LA HISTORIA NO ES EL PASADO, PORQUE TRANSCURRE HOY .
El Museo Itinerante del Barrio de la Refinería, las Jornadas de Cronistas e Historiadores Barriales y el Museo Virtual están declarados de Interés Cultural por la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Rosario y el Honorable Concejo Municipal.
Personería Jurídica Otorgada por Resolución Nº325 del año 2010.
SE MUESTRAN 5 ARTICULOS POR PAGINA, Y SE PUBLICA UNO NUEVO CADA MES. Para comunicarse:
BANCO DE IMAGENES: angita1845@yahoo.com.ar

martes, 31 de agosto de 2010

EL MUSEO HA GANADO EL CONCURSO "SUBSIDIOS CULTURALES 2010"

El Museo ha obtenido un subsidio de la Municipalidad de Rosario, a fin de registrar el patrimonio fotográfico del barrio. La página municipal que da la noticia indica:
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Recuperación del patrimonio fotográfico del Barrio Refinería, presentado por Ángela Lidia Tasca: La idea central del proyecto, que se llevará a cabo por la Asociación Civil Museo itinerante del Barrio Refinería, es establecer una nueva forma vecinal participativa a través del diseño y confección de un archivo fotográfico del barrio con materiales cedidos por los vecinos.
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La idea consiste en articular la participación vecinal con el acervo histórico barrial, y de esa manera, integrar barrio, escuela y museo.
El próximo 14 de septiembre se realizarán las reuniones para organizar las acciones conjuntas entre Museo y Municipalidad y cumplir con las pertinentes formalidades.
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http://www.rosario.gov.ar/sitio/noticias/buscar.do?accion=verNoticia&id=13512

lunes, 30 de agosto de 2010

DONACION DE LA FAMILIA SANTOS

La familia del fallecido ingeniero Marcos Santos ha donado una serie de revistas, libros y objetos, destinado a la biblioteca del Museo.
Este importante material consiste en revistas en varios idiomas, una colección completa de fascículos acerca de la II Guerra Mundial, ejemplares de revistas que tocan el tema de la biografía de personajes históricos, ejemplares de Caras y Caretas y libros de historia argentina. Es interesante una colección de artículos, revistas y libros sobre la vida de Carlos Gardel, coleccionados durante veinte años.
Entre todo el material, hay tres libros ingleses muy especiales.
Se trata de revistas encuadernadas, que formando un tomo anual, permitía que lucieran en la biblioteca del hogar como un lujoso libro más.
Uno de esos tomos consiste en una serie de la revista satírica inglesa Punch de 1882, donde pueden verse artículos de todas clases, sobre todo los relativos a la política exterior británica. Los chistes, casi todos ellos incomprensibles para nosotros – y no solo por el idioma- remiten a épocas de otro pensamiento, tan diferente además al español o italiano. Muchos de ellos son de “consumo interno” y su lectura, aún entendiendo el inglés, es muy dificultosa por la gran cantidad de modismos, giros y coloquialismos.
A la derecha vemos un chiste sobre las constumbres aristocráticas. 
En la espalda de un jinete, un cartel dice:
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- Pateador
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Cartel que otro hombre observa de cerca y... peligrosamente. En el expresivo dibujo puede verse que el caballo, lo mira también... peligrosamente.
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A la izquierda, dos niñas conversan sobre lo que van a ser cuando mayores:

- Ya se lo que voy a ser cuando crezca-
-¿Qué vas a ser cuando crezcas?
- ¡Una viuda!

Las otras revistas -The Sphere- pertenecen al año 1916, y abundan sobre todo las peripecias de los soldados en la primera Guerra Mundial, las batallas, sus estrategias y armamento.
Sobresale en las revistas el tono despreocupado, pero heroico; el interés en no mostrar malas noticias, la constante presencia de rostros sonrientes, que contrastan con la semanal lista de oficiales ingleses muertos en batalla.
Más allá de las épocas, los grabados, fotos y artículos de la revista son de excelente calidad, sobresaliendo los dibujos que representan escenas de combate, en los cuales, curiosamente, los alemanes siemrpe poseen caras achinadas, correspondiendo al apelativo de hunos, bárbaros orientales. En 1916, la Gran Guerra había entrado en un período de estancamiento, y recién finalizaría en 1918, o sea dos años después. 
Estas revistas, recuerdo de toda una época, no contienen mucho acerca de Sudamérica y menos de Argentina. Son eurocéntricas al extremo, y las breves noticias sobre el resto del mundo es, simplemente un exotismo, una batalla o una curiosidad.
Agradecemos la donación de la familia, y vaya un recuerdo a Marcos Santos, que coleccionó este material, al que le sabremos dar un buen uso, como seguramente hubiese querido.

miércoles, 25 de agosto de 2010

SEÑORITA LEONTINA

Edgardo Landaluce, un vecino del barrio, aunque actualmente no vive en Rosario, nos envía esta historia casi desconocida. Leamos a Edgardo, al que le agradecemos el aporte:


UN RECUERDO: 
LA ESCUELA, EL BARRIO Y MI MADRE.
Es un relato de una pequeña historia de ese hermoso barrio donde pase casi 30 años de mi vida con muchos recuerdos que tengo guardado en mi memoria.
Tal vez pocos recuerden que en el edificio de la escuela Nº 72 funcionaba, en el turno noche, una escuela que se denominaba Escuela Particular Incorporada Tecnica Profesional Nº 18 Vélez Sársfield.

