LA HISTORIA NO ES EL PASADO, PORQUE TRANSCURRE HOY .
El Museo Itinerante del Barrio de la Refinería, las Jornadas de Cronistas e Historiadores Barriales y el Museo Virtual están declarados de Interés Cultural por la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Rosario y el Honorable Concejo Municipal.
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lunes, 20 de enero de 2025

2 ERRORES ECONÓMICOS

 

En su historia, la Refinería Argentina cometió dos errores económicos severos, y hasta fatales. 

Al comenzar, la necesidad de azúcar refinada era importante.
Una inmigración creciente, más consumidores, la aparición de bares y fondas, los cambios en la dieta eran solamente una parte de la ecuación de Ernesto Tornquist, el fundador de la empresa.
La construcción de vías férreas entre Tucumán y la ciudad de Córdoba y con Rosario a partir de 1876 bajó los fletes y aceleró los tiempos de la vieja carreta. El vapor, aplicado a la producción, abarataba los precios por tonelada de azúcar.
En ese momento, la ecuación mercado / costos de producción cerraba favorablemente. Pero como el consumo crecía, era necesaria más azúcar y eso –pensaba Tornquist a fines del siglo XIX- se resolvía con tecnología: más maquinaria, más planificación, técnicos, personal especializado para cada proceso de fabricación.
 

Un primer problema ocurrió en 1890-91.
La crisis generalizada en el país -fuertemente especulativa- derivó en una caída general de la economía. La Refinería Argentina y vio caer la demanda, y por lo tanto restringió la producción.
Torquist sabía que una sobreproducción abarataba los precios, pero a demanda constante o en retracción, generaba pérdidas, ya que los costos de refinar no se cubrían con las ventas escasas.

A partir de 1892, la producción y la demanda se recuperaron, creciendo año a año.
Pero Tornquist decidió que al empresa funcionaría como intermediaria, sin vender directamente al mercado, sino que refinaría para otras empresas. La “venta” era de azúcar a vendedores y de ese modo, la Refinería Argentina se cubría de súbitos bajones en los precios, que era un problema supuestamente ajeno.

La primera crisis grave fue en 1905.

La zafra fue excepcionalmente abundante y la baja de precio considerable. El gobernó de acuerdo con Tornquist, intervino con un impuesto y la (inconstitucional) Ley Machete, obligar a los hacendados y propietarios de ingenios a limitar la producción. En 1906 fue a la inversa: las heladas dejaron sin caña a la Refinería y se pidió importar caña e incluso, azúcar refinado para revender.
En 1907 muere Tornquist, habá terminado la época de los “pilotos de tormentas” (como lo eran Pellegrini y Tornquist) y el mercado del azúcar era internacional, competitivo e inestable. 

En 1909 se tomó la decisión e incrementar la producción a casi doble.
Fue un error fatal de los herederos del fundador. El primer error.

La sobreexpansión tecnológica necesaria para ese volumen se contraponía al exceso de caña, y se contrajeron deudas cada vez más dificultosas de pagar. Se sumaba la dificultosa exportación, por la guerra de 1914-18, y la competencia de los dueños de ingenios, que también refinaban azúcar.
Resultó una agonía de 25 años.

Con el tiempo, se pensaron otras producciones: melazas y jarabes, destilación de ginebras y alcoholes para terceros (Herwig, Schliper) y desde 1921, la extracción de taninos todo en base a las maquinarias existentes. Pero los consumos seguían cayendo y en 1929, la Crisis de Wall Street golpeó todo el sistema capitalista. Las acciones de la empresa, que se habían duplicado, dividiendo al capital, cayeron estrepitosamente. 

Llegó el segundo error.
La caída del precio del tanino borró el negocio que empezaba a dar resultados.
Frente a esta situación, se pidieron créditos e incluso se llegaron a pedir préstamos a las mismas empresas de Torquist.
La espiral de endeudamiento con créditos (cada vez duros desde 1918) y bajos dividendos comenzó a agigantarse.
La caída del precio del tanino en 1930 borró el negocio que empezaba a dar resultados. En 1931 las supercosechas se repitieron.
La Refinería Argentina que ya tenía solamente un cliente, en 1932 ya no le compraría azúcar… y no podía pagar los créditos.
La tabla de abajo muestra la producción de la Refinería Argentina a lo largo de su existencia: las caídas abruptas son en 1991, por la falta de tecnología, en 1917 por la Ira. Guerra Mundial, en 1929 por la Crisis de Wall Street. En 1932, en el gráfico de abajo puede verse la caída definitiva.

