LA HISTORIA NO ES EL PASADO, PORQUE TRANSCURRE HOY .
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lunes, 25 de enero de 2010

TODO A MANO


Tal vez una de las metas más queridas por los trabajadores en Argentina fue hacerse una casa, establecerse.

Podemos imaginar a los obreros y empleados, después de haber vivido en una casa de lata o en un conventillo, y luego de años de trabajo esforzado, comprarse el terreno, haciendo luego las primeras piezas, techadas con chapa ondulada.
Y al mismo tiempo, decorándolas a su manera, dándole “el toque del dueño”.
Una de las formas más comunes en Rosario a fines del siglo XIX y principios del XX de decorar una casa, era hacerle molduras y comprar las decoraciones hechas, para aplicarlas al frente.

La moldura era lo que "remataba" algunas partes de la casa. En general, no dejaba ver cantos vivos y redondeaba esquinas. Daba terminación a mochetas, filos, aleros  y cornisas; separaba paños lisos de otros decorados, rodeaba las ventanas, delimitaba un zócalo, una baranda, etcétera. Son en general rectas o curvas, horizontales o verticales, pero siemrpe contínuas.
Las decoraciones aplicadas, por otro lado, permitían darle cierto carácter a la casa. la idea era que dada una variedad, las casas siempre fueran diferentes unas de las otras. En Rosario hay poquísimas casas antiguas idénticas, y éstas en general hechas por el mismo constructor.
Las decoraciones se compraban por catálogo, sueltas, y el constructor las “pegaba” al muro del frente. Se hacían con moldes de goma, y las vendían corralones, o negocios especializados. Eran perfectas, y uno podía comprar muchas, sabiendo que eran siempre idénticas entre ellas. En las fotos de al lado vemos molduras y decoraciones en el barrio, y así se usaban también en el resto de Rosario.

Había uno de estos comercios, del cual ha quedado sólo la fachada, en calle España entre Córdoba y Santa Fe. Fue un negocio de yesería artística, que proveía elementos florales, bustos, guirnaldas, ménsulas, modillones, escudos, plafones, capiteles de columna, estatuas, mascarones, todo tipo de animalitos de cemento o yeso, etcétera, sea para interior o exterior.

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Pero en el barrio existe una casa cuyo dueño y cuyo constructor se rehusaron a comprar estas decoraciones.
Eligieron hacerlas todas a mano, “in situ” por mano del albañil.
Es la casa que vemos a la derecha, entre el follaje de un antiguo paraíso.
La casa, de calle Vélez Sarsfield 257, posee toda la impronta de la casa barrial apta para comercio: puerta de ingreso al local (único) y una ventana alta con persiana de metal.
El constructor es el Ingeniero Pinazo, “Constructor de Obras”, de calle 21 de Arroyito.  No se lee muy bien la dirección, pero aparece un 38, o quizás el último número sea la B de bis.  
Actualmente es la calle Joaquín V. González, en el mismo barrio Arroyito, claro.
El albañil hizo lo que es común a todas las casas de Rosario de la época: las molduras a regla y plantilla. Esto significaba que el obrero revocaba (algo abultadamente) una cornisa, por ejemplo, y luego “recortaba” el revoque con una forma o plantilla, pasándola a lo largo de la cornisa, lo que le daba una terminación de estilo a los filos.
Había molduras en pecho de paloma, en garganta; media caña o en filete; todas formas muy habituales, y hasta remanidas.

El albañil del Ingeniero Pinazo hizo molduras en los cantos de los huecos de las aberturas, los aleritos sobre las puertas y ventanas, las cornisas, pero la cas ale quedaba “seca”, sin carácter. Combinó pecho de paloma, garganta y media caña: un clásico de la albañilería barrial.
Luego, decidieron, entre Pinazo y el dueño, no comprar las decoraciones: ordenaron al albañil que las haga “a mano”.
La habilidad del artesano es evidente. Además de las paredes, revoques y molduras a plantilla, hizo flores, espirales rectangulares, hojas, volutas, guirnaldas.
Probablemente las haya copiado de algún modelo “al natural”, o sea otra casa.
Dos bustos de mujer – casi planos- evidentemente los hizo aparte, pues se notan “encastrados” en el revoque, y denotan la misma mano del albañil, dadas las líneas algo imperfectas de los rostros. Parece, por el formato, que fueron hechos modelándolos luego de echar cemento sobre una tabla. Igual parece haberse hecho con el letrero que publicita al Ingeniero Pinazo, grabando una "torta" irregular de cemento...
La casa quedó decorada, pero a la vez, es única, porque le falta la perfección material, habitual de las piezas compradas.
Posee un carácter especial.
Es una casa... fatta in casa.
Se nota que los cantos de las hojas son redondeados, suavizados; las espirales, algo deformadas, y no son iguales unas a otras, las terminaciones y encuentros no están del todo definidos. Hay otra casa, en calle Gorriti, hecha del mismo modo, y sospechamos que el mismo albañil hizo las decoraciones. Aquí al lado  mostramos dos bellos rostros modelados, de cuatro que se hicieron. Son todos diferentes.  

Más allá de la anécdota, este fue un barrio muy populoso; un barrio de clase obrera. Esta clase social, lentamente se fue asimilando a la ciudad, e inevitablemente se vio expuesta a los gustos, comida, ropa, educación, productos y posibilidades de la ciudad burguesa, de clase media rosarina por otro lado hegemónica en essos gustos. La clase en el gobierno o en las profesiones  decía que era "buena arquitectura" y cuál era la "mala". Pinazo con su diseño arquitectónico  traducía ese gusto, adaptado a las posiblidades de un barrio y un propietario humildes, y tal vez por ello hizo hacer las molduras a mano, abaratando costos.
Es una casa de transición, de adaptación entre las casas "buenas" y las casas "posibles". 
Frente a la diferenciación feroz, seguramente los obreros trataron de integrarse. Así como se copiaron gustos y modelos, un humilde albañil copió lo que había visto –tal vez en otra obra donde trabajó- conducido por un ingeniero y su cliente, que a lo mejor se quisieron ahorrar unos pesos.
O bien el trabajo de irse hasta el centro, para comprar las pesadas decoraciones de cemento.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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