Dicha escuela funciono aproximadamente desde 1949/1950 hasta febrero/marzo de 1961, en ella se formaban las chicas del barrio en conocimientos de Bordado a Mano, Corte y Confección, Decoradora de Interior, algunas complementarias como, Cocina, Dibujo , Pintura y Taquidactilografía .
A dicha escuela concurrían las jóvenes del barrio para aprender y obtener un titulo para poder desarrollarse en su vida. Esta institución contaba como apoyo; una asociación cooperadora que ayudaba en ese momento a los estudiantes aportando los elementos necesarios para las clase, moldes para tortas, utensilios de cocina, hojas de papel para moldes de vestimenta, pinturas , hilos y otros elementos para poder dictar clases.
En esa cooperadora, formada por varias personas del lugar, recuerdo a un señor de apellido Piedrabuena, que ocupo varios años el cargo de presidente. También a través de la cooperadora y de las maestras se vendían las estampillas de ahorro postal, para lo cual cada alumna tenía por esos años una libreta de ahorro en la que se pegaban dichas estampillas, y luego se podía retirar el dinero ahorrado en la sucursal del Correo Argentino.
Fueron maestras de dicha escuela, entre otras; Olga Gómez , Emilia Antonelli, Esther Michelli, Mabel García y Cecilia Panichi .
Cecilia vivía en Gorriti pasando Monteagudo, desde el cierre de la escuela hasta muchos años después fue en su casa profesora particular de dibujo y pintura, también trabajó en la escuela Amelia Vilches, que vivía en Echeverria y Corvalán, en diagonal a la Algodonera Argentina ; Edelmira Jaime como profesora de taquidactilografía , y como portera ejercía Maria Rodríguez de Torres.
Leontina C. Candolfi de Landaluce (La Negra), en principio ocupo el cargo de maestra de bordado a mano. Su titulo lo obtuvo en la Escuela Industrial de Señoritas Nº 3 , en el año 1932 ; el cargo lo ejerció desde marzo 1951 hasta diciembre 1953 y luego fue nombrada directora del establecimiento hasta el cierre de la misma en 1961.
Recuerdo que por el año 1958/59 se realizo un viaje de un día; como fin de curso a la ciudad de Paraná con las alumnas, las maestras, algunos hijos; fue un viaje en colectivo; de esos que tenían una trompa larga donde iba colocado el motor ; de 25 o 30 pasajeros.
Recuerdo que cruzamos de Santa Fe a Paraná en la antigua balsa, ya que no existía el actual túnel subfluvial y recuerdo que dicho colectivo tenia poco freno, en la empinada bajada hacia la balsa hubo que bajarse antes de comenzarla, para no correr ningún peligro.
Aquí están las cinco maestras y algunas alumnas e hijos en la parte superior, que viajaron ese día; E.Michelli ; L. C de Landaluce; C. Panichi; O. Gomez y E.Antonelli.
Estando Leontina en el cargo de directora; en su tiempo libre no dejaba de practicar su habilidad en el bordado y en 1954 borda a mano la cara Eva Perón sobre una tela de seda blanca, utilizando como hilo el pelo negro y largo de su hija Maria del Carmen, de 10 años .
En cada fin de año se hacían los cierres de curso con exposiciones de trabajos realizados y también a probar los productos elaborados en los cursos de cocina, mucha gente del barrio concurría a esas fiestas a celebrar junto a las alumnas y sus familias.
Leontina después del cierre de la escuela en 1961, se fue a trabajar nuevamente como maestra con el cargo de Maestra de Actividades Practicas en la Escuela Incorporada nro. 32 La Argentina, sita en la calle Sarmiento 4290 , viajando durante 16 años, todos los días hasta su jubilación en 1977, en tranvía y luego en colectivo, pues vivía en el barrio en la calle Sta.Maria de Oro y Vélez Sársfield.
Adosado a esta historia les cuento que Leontina y su hermano Osvaldo tuvieron en el barrio, en el mismo domicilio donde vivió casi toda su vida , y durante 10 años, un taller de lencería cuya razón social era LAN.CAN bajo el registro municipal nro 4619/64.
Allí trabajaban 3 personas como empleados internos y después se daba costura a 25 costureras del barrio que hacían las prendas en sus domicilios. Este taller abastecía en ese tiempo a varios negocios de la calle San Luís y calle Córdoba con enaguas, camisones y ropa interior para mujeres, también en esa época estaba de moda una prenda que se llamaba pollerín estaba hecho de tul plástico y puntillas. Las nenas lo usaban debajo del vestido para que este fuera más armado.
Este taller se cerro en el año 1974, y el barrio perdió así una fuente de trabajo de casi 30 personas, todas vecinas del lugar.
Finalmente, Leontina falleció el 13 de enero del 2010 a los 92 años en la ciudad de Puerto Madryn, Chubut, donde residió durante los últimos 10 años de su vida.
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Edgardo Landaluce. Agosto de 2010.

