LA HISTORIA NO ES EL PASADO, PORQUE TRANSCURRE HOY .
El Museo Itinerante del Barrio de la Refinería, las Jornadas de Cronistas e Historiadores Barriales y el Museo Virtual están declarados de Interés Cultural por la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Rosario y el Honorable Concejo Municipal.
Personería Jurídica Otorgada por Resolución Nº325 del año 2010.
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domingo, 27 de junio de 2010

LA ESTANCIERA

La época correspondiente al gobierno peronista de 1945 a 1955 fue de intensa industrialización. Las industrias actuantes en este período no sólo fabricaron bienes de consumo, sino que se institucionalizaron, incluso forjando un lenguaje que mezclaba patriotismo y moral a las bondades del producto fabricado.
Empero, las limitaciones de la tecnología disponible en el momento hacían que la industria argentina de esa época abarcara desde una industria liviana de discreta calidad hasta el algo más que modesto artesanado, de "dudosa resistencia".
En una instancia intermedia, existía una gama de establecimientos proveía de objetos de todo tipo a los hogares argentinos, cocinas, muebles, electrodomésticos, radios, se fabricaban por doquier, en los grandes galpones, en el barrio.
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Una de las formas más curiosas se demuestra en la fotografía de arriba, que pertenece al Museo. Corresponde a una Exposición Industrial y Comercial de la Zona Norte de 1954, donde la empresa COINDRO S.R.L. presentaba sus productos, entre ellos una CAMIONETA RURAL COINDRO, en base al chasis del famoso Jeep.
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Vemos un poco acerca de esta forma de producción de mediados del siglo XX.
Introducidos como sur plus de guerra, muchos vehículos norteamericanos del tipo Jeep empezaron a rodar las calles rosarinas.
Este vehículo, de origen militar, provenía de las especificaciones del gobierno yanqui para un vehículo de propósitos múltiples (General Purpose, GP).
Fabricado desde 1941 por la Ford y la Willys Overland (en medio de maniobras algo oscuras que dejaron a la Bentam, empresa diseñadora, afuera de las licitaciones) el jeep fue protagonista de toda la Segunda Guerra Mundial, para los años ´50 recién terminada.
COINDRO transformó uno de esos jeep, construyendo un nuevo prototipo. La adaptación consistía en adosarle una cabina cerrada, que el Jeep Willys ( imagen de la izquierda) no poseía, con laterales de madera y chapa, trasformando el vehículo en un auto compacto. El parabrisas también sufrió una adaptación, reemplazándolo, ya que era abatible, pero manteniendo su parte baja, que lucía la marca. Para ello, la "carrocería" se añadía, quedando sobresaliente, como se ve abajo en la foto.
Quedaron sin tocar la parrilla y el capot, muy característicos. El vehículo rosarino estaba prístinamente terminado con pintura brillante, probablemente de color gris o verde oliva, los colores del vehículo original.
Un vecino, Manuel, recuerda un caso similar a COINDRO: 
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"en calle Almafuerte y Ferreyra, más o menos, era una sodería, habían comprado varios jeeps de la guerra, para restaurarlos, que estaban alineados en la calle, me acuerdo que pasé varias veces por allí, yo estaba en la escuela, debe haber sido para el 46 o 47... me acuerdo. El yipi, así le decían, y no yip, era un vehículo muy "canchero" a la hora de pasear chicas, aunque tenía un escalón, no, un estribo y un escalón, y las chicas, pobres, siempre se machucaban las canillas con ese escalón...) "
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La operación industrial de COINDRO S.R.L. no superaba del todo el artesanado, en una realización propia de las carroceras, si bien con detalles de terminación bastante aceptables, por lo que se ve.
Estas operaciones diferían de las monstruosas cadenas de Detroit, en su modestia se ubicaban en fábricas y talleres que, en general, no superaban la media manzana de extensión. Esta forma de trabajo, que considera como material disponible algo ya fabricado, era y es aún común en la fabricación de ómnibus y micros, en base a camiones de carga.
No sabemos el resultado concreto de la faena, pero el vehículo resulta muy similar a las Jeep Station de 1949 (foto izquierda) o la Willys Wagon de la misma época, hechas en madera o de chapa estampada, y en la que posiblemente COINDRO se inspiró. El vehículo de COINDRO seguramente era más barato, ya que se basaba en un rezago de guerra restaurado, y el Willys Wagon era un auto nuevo, fabricado expresamente para su función, y que debía necesariamente importarse.
Pensamos que el objetivo de la fabricación era brindar un automóvil familiar, barato y resistente, apto para terrenos difíciles. Recordemos que un alto porcentaje de las calles y rutas en Argentina eran de tierra, con zanjas laterales, y que las lluvias transformaban en resbaladizos panes de manteca las calzadas rurales.
Esta trasformación no es lo que hoy llamaríamos “tuneo” ya que no era un producto personalizado. Se pensaba en un producto con la base de un vehículo prestigioso, resistente, de limitada producción, aunque útil a muchas personas.
Tal vez COINDRO haya comprado varios jeeps, como en el caso recordado por Manuel.
La industria automotriz argentina –sobre todo cordobesa- pondría fin, en la década del 60 a este tipo de fabricación intermedia, al ensamblar modelos extranjeros, o bien encarar una producción propia. Sólo en las mencionadas carroceras seguirían estas labores, en base a chasis importados o nacionales. La fábrica IKA (Industrias Kaiser Argentina) fabricó, en la década del 60, la famosa Estanciera que era, en última instancia, una reelaboración del diseño de la Willys Wagon. Incluso su parrilla "en pico" es muy similar. También elaboraría un Jeep Ika, denominado "largo", con mayor capacidad. En la foto de al lado, vemos una Estanciera original en el barrio Refinería.
COINDRO S.R.L. fue una etapa intermedia, pero importante, en la industria argentina. Este tipo de fábricas semiartesanales, o al menos su concepto, supondrían un cambio de mentalidad: de la cultura agraria y estacional, se pasó a otra urbana, dinámica y más propensa al cambio frente a la oportunidad.
La forma nueva de pensar la producción se basaría en un conocimiento pragmático de las cosas, “resultadista”, de esfuerzo y preocupación casi personal por los problemas técnicos. Esto se hacía en base a la observación y la reflexión “in situ”, aunque de manera poco eficiente a veces. Muchas de estas empresas eran familiares.
La industria moderna dejaba atrás muchas cosas, empezando a vincularse con los productos internacionales y su muy diferente calidad y se iniciaría así un debate importante entre lo nacional-barato o lo importado-caro, quedando establecida la calidad como parámetro de consumo.
El siglo XX había comenzado bastante tarde en Argentina.