De 600 obreros, la Refinería Argentina pasó a tener 1600 en 1910 y solamente 20 en 1932.

El cierre afectó a todo el barrio, ya que la Refinería no sólo producía azúcar, sino también alcoholes y bolsas de algodón, sino que también generaba un activo comercio barrial de almacenes, bares y tiendas.
Dos errores: creer que las compras siempre crecerían y cuando bajaron, el producir más, haría recuperar las pérdidas. Luego, frente a las pérdidas, endeudarse para producir más... y hacerlo.
Esa hipertrofia de la tecnología resultó fatal, probablemente al continuar con el pensamiento del siglo XIX, cuando “estaba todo por hacer”, no había competencias feroces ni crisis de precios. En 1889 se podía tener un monopolio, en 1932, ya no. Al menos del mismo tipo.

Así, la Refinería Argentina sufrió una crisis de producción, que los continuadores de Tornquist no supieron ver: carecían del instinto político y económico del fundador.
La macroeconomía se llevó puesta a la Refinería.  

Y eso también pasó en el barrio.





Bibliografía:
Guy, Donna. (1988). Refinería Argentina, 1888-1930: límites de la tecnología azucarera en una economía periférica. Desarrollo Económico. Revista de Ciencias Sociales 28 (111). 353-373.







HIDRÁULICA BARRIAL


Algunos paisajes hoy son impensables.

La foto de arriba es la década de 1990, de la familia Marotta. 

Puede verse que en vez de un camión volcador de escaso volumen (5 m3), se construyó una plataforma hidráulica, que empina el acoplado de 20 m3, haciendo caer el cereal a una tolva.
Sólo los empleados, choferes y obreros debieron haber visto esto, oculto a la población del barrio.
De todos modos, otras fotos muestran personal escaso, algunas instalaciones en abandono y por otro lado, una jardinería decorativa elemental para mostrar algún cuidado del predio de la Ex- Refinería, ahora SAFAC.

La Sociedad Auxiliar Fabril Agrícola y Comercial (SAFAC) fue creada en 1924 para manejar económicamente la empresa Quilmes, que ya había formado una empresa de Instalaciones y Aparatos para el Despacho de Cerveza, en 1930, la Fábrica de Gas Carbónico y Levaduras Martelli, en 1933, en 1935 “Fermolac” Fábricas de Levadura. “Fermentos” SAIC, fue fundada en 1943. En el mismo momento, se inauguró Maltería SAFAC, en Refineria.
Todas estas empresas formaban lo que en los años 40 un “holding” del cual no podía saberse si eran empresas nacionales o extranjeras (eran un poco de una y de otra), lo cual motivó la intervención del estado en 1945, con manejo por parte del sindicato de cerveceros.
Pasado el gobernó peronista, la empresa volvió a manos de sus dueños originales.
La empresa rosarina fundada en 1943 manejaba granos en volumen. Para ello, debía tener una serie instalaciones, sobre todo depósitos.
Los camiones llegaban a la ex Refinería Argentina y descargaban en plataformas especiales.
Para la época de la foto, la Maltería SAFAC ya estaba en crisis.

Un peso sobrevaluado y la inestabilidad económica de la posguerra de Malvinas, llevaron a una recesión en el rubro. El alza del consumo –paradójicamente- permitía que cervezas importadas entraran al país, como Kronenbourg, Carlsberg y sobre todo la brasileña Brahma, a partir de 1990 entró agresivamente al mercado argentino, con el nuevo panorama de apertura económica y dólar barato. La firma había disminuido un 45% su producción.
Cerrada a fines de la década del 1990 y luego de casi una década de abandono, la plataforma volcadora probablemente fue retirada para reutilizarla, ya que en las obras de reciclado del edificio viejo no fue encontrada, luego del desguace de los galpones de chapa.