viernes, 20 de agosto de 2010

PEDAGOGIA DE SELECCIÓN

La revista se llamaba Selecciones Escolares y es del 4 de junio de 1963.
El ejemplar tiene por lo tanto 47 años. Inició su publicación en 1959.
Esta revista pertenece al acervo del Museo, gracias a una donación de Carlos Vega, un ex vecino del barrio que se mudó a Barrio Sorrento en la década del 70.
La revista, de formato pequeño, hace recordar al famoso Selecciones del Reader´s Digest, en el que claramente se inspira, y pertenece a la Editorial Codex.
Según Jorge Padula Perkins:

La editorial Codex se dedicaba, desde el año 1944, a la impresión y publicación de enciclopedias, textos escolares, diccionarios, revistas y obras bibliográficas de diferente tipo. Fue una de las empresas más importantes en su género y estableció compañías asociadas o controladas en varios países de América y en España, aunque luego acabaría siendo puesta en venta por licitación pública internacional en 1978, tras pasar por la quiebra y la absorción por parte del Estado.
Volviendo a Selecciones Escolares, las notas hablan de muchos temas: abarca a Manuel Belgrano, la bandera argentina, geografía, botánica y fauna, anecdotarios, ortografía, filatelia, efemérides, literatura clásica y humor.
La función de la revista pareciera servir de apoyo escolar, o sea ilustrar las clases que imparte el docente, mediante figuras y conceptos claros y concretos.
Los gráficos son simples y estereotipados. Las descripciones, responden a modelos y clichés elementales, propios de los Estados Unidos.
Así, en los sioux, se los ve en actitud guerrera, obviando su forma de vida, "la cual no es todo lo placentera que pueda imaginarse", segun afirma textualmente la revista. 
Igualmente extranjerizantes son los conceptos de ciencia y tecnología, que abarcan el avión, la electrónica, la física y el automóvil, todo de acuerdo a las últimas “novedades” yanquis.
La nota fija Yapeyú...Hip...Hip...¡Ra!, describe la “historia interna” de un equipo de fútbol infantil, el Yapeyú, en un cuento seriado. 
Se adoptaba la caracterización que tanto éxito había tenido Abel Santa Cruz con su Jacinta Pichimahuida.
El método consiste en vincular apariencia con hábitos.
Este fue (y es) un prejuicio nacido desde muy antiguo en la Argentina, según el cual las personas actúan y poseen un carácter acorde a su aspecto externo.
El nombre de cada personaje refleja y refuerza este hábito. Así, Pandeleche es un gordo tranquilo, buenazo y glotón que vale dos flacos; y Cincoquilos es un chileno nervioso, pequeño y avispado.
Un intento de mostrar las bondades de la socialización y la ausencia de discriminación, está en un negrito ingenuo, generoso y esforzado, denominado simbólicamente... Lauchita.
Nótese de paso que el nombre del cuentito responde a una forma de vivar al equipo (Hip... Hip... ¡Ra!) que no es, precisamente, una costumbre argentina.
Otras notas abarcan temas que muestran un exotismo falsificador; así, los mahometanos, griegos, franceses, caribes y apaches son vistos como gente de costumbres extrañas y a la vez atractivas, aunque deformadas por una visión de índole estadounidense.
Incluso la moneda para mostrar los costos de objetos lujosos e impresionar a los niños, es el dólar estadounidense.
También se trata de incorporar alguna lectura “culta”: Se puede leer a Víctor Hugo, en su Historia de Coseta, trasformada en un lacrimógeno catálogo de personajes que refieren a números anteriores de Selecciones.
El lenguaje es casi puro, privilegiando la lengua del diccionario al habla, de la calle, hallándose pocas palabras de este tipo. Por ejemplo, aparece en una carta de un lector, la frase “sáquenme” de la duda, entre comillas. Un artículo llamado Con el Diccionario y la Academia en la mano es idéntico al conocido Enriquezca su Vocabulario del Selecciones del Reader´s Digest.
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Tal vez la tapa sea la mejor demostración del pensamiento de la editorial.
El dibujo representa a un negro aparentemente africano o australiano, vestido con un taparrabos de piel de animal, y que riega unos clavos en la tierra.
La leyenda dice –¡Sería millonario! en una clara alusión al “crecimiento” de la cantidad de clavos. 
Se muestra así la  simpleza o ingenuidad de la persona.
Esta forma de presentar a las personas negras fue habitual hasta los años 60.
El imaginario del salvajismo estuvo en varias publicaciones, y desmienten la noción generalizada que Argentina nunca fue racista y  la imagen del negro bestial o simplón, atolondrado e ingenuo, se mezcló con los motes de holgazán, lascivo y dormilón atribuidos el esclavo colonial.
El cliché de la tapa es un verdadero compendio de prejuicios.
Regando sus clavos, el negro es holgazán, pues pretende rápidamente ser rico, a la vez que reafirma, mediante el absurdo, el imaginario de la riqueza obtenida mediante el trabajo, propio de la clase media "trabajadora", origen de la docencia.
Su ropa -un taparrabos de piel- se combina con una cara bonachona y a la vez, animalesca. Los rasgos corporales son desproporcionados, con brazos, piernas y pies largos y simiescos, lo que afirma el prejuicio de la demasiada cercanía del negro con los primates.
Por supuesto, se evitó cuidadosamente la lascivia, protegiendo pudorosamente los genitales del hombre con la mencionada piel de un animal, y, para evidenciar aún más el primitivismo, no usa una regadera de zinc, sino un cuenco de barro cocido. Finalmente, el contexto es una síntesis que, en una planta y tres colores de fondo, representa suelo, vegetación y cielo.
Esta manera de enseñar  simplifica hasta la deformación, y es habitual en el el enciclopedismo. La concepción didáctica de la revista apuesta al saber clasificatorio, predigerido y acrítico, se reduce a la acumulación de conocimientos, a una especie de apilamiento conceptual, y la "sabiduría" se traduce en cantidad, "saber mucho".
El cliché está siempre presente, hasta en un patito intelectual, con anteojos, que lee un ABC, en la creencia habitual que la persona que usa anteojos es estuidiosa.
Incluso la revista, mediante el personaje de Barbablanca (¿opuesto a Barba Azul?) responde “inquietudes” (poco infantiles, sospechamos) sobre biografías de naturalistas, inventos e inventores, datos y fechas, acumulando saberes de poca aplicación, como no sea una erudición de diccionario.
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Este tipo de material fue habitual en la década del 50, opuesto decididamente a la teoría constructivista de la enseñanza.
Ésta se veía progresista y a la vez peligrosa, ya que el saber era acumulativo y no de  razonamiento, y menos de crítica.
Selecciones Escolares no resistió demasiado el paso del tiempo, y sobrevivió hasta febrero de 1970.
En esas épocas, nociones como las teorías del conocimento, la matemática moderna y los avances pedagógicos, impusieron modelos nuevos.
Revistas como Estudiando de los años 70 serían la consecuencia evolutiva de este modelo conservador y acumulativo, aunque modernizándose con actividades prácticas atractivas, dibujos llamativos y dinámicos y sobre todo una agresiva campaña editorial para introducirse por la fuerza en los planes de estudio.
Codex seguiría amparando otras formas editoriales, como “enciclopedias del saber” que aunaban datos, conocimientos y exotismos como forma de divertimento culto. Muchas eran ediciones lujosas, más para el living de la casa, que textos de estudio.
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Lentamente, otras formas de enseñanza tomarían la delantera, y el enciclopedismo, la memorización de datos y la erudición inconexa caerían en el descrédito.

