En el Renacimiento, se llamaba tondo a los cuadros de forma circular. Es famoso un tondo de Miguel Angel Buonarotti llamado el Tondo Doni.
En el barrio tenemos otros tondos, más pedestres.
La Panadería Garibaldi entregaba como propaganda, allá por los años 20, unos cuadritos de chapa impresa que representaban estampas simpáticas. En el Museo hay dos: uno representa dos perros de caza en actitud de acecho, en el otro se han representado dos mujeres jóvenes en un auto, saludando y riendo.
La publicidad, en letras doradas reza:
"PANADERIA GARIBALDI de sucesión M. Rodino. Pan de primera calidad. IRIONDO 311 B. Teléfono 8525". (La farmacia de enfrente tenía el teléfono 8237, ver http://museorefineria.blogspot.com/2009/07/un-abanico-de-propaganda.html).
En el barrio tenemos otros tondos, más pedestres.
La Panadería Garibaldi entregaba como propaganda, allá por los años 20, unos cuadritos de chapa impresa que representaban estampas simpáticas. En el Museo hay dos: uno representa dos perros de caza en actitud de acecho, en el otro se han representado dos mujeres jóvenes en un auto, saludando y riendo.
La publicidad, en letras doradas reza:
"PANADERIA GARIBALDI de sucesión M. Rodino. Pan de primera calidad. IRIONDO 311 B. Teléfono 8525". (La farmacia de enfrente tenía el teléfono 8237, ver http://museorefineria.blogspot.com/2009/07/un-abanico-de-propaganda.html).
Es interesante la imagen usada para la propaganda. No son los remanidos almanaques con rostros de Gardel o Magaldi, sino imágenes de deseo, de objetivos, imágenes idealizadas de una vida mejor, divertida, ociosa.
Dos perros de caza en una partida, denotando un estilo, una forma de vida un status. No cualquiera caza en Rosario, y menos con perros finos en esa época. Es un deporte de elite, que el tondo trata de mostrar insertando al observador como participante, como cazador, como "bon vivant".
El otro tondo es más obvio.
Dos mujeres manejando un automóvil, frescas, alegres. Un tondo transgresor pero a la vez idealizando un estilo de vida free, light, para usar términos actuales. Dos mujeres bonitas haciendo cosas de hombres: manejar.
La propaganda se dirige al espectador casi invitándolo a subir, porque si una de ellas lo saluda risueña, la otra le sonríe con picardía.
Sólo resta subir a la voiturette y gozar: elemental machismo de panaderìa.
Detrás de estos códigos de una vida de status hay un barrio obrero, humilde, trabajador, que contrasta con ese ocio de la caza y del auto de paseo.
Pero también se adivina un deseo de ascenso social. El panadero desea manifestar una imagen sublime vinculada a su pan de primera calidad.
Creemos entonces que esa es la palabra: calidad.
Los perros y las mujeres - con perdón- son de otra calidad, por lo tanto, se aspira SER de otra calidad.
Detrás de estos códigos de una vida de status hay un barrio obrero, humilde, trabajador, que contrasta con ese ocio de la caza y del auto de paseo.
Pero también se adivina un deseo de ascenso social. El panadero desea manifestar una imagen sublime vinculada a su pan de primera calidad.
Creemos entonces que esa es la palabra: calidad.
Los perros y las mujeres - con perdón- son de otra calidad, por lo tanto, se aspira SER de otra calidad.
Ese deseo es el eterno espejismo de la clase media.
Superados los años inmigratorios, los hijos de los inmigrantes comenzaron a ascender socialmente. De padres obreros surgieron hijos dependientes, maestros, luego profesionales liberales, farmacéuticos, médicos, bancarios. Muchos de ellos negaron (se acuerdan de M´hijo el Dotor?) sus padres humildes y proletarios, para ser “de otra calidad”.
Son estos profesionales y empleados los que en sus salas, estudios, consultorios y bufetes colgarán cuadros, reproducciones más o menos caras que denoten un modo “bien” de vivir, imitando hasta donde se puede la vida fastuosa de los ricos, de los de alcurnia, de los “oligarcas”.
Superados los años inmigratorios, los hijos de los inmigrantes comenzaron a ascender socialmente. De padres obreros surgieron hijos dependientes, maestros, luego profesionales liberales, farmacéuticos, médicos, bancarios. Muchos de ellos negaron (se acuerdan de M´hijo el Dotor?) sus padres humildes y proletarios, para ser “de otra calidad”.
Son estos profesionales y empleados los que en sus salas, estudios, consultorios y bufetes colgarán cuadros, reproducciones más o menos caras que denoten un modo “bien” de vivir, imitando hasta donde se puede la vida fastuosa de los ricos, de los de alcurnia, de los “oligarcas”.
Toda una parafernalia de imitación se descargará desde los negocios a la clase media naciente: perros de porcelana, cuadritos de infinitos tamaños, alfombras, potiches, armas de lata y aún de madera, muñequitos de vidrio... todo este aluvión es de imitación, de oropel, simplemente de adorno. El cuadro de Miguel Angel es de imprenta, el muñequito imita el oro y el potiche miente que pertenece a la colección de vidrios rusos del Zar. Los vestidos se cubren de strass, y los collares de perlas falsas.
Por supuesto que detrás de todo esto hay un un ansia de "ser alguien", un deseo de ser otra cosa, otra persona.
Aún somos así ¿no?
Suponemos que hubo otros tondos, tal vez de la farmacia, del mercadito, del almacèn...
Deseos, deseos del panadero para su cliente igualmente esperanzado en ser elegante, ilustre, refinado, de calidad. Al módico precio del kilogramo de pan.
Y todo esto, señoras, señores, en el humilde, proletario Barrio de la Refinería.
1 comentario:
Me pareceun articulo excelente, pero no comparto lo del machismo, eso era compartido por als mujeres, que fumaban y manejaban autos comolos hombrss.
Publicar un comentario