LA HISTORIA NO ES EL PASADO, PORQUE TRANSCURRE HOY .
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viernes, 15 de enero de 2010

EL SALON DE ANGELA

El abanico de cartón de propaganda está un poco ajado y sucio, carece ya de mango, pero es perfectamente legible su imagen y las referencias.
El abanico es una propaganda de la peluquería para damas “Ceccato”, un salón de peinados que estaba ubicada en Vélez Sársfield 950. Hoy en el lugar hay un terreno baldío, usado como estacionamiento. El tiempo ha pasado.
Este tipo de publicidad era muy frecuente en la época, y por lo que se lee en el reverso, estaba destinado a las clientas para las fiestas de fin de año.

La imagen del frente es algo esquemática, convencional y la suponemos un tanto pícara. Es una “bailaora” andaluza, de mantilla y con una pierna que asoma de la falda, y que porta una guitarra en la mano, apoyándola en el suelo. Atrás puede verse (con dificultad) un “majo” en una ventana con reja, y otra andaluza más, en apariencia cortejada por el hombre.
La imagen no posee otro mérito que su convencionalismo, y estar firmada por un tal AMLIX. La fecha es dudosa. Por el número de teléfono podemos ubicar la publicidad en los años 40 a 50. En una guía telefónica de aproximadamente 1946 el salón figura a nombre de A. A. Ceccato, con el número U.T. 97924. Luego de 1948, se pasó a agregar al número la sigla T.E.: Teléfonos del Estado. Podemos estar casi seguros que el abanico es de los años 40, ya que el número del teléfono es, además, bastante alto. Recordemos que el de la Farmacia Rezzoagli, era para los años 20, el U.T. 8237 (ver http://museorefineria.blogspot.com/2009/07/un-abanico-de-propaganda.html). Pero son datos anecdóticos.
Vayamos a algo más interesante.
¿Cómo era el peinado femenino de esas épocas?
Los peinados que podemos ver son bastante elocuentes.
Uno de los usos que se piensa como habitual es el “rodete”, conseguido al recoger el pelo hacia atrás, y dejándolo tirante. El modelo más inmediato en la memoria es el de Eva Perón. Sin embargo, de acuerdo a las fotos de la época, Evita era una de las pocas que usaba ese estilo formal y un poco rígido.
Los peinados cotidianos, y aún los de fiesta,  eran sin embargo  más “sueltos” que los usados por Eva. Las mujeres solían llevar pelo ondulado, libre  en los extremos, a veces largo, sobre todo si eran rubias, excepcionalmente lacios y ondulados en las puntas.
El promedio de las mujeres usaba el pelo un poco más abajo de los hombros. A veces, el pelo se dividía en dos, abultándolo a los lados con rulos y algo armados con laca (el famoso “esprai”). Los bucles se armaban enrollando el pelo en bigudíes, palitos de madera antecesores de los ruleros aún en uso, luego se usaban productos químicos para hacerlos permanentes, o decolorarlos.
Algunas mujeres lo usaban muy corto, peinándolo hacia arriba, en general con un coronamiento de rulos, otras era un peinado compeltamente ondulado, pero suelto. Atrás había quedado el pelo ondulado, decolorado  y pegado a las sienes, típico de los años 30, o la melena "a la garzón".
Las permanentes de la época pretendían fijar los rulos, y no se han observado lacios perfectos. A veces, una redecilla de color contiene el pelo, que forma una especie de bolsa sobre la nuca. Se usaba también un gran abultamiento del peinado en la frente, y se solía dar también mucho volumen en la parte posterior.
Hemos elegido modelos de las revistas del museo, y otras de la vida cotidiana. Es curioso ver que no existía demasiada variedad de peinados, dos o tres modelos. Basta comparar con la infinidad de peinados ofrecidos actuamente  en las peluquerías femeninas: hoy incluyen desde el lacio perfecto, hasta el rasurado completo de la cabeza, para las más audaces (y jóvenes). La idea en estos días es resaltar la indiviudualidad, en los lejanos años 40 la tendencia era a uniformar, homogeneizar.
Esta forma de verse, de presentarse,  nos deja hipotetizar sobre una rígida igualdad de aspectos, dos o tres formatos aceptados, la rigurosidad e igualdad en la apariencia. Nada de “salirse de la norma”, de sobresalir de los formatos prestablecidos.
Esto coincide con otros aspectos sociales, como el papel de la mujer muchas veces reducida a la cocina y la atención de los hijos, la “imposibilidad” de separarse del marido. Pensemos que la mujer adquirió su derecho a voto recién en 1949. Sujeta al "que dirán" (que las más de las veces se reducía al chisme) la mujer en 1940 estaba muy restringida socialmente.
Queda el dato final: Ángela A. Cecatto era probablemente la señorita Cecatto.
No dudamos que de haber sido casada, hubiese usado el apellido de su marido para publicitar su negocio.
En la guía telefónica, arriba de ella en la lista de la Unión telefónica y viviendo enfrente, aparece otra abonada: Juana P. de Caligaris. No sabemos el "P.", nombre de soltera de Juana... Una vez casada, la mujer perdía su apellido de soltera, reducido a una letra.  
A pesar del pelo libre, la “distinguida clientela” de la señorita Ceccato no era tan libre, por los datos que poseemos. Hasta la "bailaora" tiene el peinado acorde a la época, y su postura es "standard", aunque atractiva. Se supone que ahí está la gracia. Seducir, atraer, pero no salirse del molde. Es que la libertad del pelo es una cosa, señora, y la de las personas es otra.
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Para ver la historia del teléfono, que es importante en esta investigación, puede verse la página: http://mepriv.mecon.gov.ar/entel/ResHist-entel.html

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