En lo relativo al racismo, el contexto estadounidense –origen evidente de la existencia de la revista- se debatía entre racismo conservador y progresismo.
Comenzaba la condena al apartheid sudafricano, y estas formas prejuiciosas comenzaban a caer en el desuso y el desprecio del habitante común.
Pero esta vieja revista infantil muestra cómo, a pesar de la voluntad de demostrar lo contrario, el prejuicio y el racismo en Argentina fueron sutiles y hasta hipócritas, al quedar barnizados de humorismo y empatía.
Tal vez una de las maneras más perversas de mostrar una ideología.
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Para ver el artículo de Jorge Padula Perkins:

sábado, 14 de agosto de 2010

UN VIETNAM EN CASA

La década del 70 significó, en materia de soldaditos, el abandono definitivo del plomo para confeccionarlos, y la adopción, también definitiva, del plástico para la manufactura de estas figuras tan populares.
Se abandonó también - y desde hacía años- el cartón, la madera, la pasta y el metal para fabricarlos, a veces por el material mismo, otras porque no admitían un proceso industrial y hacelos a manos costaba demasiado.
Considerando aparte algunos ejemplares raros de cartón para publicidad, el material pasó a ser, casi sin excepciones, el plástico, de diferentes tipos colores y composición química, con preferencia, para la época,  por el PVC y el polietileno (plástico "duro" y "blando" respectivamente). Su baja toxicidad, su maleabilidad a cualquier molde, su flexiblidad, resistencia y blandura (reducía los accidentes que eran frecuentes con la lata, por ejemplo) lo hacían ideal para fabricar pequeños objetos destinado al uso infantil. Soldaditos importados como los Timpo combinaban plásticos de distintos colores, en soldados móviles y atractivos. La mayor parte de los adultos de menos de 40 años conoce solamente soldaditos plásticos, incluso algún cuarentón jamás vio uno de plomo, juguetes que hoy constituyen buscadas rarezas para coleccionistas.