Un paisaje cerealero, con instalaciones que hoy parecerían extrañas, había desaparecido.
No quedan rastros de eso, excepto la foto. 


 



EVOLUCIÓN

 

Al ver las antiguas fotos de la Refinería Argentina, puede verse una evolución arquitectónica.

Algo que puede verse inmediatamente es que el edificio “clásico” no fue el primero.

La empresa primero construyó una primera nave, con una chimenea y la casa de la administración, hacia el norte del predio. Y un galpón más pequeño, probablemente un depósito vinculado al muelle y al ferrocarril.
Con la “donación” de calle Gorriti al 200, aproximadamente en 1905, a los ferrocarriles que abastecían a la fábrica, se comenzó a edificar la construcción que puede verse hoy.

Pero la Refinería no se detuvo en su evolución edilicia.

Como evidencia de su expansión, la fábrica de azúcar pasó de tener una sola chimenea inicial, dos en 1910, 3 en 1915 y 4 chimeneas en 1918. Otro indicador es la cantidad de obreros. Había comenzado con 600 trabajadores y llegó tener 1600.
Las ampliaciones se observan mejor desde el río, en base a varias fotos que perduran.
Aunque las construcciones parecen caóticas, es porque hay dos líneas: la este oeste, paralela a las calles y la de la barranca, que sigue una línea diagonal. 
 

Se observan galpones de todo tipo y tamaño, unificados por su arquitectura de ladrillo a la vista. Desgraciadamente, sus funciones se han perdido, ya que no se han hallado documentos sobre su necesidad.
Como se ve en la foto de abajo, esta arquitectura parece consistir en naves industriales, con medidas que van de 11 metros a más de 20 de largo. 
El orden se observa de modo muy diferente desde el río que en vista aérea.
Los edificios se dispusieron “a lo largo” del terreno, dejando dos calles longitudinales este-oeste para la circulación y dos grandes patios, al norte.

 


Intermedios, se colocaron otros edificios menores los adosados a las barrancas, probablemente eran para el manejo de cargas y descarga de los barcos y las todavía visibles grúas (cranes, winchs o “guinches”).
Los patios parecen haber tenido la función de recibir material a procesar primero y a partir de los años 30 –con al Maltería- estacionar camiones. De todos modos el depósito al aire libre fue el terreno adquirido c. 1915, sobre la calle Thedy-Caseros donde se acopiaba madera de quebracho para la extracción de tanino, un servicio prestado a La Forestal.
En resumen, la arquitectura de la Refinería pareció ser por completo racional, pero sujeta a la producción. A mayor producción, mayor superficie edificada, mayor producción, más edificios...


Ese incremento fue un error.
La forma “edematosa” de construir finalmente resultó perjudicial con una crisis azucarera en curso. 

En 1905, ya habían  cometido una equivocación fatal: llevar la producción de 65.000 a 110.000 toneladas, pensando que producir más era buena idea... mientras en Tucumán y Salta  se quemaban cañaverales para volver escasa el azúcar y así subir los precios del mercado. Produjeron un récord, más de 80 mil toneladas.Vendieron a precio bajísimo para poder "colocar" el producto casi a pérdida. Empezó la decadencia, que se intentó resolver con más inversión.

Pero en 1930, la crisis se repitió, aunque peor.
Las causas principales de esta crisis eran cinco:

- La crisis general del capitalismo, la famosa "Caída de Wall Street" de 1929.

 - Un sobrecultivo tucumano de caña y sobreproducción de azúcar, desde 1926. En ese año, Estados Unidos comenzó a refinar y Brasil planificó la producción azucarera en 1929. La competencia era creciente y la mayor cantidad de azúcar producida bajaba el precio del producto, internacionalmente también a la baja.

- Un incremento de los medios de producción (maquinas, instalaciones). Eso  agravaba el problema y los capitales fijos disminuían el capital dinerario, que podían ser aplicados en otros emprendimientos. 

- Una producción creciente y a bajo precio, no implicaba mayores ventas, porque el mercado era fijo. Cada centavo de azúcar contenía mucho de dinero de la inversiones, que no se recuperaba con la venta.