jueves, 24 de junio de 2010

LUISA Y EL PAN

Los planos de las casas guardan a veces algunas sorpresas.
Este plano representa una panadería que estuvo en la calle Gorriti 193. Decimos que es una panadería, puesto que aparece un horno de tipo circular, con un salón al frente, que suponemos para despacho. No hemos hallado un prototipo de negocio de este formato, que pudiera poseer un horno, con venta al público, así que suponemos que es un expendio de pan.
Su propietaria es Luisa L. de Bariera, que llamaremos “la panadera”, aunque no sabemos si lo era, a ciencia cierta.
El constructor era B. Petri y el plano – de fecha incierta- es el único vestigio de ese modesto emprendimiento. 
El documento desmiente esa imagen "poco regular" del barrio, ya que es un plano cuyo original está en la Municipalidad, y es evidente que existió la necesidad de un registro o permiso de construcción, donde se registre el dueño y el profesional.
La planta del proyecto no depara demasiadas inquietudes, en tanto la panadería consta de un salón grande, un patio y un pequeño departamento detrás.
Veamos un poco el funcionamiento de esa panadería y su vivienda posterior. Ambas funciones (negocio y casa) están vinculadas en el proyecto por el gran horno.
El dibujo aclara: “horno a construirse – 2 m.”
Se supone que este horno es para cocer el pan, obviamente, y su gran diámetro implicaría una cierta cantidad de leña. Este pasillo, al que se accede por una especie de hall, permite el acceso a la vivienda, de dos cuartos. Los dos cuartos de la vivienda son relativamente chicos, de 4 x 4 metros, suficientes para que viva muy ajustadamente una familia. La cocina familiar no existe, y suponemos se usaba el área de fabricación como cocina. Los otros dos cuartos son dependencias del negocio, tal vez el lugar de amasado y un depósito, y están separados de la vivienda por un grueso muro.
Esta disposición es interesante, porque permite deducir, con alto grado de probabilidad, que la panadera vivía “al pie de cañón” como se suele decir. Vivía prácticamente en la fábrica, aunque dormía y comía fuera de ella.
Se sabe que el oficio de panadero implica grandes sacrificios. Trabajo de madrugada, imposibilidad de interrumpir la secuencia de fabricación, el manejo racional de los materiales, el riesgo de no vender lo producido… esto hace que ubicar la vivienda en la fábrica misma sea una solución, que aún hoy se mantiene para varios panaderos.
Así, se entiende que la fábrica en sí tenga más preponderancia en el proyecto que la casa misma, puesto que vivir en la fábrica implica fabricar pan, ni más ni menos.
Esta forma de ver un proyecto de fábrica-vivienda está inmersa en la misma cultura que explotaba a los obreros, haciéndolos trabajar doce horas de lunes a lunes, donde el barrio era una verdadera ciudad-dormitorio. La forma de trabajar era no sólo sacrificada, sino también formaba parte de una forma específica de vivir.
Para Luisa, levantarse para hacer el pan significaba que, con frío o calor, debía trabajar a las dos o tres de la mañana, amasar, hornear y llenar las canastas, para que a las siete –suponemos- los obreros tuvieran el pan o la galleta del día.
Y decimos los obreros porque… la panadería estaba al lado, inmediatamente, de la Refinería, en una cuadra que hoy no está.
Esa manzana desapareció como bloque de viviendas, ya que fue comprada en la década de 1910 por la gran fábrica y entonces la pequeña panadería demolida para poder construir enormes depósitos de madera y carbón. Nunca hemos visto, en las fotos concidas, alguna chimenea o algo que revele adónde estaba su horno de 2 metros de diámetro. 
Arriba vemos una foto muy conocida, donde brevemente y a la izquierda de la imagen se ven edificios en esa manzana, con la Refinería aún en construcciones. Las vías, en los comienzos de la Refinería, generaron frentes de casas sobre la traza.
Al comprar Tornquist el lote, las vías quedaron internas a la Refinería. Aquí a la izquierda, vemos borrosamente que las casas ya no existen,  y que "Gorriti" hacia el río es un gran terreno cercado, con galpones.
En esa manzana misteriosa –ignoramos su forma o construcciones- tuvo su segunda sede la escuela de Misia Nina, en Gorriti 170, quizás al lado de Luisa. 
Suponemos, por la dirección, que la panadería de Luisa estaba casi en la esquina de Gorriti con Iriondo, pero entre paredes medianeras, según se ve en el plano.
Hoy, Gorriti 193 ya no existe como lote, ya que la calle comienza a la altura del 200. ¿Quién habrá sido Luisa, quiénes sus clientes, que gusto habrá tenido su pan? ¿Habrá sido, verdaderamente, una panadería?
Tal vez ya no lo sabremos nunca.
Cuántas ínfimas historias se han perdido, cuantos nombres, cuantas vivencias. 
En esto, las más remotas y fantásticas arqueologías egipcias o medievales, hoy irrecuperables, guardan el mismo carácter impenetrable que esta simple historia de pan, leña y trabajo.