El Museo posee una colección de estos soldaditos de plástico, de confección bastante tosca, típica de los años 70.
Está hecha de un plástico blando verde oscuro, con vetas más claras,  y que parece reciclado. No es el famoso Plastisol, material suave y tan común en los juguetes de los años 60, usado inicialmente en las muñecas Linda Miranda.
Estas figuras están hechas en un material que presenta rebabas, cortes desprolijos e incluso faltantes de partes, al no haber colado bien el material en el molde.
La elección del color verde militar parece haber sido hecha para ahorrar el color de pintura en los uniformes, "estrategia" muy habitual en los fabricantes.
El material es medianamente frágil, como suele ocurrir con los plásticos compuestos de rezagos de botellas, tapas, bolsas, etcétera. Varios soldaditos han perdido la base, que es la parte más propensa a romperse por el uso intensivo.
Hay varios ejemplares de algunos modelos, de otros sólo hay un ejemplar.
Los soldaditos están en varias actitudes, propias de una infantería diversificada y funcional. 
Si bien hay soldados disparando en diferentes posiciones, hay uno con una radio de campaña, otros lanzan una granada y hay uno armado con pistola que comanda el “grupo” o pelotón, evidentemente un teniente (y así se le llamaba popularmente).
Impresiona un poco la aparición de un herido en el instante de recibir la bala (recuerda un poco la famosa foto de Robert Capa del miliciano, en la Guerra Civil Española).  
Esta colección está casi completa, pero se le ha añadido una pieza que representa a un ametralladorista, que utiliza una vieja arma de pie tipo Maxim, ya anticuada en la Segunda Guerra Mundial. Por lo tanto es casi seguro que no pertenece a la colección, si bien forma parte de otro conjunto no menos clásico, pero correspondiente a la década del 60, con soldaditos más pequeños en la escala.
Los soldaditos de esta colección llevan, además, armas mucho más modernas.
Esto hizo que nos fijemos mejor en las armas de los soldaditos, y podemos ver que se trata de fusiles automáticos del tipo M16, usados por el ejército de Estados Unidos.
Los cascos se han pintado toscamente de color rojo, en un intento de diferenciar una función y a la vez, unir la colección como de soldados “especiales” algo que seguramente se pensó motivaría a los chicos a comprar el juguete.
La época, los fusiles automáticos, más los cascos de red y la especialización, nos lleva a a pensar una inspiración directa en la guerra de Viet-Nam.
No fue una guerra "popular" en el sentido del nacionalismo o la justicia de los fines: en Estados Unidos, y no había día que los diarios no publicaran alguna noticia sobre esta guerra tremenda e inhumana (en realidad no hay guerras que no lo sea), ni día en el que no hubiese manifestaciones y publicaciones en contra de esta tragedia.
Como corresponde a un objeto de consumo de este tipo, la actualidad debió impulsar a los fabricantes de juguetes a fabricar un soldadito actual, moderno, y no los habituales granaderos nacionales, menos dinámicos y desfilando en una paz perpetua.
Esta tendencia, que había comenzado en los 60, reflejar la “actualidad”, se vio más tarde en otros soldaditos del tipo Guerra del Golfo, pero a partir de los años 80, se comenzaron a fabricar casi en forma hegemónica soldados fantásticos, de ciencia ficción: robots, tropas imperiales, superhéroes, o bien personajes de películas y series de TV de moda.
Estos humildes soldaditos (sin marca, aunque que los suponemos de factura nacional) se vendían en librerías y kioscos de barrio.
Las jugueterías prestigiosas como Pinocho o Gulliver no vendían este juguete, demasiado humilde para sus céntricas vidrieras. Pinocho, sobre todo, disponía de una vitrina vertical, armada en torno a una de las columnas interiores del negocio, donde se exponían soldaditos caros, como los Britania de los 60 o los Timpo, ya en la década del 70, estos últimos contemporáneos a estos que posee el Museo.
Los juguetes muestran las pautas de consumo de una sociedad, y estos no son la excepción.
Fabricados para diseñar guerras domésticas, estos soldaditos reflejaron un conflicto terrible y sangriento, del cual los usuarios de los soldaditos tal vez no tuvieron demasiada comprensión. Tal vez es el destino de toda guerra: que no entendamos demasiado su existencia.

