viviendas. Quedaron algunas, pero en lotes individuales, e incluso algunas permanecieron hasta nuestros días, ya "forradas" por dentro en mampostería o bien con chapas de gran formato, lisas, ferroviarias, en los muros, y chapas acanaladas de cinc en el techo. Por dentro un machihembre de pinotea protegìa malamente del frìo. La famosa "casilla" como solución intermedia.

En la foto de la izquierda mostramos una vieja casilla sobreviviente, aunque abandonada, en calle Gorriti 425.
Hubo casas de lata ya más evolucionadas. Se conoce una, en calle Falucho, hecha con tiras de chapa estampada, en forma de tejas, usadas normalmente para mansardas y aleros decorativos de imitación, en las casas pudientes. En esta casa (muy humilde) la chapa decorativa fue usada como revestimiento de los muros exteriores, dando una imagen más "lujosa", pintando los rebordes de las falsas tejas de vivos colores, semejando las escamas de un extraño pez barrial.
Volviendo a Las Latas, se sabe que uno de los deseos que poseían los obreros era el de la vivienda propia, coincidiendo con las intenciones de la fábrica: la Refinería proyectó y edificó un conventillo, además de las casas para su personal administrativo.
Arijón contruyó sus cuartos pensando en esa poblaciòn de reserva, igual que lo pensaba el que puso el bar, la fonda, el almacén.
La Municipalidad misma estaba interesada en la desaparición de las Latas, y además de la famosa “quema de ranchos” sanitaria del glorificado Intendente Lamas, se postularon varias veces proyectos de casas baratas para obreros, y mas tarde las conocidas “Viviendas del Trabajador”.
Las casas de lata eran un tiempo de espera, hasta poder establecer un barrio sólidamente fundado en la producción. Mientras, la fábrica y el municipio intervenían en la situación construyendo casas de ladrillo, y a la vez congelando a los vecinos en su rol de “clase obrera” al afincarlos definitivamente en zonas industriales, no residenciales.
La tentación de comparar estas barriadas precarias con las villas miseria está siempre presente, pero no es tan directo el paralelismo.
Comparar casas de lata es comparar épocas diferentes con similares materiales.
Los habitantes de Las Latas son el resultado directo de un sistema productivo, y ese resultado fue provisorio. La villa miseria – mal llamadas “de emergencia”- son resultado del mismo sistema, pero la villa, más moderna, tiende a ser permanente e incluso a consolidarse y extenderse, son el resultado de la marginación y la desocupación endémicas, de la expulsión regional.
El municipio solamente en forma mínima se ocupa de la villa, con paliativos, ya que no depende de factores puntuales, como una fábrica de azúcar…
Las Latas son el resultado de una esperanza (vivir, y esperar que llegue el trabajo); las villas miserias surgen de la desesperación, de una esperanza trunca; el “villero” no ha sido asimilado por la sociedad, en cambio el obrero conformó un barrio, se convirtió en “vecino”.
Por ello, en el barrio Refinería la construcción de un “ejército de reserva” industrial forjó una mentalidad de esfuerzo, una visión muscular del trabajo como honra y como ètica.
Casi podemos afirmar que las casas de lata contribuyeron a ese deseado y honroso esfuerzo, porque “hacerse la casita” bien pudo haber comenzado, en la espera, al clavar esos tachos aplastados a martillo.
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Como ilustración, de lo que se pensaba del ascenso social en Buenos Aires, a inicios del siglo XX, ponemos un video (hecho en Uruguay) y copiamos la letra del tango "Del barrio de las latas". En ese tango, cantado por Gardel, el ascenso se atribuye a maniobras dudosas como el robo ("descuido") o la actividad de gigoló, delatando el oculto deseo de un "congelamiento social", auspiciado por las clases medias y altas, generalmente denominado "conservadurismo". El Beltrán genèrico de la canciòn jamàs debiò dejar la cancha de bochas...
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Del barrio de las latas
Tango
Música:
Raúl De los Hoyos
Letra:
Emilio Fresedo

Canta: Carlos Gardel


Del barrio de las latas
se vino pa’ Corrientes
con un par de alpargatas
y pilchas indecentes.
La suerte tan mistonga
un tiempo lo trató,
hasta que al fin, un día,
Beltrán se acomodó.
Y hoy lo vemos por las calles
de Corrientes y Esmeralda,
estribando unas polainas
que dan mucho dique al pantalón.
No se acuerda que en Boedo
arreglaba cancha’e bochas,
ni de aquella vieja chocha,
por él, que mil veces lo ayudó.
Y allá, de tarde en tarde,
haciendo comentarios,
las viejas, con los chismes
revuelven todo el barrio.
Y dicen en voz baja,
al verlo un gran señor:
“¿Tal vez algún descuido
que el mozo aprovechó?”
Pero yo que sé la historia
de la vida del muchacho,
que del barrio de los tachos
llegó por su pinta hasta el salón,
aseguro que fue un lance
que quebró su mala racha,
una vieja muy ricacha
con quien el muchacho se casó.

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