domingo, 13 de junio de 2010

LOS NEGROS ESCOBEROS

El desaparecido Tito Conti, dueño del Bar La Academia (luego denominado “Bar de Conti”) nos relató una vez acerca de los viejos carnavales, donde aparecían comparsas coloridas y con apelativos curiosos.
En medio de la nostalgia por esos años (tal vez de sus años jóvenes) don Conti relataba el caso de una comparsa, denominada Los Negros Escoberos, al parecer – según sus dichos- formada por gente de mal vivir.
Eran gente blanca, que con los rostros pintados de negro, simulaban africanos, con vestidos de colores y portando cada uno una escoba como signo o emblema. En una entrevista con el antropólogo Nino Volpe, don Conti decía:
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“...los negros escoberos partieron de la esquina de Iriondo y Vélez Sarsfield, los famosos negros escoberos de los carnavales, que en las escobas tenían un cuchillito, algo, por si había algún lío, esos eran los famosos negros escoberos…”
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Tito Conti abundaba, ya en nuestra entrevista, que estos singulares participantes de los corsos eran bastante peligrosos, ya que en las escobas, bien oculta, estaría un cuchillo u hoja filosa, que los tornaba, al menos, “riesgosos de tratar”.
La esquina de Vélez Sársfield e Iriondo es, en la memoria barrial, la más antigua del barrio, y se identidfica con el origen.
Curiosamente, el también fallecido Luis Doufour y el historiador del barrio, Salvador Terrazzino, aseveran la misma cosa: la existencia de un grupo de personas, “cuchilleros” que formaron una comparsa denominada Los Negros Escoberos, que portaban el cuchillo, entre las pajas de su emblema, la escoba.
Leamos a don Terra, en su libro ¿Remember, Refinería?:
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"En épocas de carnavales, aquellas de los famosos corsos de barrio, en la cortada Arenales se formaba una murga, la de los “Negros Escoberos”. El director dirigía la batuta y cada cual respondía haciendo su parte, todos disfrazados y pintada la cara con carbón, uno con ropas de mujer portaba una escoba que tenía la particularidad de llevar un cuchillo disimulado y oculto en la punta, que usaba sin hesitar en casos de agresión por murgas rivales…”
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El autor enfrenta las murgas de escoberos de Refinería con las de Tablada, ambos barrios conocidos como “Barrios de la Puñalada”. Estas peleas según el historiador eran por “defender el territorio” y “por el gusto de pelear”. Arenales es el "Refinería Profundo", el sector donde estaba lo más pobre del barrio, pero también era parte de los orígenes de Refinería. paradójicamente, el libro de Terrazzino abunda mucho más en Avenida Alberdi que en esos lugares antiguos.
No era de extrañar que las historias barriales más antiguas surgieran de los lugares mas viejos, incluso las más raras, sabrosas o particulares.
Sin embargo, la ocurrencia de disfrazarse de negros para carnaval no era original.
En Buenos Aires era famosa la Sociedad Los Negros, allá por 1880, que festejaba los carnavales. Todos eran blancos pintados al carbón, pero se fotografiaban a "cara limpia". También eran conocidos por 1910 los Negros del Cake Walk, de inspiración jazzistica, a la Al Jolson, gente blanca con rostros ennegrecidos y levitas rayadas.
En 1900, según sabemos por Rafael Ielpi en su libro “Vida Cotidiana. Rosario (1900-1930)", nuestra ciudad tenía dos grupos de este tipo: La Sociedad Los Negros Africanos, y Los Pobres Negros Africanos, que bailaban en “troupes”, formaciones luego llamadas murgas.
En Santa Fe, las comparsas más famosas eran Los Negros, de 1883, formada por obreros (blancos). Se recuerda al mulato Demetrio Acosta, apodado El Negro Arigós (apellido de su familia adoptiva), que formaba parte de una comparsa de 1901 llamada Sociedad Coral Carnavalesca Negros Santafesinos. Arigós- un negro de verdad, era el bastonero, y usaba una escoba muy adornada con flores y cintas. Arigós, ya mayor, participaba sentado en una silla, pero su líderazgo continuó hasta su muerte en 1951 a los 73 años, lamentablemente 16 días antes que su murga cumpliera 50 años, meta que era su esperanza.