lunes, 9 de agosto de 2010

MUÑEQUITOS

Cuando en 1997 los estudiantes de Museología que hoy forman parte del Museo pensaron una muestra sobre el Rosario Colonial, sabían que se internaban en un tema difícil e inexplorado. Se planteó sobre todo una pregunta:
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¿Cómo armar una exposición sobre "lo colonial-local" si los chicos se forman en una visión porteña de la colonia?
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Los diseñadores, Diego González Halama, Gabriela Góngora, María Muñoz, Verónica Castello, Liliana Echauri y el actual Museo, pensaron entonces representar imágenes que estuviesen en los documentos y que plantearan un bosquejo distinto pero veraz acerca de la vida en esa lejana época, que va desde 1742 a 1810.

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¿Qué elementos, motivos, hechos,  había que tomar para ser representados?

Pensamos en varios “tópicos” de la época, que evadieran el Virrey, el Cabildo, la mazamorrera o el vendedor de velas.
Así surgieron hacer la comida, comprar un terreno, matar una vaca, cómo era la ropa de las mujeres, saber cómo se vestía un poblador, el método para edificar una pared...
Pensamos en cómo vivían las personas que vivían en Rosario, y sobre todo que la cultura colonial difiere sustancialmente de la actual. Luego de estas preguntas iniciales, nos preguntamos cómo.
Imaginamos que sería atractivo representar imágenes de la vida cotidiana pero yendo más allá de la ilustración, modo clásico de las revistas Anteojito o Billiken.
La existencia de juguetes como muñecas o muñecos para los chicos nos dio la idea de las viñetas tridimensionales, “maquetas” o representaciones a escala, o como dirían los vecinos, “muñequitos” que recrearan a los súbditos rosarinos de la Corona Española.
La tarea fue difícil, porque a la carencia de datos –muy pocos y que debían ser procesados- se le sumaba la necesidad de una mano de obra que pudiera hacer correctamente las viñetas.
Luego de un año de pruebas, errores y modelado, se lograron nueve viñetas:
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La Misa, Un Entierro, El Aljibe del Negro, Cocinando Pan, Vaquería, Albañiles, Mi Terrenito, Haciendo Tejas y Un Gaucho “De Acá”.
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Las fuentes fueron cientos: fotocopias de testamentos de viejos pobladores, extraídos de revistas, fotos de documentos originales, descripciones de viajeros, copia de dibujos de las épocas virreinales, objetos de museo, etcétera. 

Una vez recopilada la información, se pensaba la viñeta como un “cuadro de costumbres”, tratando de naturalizar las poses, deduciendo actitudes desde lo postural, y no desde lo cultural, ya que no hay demasiados datos sobre ciertos valores o pensamientos.
Así, la construcción de paredes en Albañiles, por ejemplo, se recreó mediante los conocidos dibujos del sacerdote jesuita Florian Paucke; el menaje de las figuras, en base a objetos originales; y la vestimenta, considerando documentos de compraventa en la Testamentería de Santiago Montenegro, cuyos originales están en el el Museo Histórico Provincial Dr. Julio Marc.
Se evitaron conscientemente acciones teñidas por los comportamentos actuales. No se reprodujeron actos como matrimonios, bautismos, riñas, juegos y ni siquiera almuerzos, ya que se carece de datos adecuados o suficientes.
Los hechos en sí (las acciones), se recontruyeron en base a documentos originales y de primera mano cuando se pudo.
Así, el Aljibe del Negro, un objeto doméstico común, era frecuentemente mencionado en inventarios, como los del maestre de Campo Pedro de Azevedo; los negros esclavos figuraban también en esos papeles, y pudo deducirse que estas perosnas llevaban agua para el consumo a la casa. Idéntica actitud se tomó con Cocinando Pan.
La Vaqueria fue el resultado de observar varias viñetas de la época. Mi Terrenito se realizó tomando al pie de la letra las formalidades de un escribano de 1762. Un Entierro fue diseñado tomando como base los asientos del cura de la capilla, quien brevemente describe el procedimiento, y en las excavaciones arqueológicas del atrio de la Catedral de Rosario. Pero no todo ha salido bien.