Frente a la crisis, se intentó una diversificación en subproductos: azucar medio refinada, melazas, bagazo, ginebra, alcohol, jarabes, tanino, vender servicios de refinado. La idea era aprovechar la capacidad instalada. Pero no bastaron para compensar la venta de azúcar a muy pocos centavos el kilogramo.
Todos experimentos fallidos, que consumieron capital dinerario adicional.
En 1930, acosada por las deudas y con una producción masiva que no pagaba los gastos, la Refinería redujo su personal de 1660 obreros a sólo 330. De refinar 23 mil toneladas en los comienzos, había llegado a un máximo de más de 84 mil toneladas en 1909.
En 1932 sólo produjo 600.

Tras un período de 2 años de reducción de stocks y austeridad empresarial, el ya inevitable cierre se produjo el 23 de octubre de 1932. Quedaban  en la calle sólo 20 operarios.
Luego de una década de abandono (entre 1930 y 1940 se demolieron dos chimeneas) en 1947 la Maltería Argentina compró las instalaciones, que al parecer resultaban apropiadas para el acopio de cebada para la fabricación de maltas para cervecería, proceso que requería de gran cantidad de agua para remojo del cereal y posterior tostado. Al ser innecesarias, la Maltería demolió las chimeneas restantes, probablemente al incluir la electricidad en el proceso.
Luego de la intervención peronista y un regreso fallido en los años 60, la Maltería Argentina también cerró, frente a la malta brasileña, mucho más barata, y sus cervezas, sobre todo Brahma, que costaba la mitad en el kiosco. 

En 2001, el predio histórico estaba por completo abandonado y en venta.
Sólo cabía el r
eciclado, como un gran contenedor “pintoresco” de viviendas de medio lujo. Para aumentar la cantidad de departamentos, el viejo edificio recibió un remate de chapa acanalada, de acuerdo a los gustos de la arquitectura actual.
Otras épocas.

En resumen, la arquitectura original de la Refinería Argentina de Azúcar fue tan racional como emergente, pero al estar atada a una producción que entró en decadencia, terminó siendo irracional en lo económico.
Era demasiado grande y costosa de mantener, para el escaso beneficio que producía.
Lo que en el habla popular puede denominarse un... elefante blanco.


viernes, 17 de enero de 2025

EL CLUB DEL TE EN FUNES: UN PROYECTO EN COLABORACIÓN



Conjuntamente con el Museo Ferroviario y de la ciudad de Funes “Juan Murray”, El Museo Itinerante del Barrio de la Refinería, ganó un concurso de la Fundación Williams, con el proyecto denominado “El Club del Té”. 
Resultado de una colaboración que se inicia en 2009, este proyecto es en N°8 realizado en colaboración.

La idea general es formar comunidad en torno a una costumbre inglesa, sobre la cual no se sabe demasiado pero que al parecer posee un raro prestigio vinculado a lo británico.
Aprovechando esto y varias experiencias previas, el proyecto trata de reunir sobre todo mujeres, para evidenciar que “tomar té” era una práctica de socialización femenina de la clase media inglesa. Pero a la vez, un modo de sujetar a la mujer a la casa, mientras que el hombre socializaba afuera, en el bar.
También que las tazas de té fueron un producto industrial masivo y exitoso, que generó un consumismo de lozas, que luego se extendió a Argentina, a principios del siglo XX.
Es una propuesta que incluirá especialistas en objetos de museo, sociedad e industria y en problemática de género y si bien se iniciará con vecinas, finalmente abarcará participantes en general.


 

RAYADOS

 

Las antigüedades, en general, deben conservarse lo mejor posible.
En la mentalidad argentina, rayar un mueble viejo o pintar una bicicleta antigua puede significar perder su carácter de objeto del pasado.

Pero a veces, arruinar un viejo objeto puede ser beneficioso.