Recordemos que los negros sobrevivieron en Santa Fe hasta hace relativamente pocos años. Rosario posee otro tipo de conformación histórico-demográfica, que hicieron siempre a ese grupo social menos influyente en las tradiciones.
Es indudable la coincidencia entre los tres entrevistados (Conti, Terrazzino y Doufour), pero dejaremos por ahora de lado la existencia real de estos personajes, los cuales bien pudieron tener nombre y apellido, pero también formar parte de un folklore muy particular.
Veamos el origen de estas curiosas murgas, que lo tienen bastante definido.
Los negros, tanto en Argentina como en Uruguay, provenían de diferentes etnias de Africa, y desarrollaron, a lo largo de los siglos XVII y XIX, una cultura amalgamada a la española, donde vivían su tragedia de hombres cautivos de por vida.
Entre las costumbres de los africanos estaban sus rituales sociales y religiosos, uno de los cuales se volvió famoso: el candombe o candomblé.
Oscar Montaño, en la revista Oralidad Nº16, publicada por la UNESCO (2009), habla del candombe como la danza y la expresión musical-religiosa más importante de los negros en estas tierras.
Esta palabra provendría de la palabra ka (Las) y Ndomble (naciones de Angola).
Consistían sus ritos en bailes coreados, con un director de la ceremonia y varios personajes característicos, propios de estas ceremonias sociales y al mismo tiempo, religiosas. Cada nación poseía sus ritos, su rey y sus guerreros, su santo principal era, generalmente, San Baltasar, el rey mago negro (imagen a la derecha).
Los candombes, ya como danzas negras y en este esquema social, se practicaban por naciones, o sea por tribus. Las danzas eran mixtas, y no por pareja, y cada danzarín tenía una parte rigurosamente establecida en el baile, que era también un ritual.
Cada tribu “competía” en el baile, a fin de destacarse, ya que no podían establecer una guerra por el predominio local, en un país donde estaban cautivos. Al integrarse a la sociedad colonial, ofrecían estos bailes a las autoridades coloniales como un homenaje, y ese es el origen del baile pautado, desfilando, que luego copió la murga del siglo XX.
En esos bailes, los personajes típicos eran La Mamá Grande, o personaje maternal, sabio y bondadoso, siempre vestida de blanco y Reina de la Comparsa; el Portabandera, que identificaba al grupo; el Gramillero o brujo, de galera, con sus hechizos y misterio; y finalmente el famoso Escobero. Éste era un personaje director, con su vestimenta particular.
Con el torso desnudo, vestía un pantalón corto generalmente rojo o verde, sandalias atadas con cintas, y un mandil o delantal de cuero con espejitos que brillaban al bailar. Su escoba estaba decorada con tela, espejos, cuentas, cintas o flores.
Era el que conducía la murga, el bastonero y a la vez el líder. Su canto era rítmico y regulado, acorde a los tamboriles, y formando un pie musical o estribillo:
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- ¡Calungan-gue, calungangué!
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Y el resto de la murga respondía varias veces, acompañando los tambores:
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- ¡Oye-yé- yumbambué! ¡Oye-yé- yumbambué! ¡Oye-yé- yumbambué!
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Al competir con otras Naciones por la espectacularidad en los desfiles, se hacían los llamados candombes a la buena, donde los Escoberos peleaban entre sí, siempre danzando, por el predominio tribal. Para eso, trataban de hacer caer a su rival mediante zancadillas, golpes ocultos y, por supuesto, mediante su escoba como arma, generalmente para trabar ágilmente las piernas del adversario. Esto era parte de la danza misma, y la habilidad era una virtud. El Escobero también era mago, y atraía y provocaba la buena (o mala) suerte. La escoba "abría el camino" a la suerte de la murga.
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De todo esto, podemos hipotetizar la suposición posterior que el escobero era un personaje hábil, tramposo, ladino y a la vez, admirado.
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Las Naciones se desafiaban en lo que aún hoy en Uruguay se denominan “llamadas”: desafiantes cantos de "guerra" para la competencia entre murgas en carnaval.