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Una crítica que se nos hizo, por ejemplo, específicamente a la viñeta que representa al entierro de un “indio” fue que los enterradores tenían puesto pañuelos en la cara para evitar el mal olor.
No sabemos si el “olor a muerto” afectaba a la población, pero supusimos que sí, y así se representaron las figuras. Fue un error, al suponer que el hedor molestaba tal como ahora.
También se criticó el hecho representado en sí.
La forma de enterramiento -basada en excavaciones arqueológicas y fotos de otros entierros en ciudades americanas coloniales- es conjetural, puesto que no hay seguridad plena que el cura actuara de esa manera bendiciendo los restos. Y se argumentó que el hecho es importante, puesto que significa la manera de actuar de los curas ante la muerte, parte inseparable del pensamiento colonial.
Pero sigamos con la fabricación.
La confección de las figuras se hizo con resina epoxi de dos componentes, de buena calidad (se evitaron los productos de tipo “Poxilina” o “Parsecs”, ya que se  amarillean al tiempo, perjudicando la figura).
Se buscó un modelado expresionista, ya que la realidad iba a ser exhibida para los niños, evitando el realismo propio de los modelistas militares, por ejemplo. Esto tenía otro objetivo: que se evidenciaran gestos, actitudes, que se tuviese sobre la figura una mirada distinta a la del “realismo”, para entrar en el terreno de la empatía, tan buscada por los diseñadores de juguetes. Las figuras debían tener cierto carácter e individualidad.
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Modeladas las figuras con su expresión, su actitud y sus trajes, se trabajaron los contextos, tratando en poca superficie de representar un poco, un poco de césped, el interior de la vieja capilla. Para ello se usó yeso, el cual si bien es frágil, también es prácticamente neutro y no afecta los colores.
En relieve se tallaron ladrillos, césped, una orilla de laguna o una tumba.
Finalmente, se dio color, tratando de imitar en lo posible los tonos de la piel, el vestuario y los objetos de la época. Se buscó también enriquecer los colores, dejando los tonos "planos" para dar sombras y luces a rostros y ropas.
Los resultados finales fueron muy buenos, sobre todo en el acercamiento de los niños a las figuras. Los chicos se arriman a las figuras y comentan los detalles, los objetos representados, los hechos.
Es interesante ver el deseo de saber qué hacían los rosarinos del siglo VXIII, porqué algunos andaban desnudos o descalzos, cómo eran los chicos, porqué se mataban  las vacas con cuchillo y una lanza, adónde había aljibes todavía…
Los chicos mayores sobre todo, preguntaban cómo se hicieron los modelos, para poder hacer algunos en su casa.
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La experiencia de reproducir en maquetas vivencias o hechos pasados es útil como método educativo, pero presenta sus límites.
El mayor defecto es que las viñetas carecen de dinamismo, y la vida (la cultura) es dinámica. En las viñetas no se puede saber si la acción continúa, y cómo.

Además, la documentación es fragmentaria y escasa, y algunas maquetas pueden quedar como hechos falsos al presentarse nueva información, por lo que se debería investigar constantemente.
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Los “hechos” son representados de forma imperfecta, porque así se observan recortados, y dan una idea puntual, instantánea, del modo de vida colonial, es por ello que las figuras se deben complementar con otros objetos e imágenes.
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Pero también debemos tener en cuenta que las formas de recrear la vida colonial son limitadas también.  Revivir viejas costumbres sin caer en los clichés de las efemérides de Mayo, o suponer una vida colonial localizada en Buenos Aires es un falseamento también.

Podemos decir que en última instancia, toda recreación o representación es una falsificación, pero el hecho de recrear en base a documentos es legítimo, ya que implicará una elaboración de datos que aumentará el conocimiento también legítimo acerca de un tema.
Imperfección, para este caso, no siginifica ilegitimidad, sino "datos insuficientes"
Luego, la representación sirvió para aprender.
El asombro de los chicos frente a la presencia de negros esclavos en Rosario (para los niños, al tener nombres, existieron) o la sorpresa de saber que en la ciudad había monedas de plata, supusieron cambiar de actitud ante lo preestablecido, o lo "standard".
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Lo aprendido en la muestra, oponiéndose a lo que se trae de la casa como formación es, como forma controversial, un motor que posee el museo para avanzar.

Tratamos entonces de oponer a lo sabido (que no siempre es lo mejor o lo legítimo) un nuevo conocimiento, que promueva la movilización sobre el tema.
El entusiasmo, las ganas de saber, o la curiosidad, que se refleja en el "¡Ahhh... mirá vos,  cómo era!", constituye una de las formas más divertidas y eficaces del aprendizaje. Insertada en la educación formal, la muestra permitió a las docentes tratar una forma de vida extinguida, que a veces se encuentra deformada y simplificada por imágenes de revistas o láminas no siempre adecuadas o "reales", que eluden la complejidad del tema, con fines casi siempre editoriales.
La experiencia nos animó a buscar nuevas escenas, algunas ya en base a figuras premodeladas, aunque ya sin tanto "sabor doméstico" como el que tienen las figuras iniciales del Museo. 
Esto dará motivo a otras exposiciones, o a la renovación de Vestigios: Recuerdos del Rosario Colonial, que es el nombre original de la exposición.
La muestra es compleja, puesto que cuenta con tres panales, varios objetos originales, como monedas y cerámicas, y nun folleto de difusión o instructivo.
Finalmente podemos decir que la exposición fue vista por casi tres mil alumnos, sumando los siete lugares donde fue expuesta; en cada lugar despertó un considerable interés y sobre todo, las ganas en la gente de seguir sabiendo sobre el tema.
Para nosotros no es poco.