Esta foto, donada en 2012 por la familia Rezzoagli, muestra un partido de fútbol jugado en Gorriti y Santa María de Oro, la “canchita de los curas”. Pocas casas se conservan de esa época.
Es evidente la oportunidad de la foto, el arquero ataja lo que parece ser un cabezazo de un atacante.
Alguien, en algún momento, utilizó lapiceras para dar color a las camisetas. Esta intervención permitió definir un equipo de casaca blanca con cuello y vivos celestes y el otro, con la camiseta a rayas amarillas y rojas. El arquero parece haber usado una casaca roja.
En base a las investigaciones de Soccorso Volpe, puede establecerse que los equipos son Argentino de Refinería (blanco y celeste) y el Numancia (rojo y amarillo), aparecido en 1927.
Si los colores de Argentino son obvios, los de Numancia eran los “rojigualdos” españoles, ya que Numancia fue una epopeya de los íberos frente a los romanos, una batalla que se tomaba como un símbolo nacional.
El otro equipo, Argentinos, en 1912 se denominó brevemente Club Atlético 1º de Mayo, luego Embarcaderos y después Club Atlético Nacional. A partir de 1930, pasó a llamarse Club Atlético Argentino de Rosario. Desde 1925 usaron la camiseta que se ve en la foto.
 

Según Volpe, Numancia “Instaló su campo de deportes entre Vera Mujica, avenida Francia y Arenales. Mientras que en 1933 su sede social estaba ubicada en la cortada Arenales 282. Más tarde en 1935, bajo la presidencia del señor Urrutia, alquiló una cancha en inmediaciones de la estación de ferrocarril Ludueña. Además en el predio arrendado, que era amplio, se organizaron diferentes torneos internos de básquetbol y boxeo, que se disputaban entre sus asociados” y que "Según algunos datos que pudimos recabar en entrevistas realizadas hace varios años atrás a vecinos del barrio, como por ejemplo don Tito Conti, la camiseta de Numancia era roja y amarilla a rayas verticales finitas." 

Y de Argentino: "La historia de Argentino de Rosario se comenzó a escribir el 15 de enero de 1912, ya que ese día en el barrio Refinería (hoy Malvinas Argentinas) un grupo de empleados ferroviarios constituyeron un equipo de fútbol, que participó en una liga independiente (...) Más tarde debido a que ya existía en la zona un club con el mismo nombre, la entidad pasó a llamarse Embarcaderos Córdoba y Rosario, tomando la denominación de la estación de ferrocarril de donde eran la mayoría de sus fundadores. (...)

Volviendo a la foto, puede pensarse que el partido se jugó aproximadamente entre 1926 y 1930.
La idea el autor de la colorización debió ser identificar los dos equipos ¿cuándo lo hizo?
Veamos.
El color y el trazo delatan la relativa antigüedad del acto “vandálico”.
Fue hecho con fibras de colores, ya que son colores vivos y semi transparentes. No es acuarela ni témpera, ni tampoco bolígrafo ya que no hay bolígrafos en amarillo.
Las fibras Sylvapen pueden ser una posibilidad. Si seguimos afinando, pudieron ser las Sylvapen de caja “de dos pisos” con 12 fibras, que tenían color celeste.
Otra pista está en que este tipo de lapicera no se degrada, como las tintas azules al agua. Si las Sylvapen estuvieron en auge desde los años 70, podemos decir que la escritura es bastante reciente, incluso de la década de 1980-90.

La foto tiene otro aspecto más para reflexionar.

Si a alguien le importó que se reconozcan los colores, y tuvo un interés histórico, debió ser alguien que "sabía" los colores originales. 

Por lo tanto, era una persona ya mayor en esa época como para haber jugado (o haber visto) jugar a Numancia y Argentino, en la década del 20-30.

Uno de los integrantes, hoy ya fallecido, en 2012 contó que había sido su padre.
Si ese señor tuvo conciencia futbolera, supongamos con 15 años al momento de la foto y a fines de la década de 1920, esa persona hoy tendría más de 100 años.
Sí, pudo ser el padre: en 1970-80, habría cumplido unos 65 o 70, tal vez una época de nostalgias. Y su hijo tendría unos 40 y en 2012, 70 años.
Todo cierra. 

Podemos reflexionar que una foto instantánea, tomada entre 1926 y 1938, mostró un acto efímero, un casi-gol.
Pero hubo otro acto posterior de documentación, doméstico, testimonial o tal vez nostálgico, personal, probablemente en los años 70 u 80.
Y no estuvo mal. Nada mal.
Rara vez arruinar una foto consigue mejorarla.

Y este parece ser un caso feliz de ese tipo de excepciones.

 

Para más datos, ver: https://histofutbolrosarino.blogspot.com