PRIMAVERA

La foto es del 21 de septiembre de 1923: Primavera, Día del Estudiante.

Hoy son la misma cosa, porque hemos dejado de lado las efemérides astronómicas casi completamente.

Es evidente que se trata de un picnic típico de ese día, unos caballetes, botellas, gente posando alegre y desenfadada.
Es evidente que han traído bebidas, y puede verse –con algo de esfuerzo- que se trata de Cerveza Lager Schlau y Bilz.

Schlau era una cerveza fabricada en Rosario.

Era la favorita para fiestas, agasajos y paseos, por su bajo precio.

Bilz era un refresco de naranja o fruta, bastante popular, era originario de Alemania e introducida en Argentina 1905, y se consideraba una bebida inofensiva, "para las chicas".

En la foto, se ven algunos estudiantes ya mayores, probablemente universitarios; y aunque el guardapolvo que usan sugiere medicina, aunque tal vez sean de Magisterio, ya que la medicina no era carrera demasiado frecuente para una mujer, y un 60% son del sexo femenino. Los jóvenes de guardapolvo forman una especie medialuna, y suman en total 19 o 20, dependiendo de cómo se interprete su vestuario. Siete personas son adultas, no jóvenes, y suponemos son los responsables del grupo; un bebé está en brazos de su supuesta madre. Más allá de los números, veamos algunas actitudes.

Si observamos bien, veremos que no hay vasos, lo que presupone que se debió beber directamente del envase, “del pico”. Varios han decidido posar con una botella en la mano.

Una mujer joven a la extrema derecha posa con la botella laxamente en la mano.
Otra se ha preocupado, con una sonrisa, de enseñar a perfecta conciencia la etiqueta, que dice claramente “cerveza”, sin ambigüedad alguna.
Otro, ya más atrevido, la enseña la botella a la cámara casi desafiante, y más hacia la izquierda, un hombre de bigotes retorcidos (¿un profesor?) exhibe también su posible trago.

Curioso: ninguno enseña una botella de Bilz.

¿Qué ha llevado a estas personas a posar de esta manera?

Creemos que es la trasgresión que significa la la ebriedad. Lo que está detrás de la escena es la posibilidad de ponerse... borracho.

La imagen del alcohol es la de llevar al descontrol y es precisamente esto lo que los estudiantes tratan de hacer: trasgredir, pasar los límites, propasarse. Jóvenes que en el aula estarían sentados prolijamente en un banco, con su guardapolvo impecable, se acuestan directamente en suelo de tierra, chicas que deben ser modestas y sumisas, se hacen sospechosas de llevarse la botella a la boca con cierta frecuencia.
Un par de audaces exhiben gorras de marino, y si estuviesen en una isla, quizás fueron solicitadas a los que las llevaron allí en la lancha.
La comida fue lechón asado, que ya se ha terminado, y sólo queda una bandeja, con la cabeza apuntando al fotógrafo, dada vuelta como una broma más.

"Hacerse el chistoso" remite a oponerse al control, a lo organizado, a lo institucional, pero también se opone a la adultez, a "sentar cabeza".

Los picnics están en manos de la juventud, a la que muchas veces se le adjudicó (hoy, ayer y siempre) el mote de "perdida", por sus costumbres desprejuiciadas, poco solemnes, que atentan contra ciertos órdenes adultos.
La cara de la señora mayor de la derecha lo dice todo: si no nos equivocamos, diríamos que está disgustada por lo que ocurre. Es la única que no parece contenta, y es la de más edad del grupo.
No pocas veces, las conductas desordenadas fueron reprimidas. Pero el 21 de septiembre permite un descontrol controlado, si se permite la contradicción, que no es tal.
Un día específico - y no todos los días - destinado a cierto descontrol permite que el mundo "adulto" controle, al menos, que ese día será para el desmadre juvenil.

Los jóvenes, ese día "se pasarán un poco de vueltas" tal vez, pero con los años, repitiendo el ritual, el día se se establecerá como fijo , institucionalizado y finalmente, en el resto del año reinará el orden.

La escena – bastante inocente y divertida, si se quiere - remite a la actualidad. El Día de la Primavera es un día de diversión.

Se aflojan algunos controles, se permiten ciertas conductas. Los padres se preocupan que el chico o la chica “no bese demasiado el pico (o al novio)” y cuidarán que la trasgresión - incluso la sexual- no se les vaya de las manos.

Los descontroles son casi siempre individuales, no hay un grupo de desaforados destruyendo, sino la posibilidad de que uno –ella, yo, aquél- traspase la barrera de lo prohibido: "Uy, mirá lo que hizo Fulano...";  "¿Viste todo lo que tomó Zutano?"

La función del fotógrafo es –paradójicamente- mostrar la posibilidad y no el descontrol, que no hubiese fotografiado, seguramente.

Un hilo sutil conduce desde esa vieja foto a las actuales, tomadas por los chicos de la secundaria en el Parque.
Ese hilo es el de cierta rebeldía, es cierto, pero también la institucionalización de ese desmadre “controlado”, seguro, por su esencia colectiva.

Como ocurre con el carnaval, al día siguiente se volverá a lo cotidiano.

Los alumnos recordarán ese día, no sólo por lo que hicieron, sino también por lo que pudieron haber hecho, mostrándolo a sus hijos en una foto y con una botella en la mano, ya vacía.