martes, 3 de agosto de 2010

CARPINTERO, LINDO OFICIO


Un oficio es un tipo de trabajo que requiere una habilidad, y que da de comer al que lo practica. Los oficios tradicionales, como la albañilería, por ejemplo, poseen sus formas de trabajar, sus herramientas y su estilo, sus jerarquías y su manera de cobrar la labor realizada.
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Aquí hablaremos de otro oficio, casi tan antiguo como el hombre, la carpintería.
La foto que mostramos, algo deteriorada (falta un trozo del cartón de respaldo) fue adquirida por el Museo.
Muestra a un carpintero al frente de sus herramientas de trabajo, en algún pueblo de Santa Fe. Su apellido, si nos atenemos a lo escrito en la foto, era Perotti.
La forma en que el hombre se presenta es especial, y eso decidió la adquisición.
En una pose algo displicente, el hombre muestra su espacio de trabajo: el banco con su prensa, las herramientas, algún trabajo a medio hacer sobre él. En la foto se pueden observar varias, dispuestas de forma que queden bien visibles: una garlopa, una tenaza, un cepillo, unos serruchos, muestran que el hombre es efectivamente un carpintero.
Detrás, una jaula con una paloma doméstica que duerme, acurrucada.
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¿Qué tipo de trabajos realizaría Perotti?
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Es evidente que sus herramientas son sencillas y manuales, nada de electricidad ni máquinas complejas.
Detrás, se ven unas sierras de arco grandes y un hacha, que muestran que el mismo Perotti cortaba los troncos y tablones y los reducía a tablas más pequeñas. Afilaba sus propias herramientas en una piedra de afilar, o molejón, que se ve atrás. Una gran prensa, de las llamadas sargentos, da cuenta que los trabajos que efectuaba a veces eran grandes.
En el banco, se ven unos marquitos, cruzados unos a otros, cuya utilidad nos es desconocida. Quizás sean marcos de colmena. Tal vez cortaba y armaba aberturas para las casas, no podemos saberlo ya. Muchas virutas gruesas se acumulan a los pies del hombre. Algo similar a un inflador de pie descansa a la derecha. ¿Sería para alimentar con aire un calentador a kerosene, para calentar la cola cuyo caldero se ve sobre el banco? Una especie de calentador se ve a la derecha, con orificios de respiración en la carcaza.
Estas herramientas hoy nos parecen algo extrañas y a la vez, conocidas.
Pero hay algo que no es “natural” en la foto, y que puede darnos la pista del porque este hombre no está precisamente trabajando en ese instante. Hay algo raro:
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Los carpinteros no trabajan al aire libre.

Este hombre ha sacado al patio su banco de trabajo y lo ha dispuesto como en una escenificación, rodeado de las herramientas de su oficio. Él ocupa el centro de la foto.
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Hay detalles que evidencian la escenificación: sobre el molejón o piedra de afilar, se balancea un berbiquí, colgado de un palo para que aparezca, evidente, en la imagen; Perotti mismo, como un actor, se apoya en la herramienta clave de su trabajo: el martillo.
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Pueden verse otras herramientas adentro del galpón o casa del fondo, pero detrás del hombre no hay herramienta alguna, todas lo rodean, como en un cuadro preparado de antemano. Para verlo mejor, numeramos las herramientas.

¿Qué llevó a este carpintero a mostrarse en todo su “esplendor”?
Podemos aventurar una hipótesis: estaba orgulloso de su oficio.
Este orgullo estaba presente en muchos trabajos: la capacidad de resolver problemas técnicos, de realizar el mejor trabajo posible, de ser el más prolijo o de brindar los productos más resistentes. El oficio, además de un medio de vida, era un modo de vincularse, de relacionarse. Un “chapuza”, un mal oficial, era visto como un holgazán o un descuidado. Un chapucero, en épocas donde el trabajo manual era la estricta supervivencia, no era confiable ni técnica ni socialmente.
Tal vez Perotti quiso dejar un recuerdo familiar de su calidad, o simplemente una constancia para sí mismo, de lo importante de su trabajo. Ese ufanarse del propio "lavoro" ya se ha perdido.
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Hoy en día los oficios se han vuelto rutinarios y mal pagos, y muchos supuestos oficiales se comportan de modo negligente, sin la dedicación que era la marca del que tenía un buen oficio.
Este hombre que hace cien años se tomó una foto (a nuestro juicio, para nada casual) dejó un recuerdo simple, cotidiano, pero que llega con una fuerza extraña al presente.
Perotti nos ha legado dos cosas casi extintas: las anticuadas pero imprescindibles herramientas de su oficio, y el orgullo de ser un oficial técnicamente competente y socialmente aceptable para el pueblo.