Podemos aventurar que las murgas de los carnavales rosarinos recordaban a este personaje del candombe, y Los Negros Escoberos bien podrían llamarse, de alguna manera, “De los Bastoneros”, ya que en el candombe, el escobero era uno por Nación africana, y uno por murga. Culturalmente, era imposible más de uno por grupo.
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Entonces, la adopción de formas culturales negras, mediante la deformación que suponía adaptarlas al carnaval europeo-argentino, presupuso necesariamente una nueva concepción. Los Negros Escoberos rosarinos, dada la memoria popular y al derivar de características antiguas, como "imagen" deberían ser gente ladina, y hasta cruel, peleadora y combativa, recordando lejanamente a los viejos directores del candombe africano.
La escoba, en su significado original, hasta podría haberse continuado en la actual superstición popular de no barrer frente a alguien, para no "barrerle la suerte".
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De todo esto provendría según nosotros, el cuchillito en la escoba, la mezcla del personaje femenino mentado por Terrazzino (recuerdo tal vez de la Mamá Vieja) , la “lógica- ilógica” de la pelea (la “puñalada”) por gusto o un discutible predominio, en una rivalidad entre barrios lejanos, algo absurda y hasta de dudoso beneficio.
Debemos también recordar que los escoberos de la murga eran blancos, varios de ellos tal vez criollos o inmigrantes, y que los corsos barriales eran localizados, limitados a tres o cuatro cuadras, no mucho más.
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Podemos hipotetizar que los Negros Escoberos son una creación popular –sea real o legendaria- en base a vestigios de culturas lejanas, extrañas y por ende atrayentes y motivadoras. Fueron una murga y un exotismo, es cierto, pero menos interesante que su danza fue esa escoba traicionera.
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Nada mejor que estos ingredientes extraños para crear una leyenda, y bastó el sabor de lo viejo, exótico y peligroso para recalcar el detalle: sin ese cuchillo en la escoba, nuestros tres vecinos hubiesen olvidado la historia sin pena ni gloria.
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Para el Museo, la verdadera existencia (existencia histórica) de Los Negros Escoberos no es en el fondo importante: se reduce a un dato. Pero sí nos interesa la supervivencia de rasgos africanos en una cultura aluvional - inmigratoria fuertemente europea.
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Podemos afirmar que Conti, Dufour y Terrazzino nunca se arrimaron siquiera a estos personajes. No dan nombres, ni siquiera dan fechas o épocas de esas correrías carnavalescas: bien pudieron ser en 1900, 1930 o 1950. Suponemos el período entre 1930 y 1950, época en que el barrio era "bravo", por la alta desocupación y la marginación consecuente, aunque es una mera suposición. Ninguna revista (monos y Monadas, Gestos y Muecas, Plumazos) ni de ésta ni de épocas anteriores, menciona la comparsa, ni siquiera los carnavales, ya que era un barrio esencialmente obrero, aunque las crónicas burlonas sobre el barrio o acerca de las fiestas en Avenida Alberdi son frecuentes.
Ya en la década del 50 al 60 se celebraban corsos barriales, pero ahora con abundante testimonio de los vecinos.
Dudosamente –y sin querer faltarles el respeto- ninguno de ellos jamás hubiera intentado comprobar la real y concreta existencia del amenazante cuchillo en la paja de la escoba. Los tres son hombres de buena familia, trabajadores y poco adeptos a intercambiar con la "runfla" del barrio, que era justamente la que formaría esa murga. Pero sí podemos aseverar que sus historias y relatos son las de un barrio que ha sabido crear, mediante retazos de oscuras y viejas culturas ajenas, sus propias leyendas, sus propios rituales y sus propios misterios.
Tal cual lo han hecho todas la sociedades del mundo, desde siempre.
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Para escuchar a Conti, entrevistado por Nino Volpe, ver: http://www.youtube.com/watch?v=G-Fh2OLAn6c

EL MUSEO TIENE PERSONERIA JURIDICA

El Museo ha obtenido su Personería Jurídica mediante la Resolución Nº325/10.
El trámite legal fue iniciado en Agosto de 2009, finalizando el 7 de mayo pasado.
Este nuevo estado legal le permitirá al Museo afrontar nuevos desafíos con objetivos más amplios a partir de este año, por lo que agradecemos a todos los vecinos que hiceron posible este logro.

martes, 1 de junio de 2010

RECORRIENDO EL BARRIO REFINERIA EN 1910

Una curiosa nota titulada “Por el barrio de la Refinería” "Encantos edilicios-triunfo de la salubridad-glorias de las basuras", publicada en Monos y Monadas Nº 10 (14/08/1910), nos muestra el barrio para el Centenario de la Revolución de Mayo.
Da un pantallazo y pinta claramente lo que pasaba en el barrio en ese momento, tomando de manera irónica los problemas de salubridad y de contaminación que aquejaban a los habitantes del barrio por el funcionamiento de la Refinería de Azúcar.

“Nos sentimos refinados y sutilmente veladas nuestras ropas por una capa de polvo. Esta clase de capa de polvo. Esta clase de capas están de mucha moda en el barrio. Todos las llevan y algunos con aditamentos de caretas. Aquí las personas parece acabaran de salir de la toilette. Se os presentan empolvadas. Son personajes alados en los cuales se ha cuajado un rayo de luna. La impresión que esto nos produce es la de un jarro de agua fría.”
"Estamos en pleno campo… aunque lo que se ha sembrado no es para recogerse: ¿las latas? .. picadas de tanto servir, las botellas, sin fondo, de lo mucho que de ellas se sirvieron, y así y así, todo aquí esta gastado por el uso. Lo prohíbe el abuso, parece que nos dijeran los cachos de botellas al rasguñar nuestros calzados. Nosotros no podemos contactar a esto. Tienen la palabra los ediles y los zapateros".

Critica a la sociedad rosarina planteando:

“Que los microbios no se lo compensamos y salimos al trote de la riferia, diciéndonos in mente, ¡y aún hay gente que habla de adelantos y presume de que las afueras de la población se respira bien…! Armamonos de un tapa boca".
Esto pasaba en 1910, en el barrio Refinería hoy Las Malvinas, a pocos kilómetros del centro.
En 1930, la Refinería cerro sus puertas, pero al ir pasando el tiempo ni el cambio de nombre pudo borrar del imaginario rosarino, el monte de contaminación por los silos ahora en el 2010, ya sin silos funcionando ni cereal, el mismo barrio que pertenecía a gente obrera y que era considerado un suburbio por la clase alta de 1910.
Ahora este barrio es el elegido de los grandes proyectos inmobiliarios que construirán barrios privados de alta gama.
¿Vaya contradicción, no?
100 años después, un barrio selecto y privado.